Overlord

Volumen 11: Los Artesanos Enanos

Capítulo 5: Lord Dragón de Escarcha

Parte 1

 

 

Overlord Volumen 11 Capítulo 5 Parte 1

 

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Era la mañana siguiente. Ainz había decidido partir temprano para recuperar la Capital Enana, Feoh Berkanan, pero justo cuando estaba por partir, un rostro familiar aparecía en la puerta.

Era Gondo.

Ainz inclinaba la cabeza a un lado. No tenía idea de por qué podía haber venido.

“…¿Vienes a despedirte?”

“No, he venido a servirle de guía.”

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Ainz parpadeaba. Por supuesto, había mencionado que necesitaba a un Enano para que le mostrara el camino. A juzgar por la forma en la que el Consejo había accedido de inmediato a esa solicitud, Ainz deducía que la misión de este Enano era mantenerlo vigilado, así que pensaba que podían seleccionar a un Enano que él no conociera.

“Ayer, después despedirme de usted, oí muchas cosas de los otros herreros rúnicos. Siento que conozco la ruta hacia la Capital Real mejor que cualquier otro Enano.”

“Entonces. ¿Eres capaz de encontrar una ruta alterna si es que el túnel hacia la Capital colapsara? Es posible que tengas que adaptarte a los cambios en la situación a medida que surjan. ¿Está bien?”

“He estudiado tanto como pude sobre las rutas. Por favor, permítame servirle de guía.”

“Umu.”

Ainz comenzaba a pensar.

En verdad, llevar a Gondo consigo entrañaba más deméritos que méritos. Sin embargo, si el Consejo lo había aprobado y luego si Ainz era quien lo rechazaba y pedía un cambio, las posibilidades de conseguir a otra persona como guía serían muy bajas.

“…¿Eres un guerrero o tienes alguna forma de luchar?”

“No, no la tengo. No confío en mis habilidades relacionadas con ese campo. Sin embargo, estoy preparado para enfrentar cualquier peligro y nadie le echará la culpa si perezco. Además tengo la capa de mi padre. Ésa fue una de las razones por las que me escogieron.”

La capa de invisibilidad prestaba mucho peso a su argumento.

Aunque Ainz había planeado proteger a su guía, de todos modos se sentía incómodo de llevar a un Enano sin habilidad de combate. Y aunque seguía siendo posible resucitarlo con magia si moría (siempre que tuviera los niveles suficientes), En ese caso, Gondo podía acabar pensando que “todo había terminado”.

“¿Necesitarás verificar si he expulsado a todos los Quagoa de la Capital Real? Si mueres a mitad de camino, las cosas se harán muy difíciles para mí… y luego está el asunto de los herreros rúnicos. Preferiría mucho que te quedaras aquí.”

Gondo se acercaba lentamente a Ainz y le decía en voz baja:

“La Capital Real posee una vasta Tesorería. Si no ha sido saqueada aún, entonces contendrá muchos tesoros Enanos. En ese lugar también deberían estar algunas de las armas de mi padre y manuscritos técnicos de la familia real. Quién sabe, incluso podría haber un manual secreto dejado atrás por los herreros rúnicos de antaño.”

“Ooh…”

Con esa respuesta, Ainz le indicaba a Gondo que debía continuar.

“Me gustaría obtenerlos en secreto. …Aunque parezca de mala educación pedirle este tipo de cosas a Su Majestad. ¿Podría pedirle por favor que se haga de la vista gorda sobre esto cuando recupere la Capital?”

“…Antes de eso. ¿Tienes alguna forma de abrir la Tesorería?”

“No. Sin embargo… creo que Su Majestad debería ser capaz de hacer algo tan simple como eso. ¿Cierto?”

(¿De verdad creía que podía hacer cualquier cosa?)

“¿Así que quieres que me convierta en cómplice de un ladrón de poca monta?”

“Creo que la explicación correcta de lo que podría suceder es que Su Majestad deseaba ver si la Tesorería había sufrido un robo, por lo cual tuvo que abrirla. Entonces, se distrajo brevemente, sólo por el tiempo suficiente. Yo sería ese ladrón de poca monta, sin relación alguna con Su Majestad.”

“…La línea de sucesión de la realeza Enana ha sido cortada. ¿Es correcto? ¿Existe algún registro de los tesoros que deberían encontrarse al interior de las bóvedas?”

“Me temo que no.”

“Es muy importarte asegurarse de eso. Sería muy peligroso si existiera dicho registro. ¿Sabes? No puedo aprobar esto. …Más importante aún. ¿Ese tesoro no le pertenece a tu país? ¿No te avergüenza robarlo?”

Gondo se reía con desdén.

“Bueno, esos manuales no significan nada para un país que nos entregó a nosotros y a la artesanía rúnica. ¿No le parece?”

(¿Es traición, entonces?) Aunque ese pensamiento le pasaba por la cabeza a Ainz, la verdad era que a él no le haría daño. Al contrario, sería un desperdicio permitir que esos libros se pudrieran en la nación Enana.

Más concretamente, el robo de Gondo rompería por completo sus lazos con el Reino Enano. Ellos no tolerarían a un criminal que había saqueado su tesorería. Este asunto podía usarse como una forma de chantaje y se convertiría en un grillete que imposibilitaría por completo que Gondo traicionara al Reino Hechicero.

Sin embargo, también podía usarse contra Ainz de manera similar.


“…En efecto. Tampoco tiene sentido dejárselos a aquellos que no los necesitan. Efectivamente, mis ojos podrían fallarme en ese momento. Sin embargo, como mencioné antes, tienes que buscar cualquier registro de los tesoros. Me gustaría evitar cualquier conflicto futuro.”

“Entendido. Haré como ordena Su Majestad.”

“Entonces, dejaremos las cosas así.”

Aunque se había apartado a cierta distancia para discutir esto, alguien con oídos agudos podía haberlos escuchado.

“Cambiemos el tema. Háblame sobre los peligros que podríamos enfrentar antes de llegar a la Capital Enana. Una descripción a grandes rasgos estará bien.”

“Buena pregunta. Todos los que desean llegar a la Capital Enana deben pasar por tres pruebas.”

“¿Pruebas? Interesante. Resúmelas.”

“Mmm, la primera prueba es la Gran Grieta. Hay una pendiente más allá de la puerta que lleva hacia la fortaleza. Pasando la fortaleza es la Gran Grieta la que divide la tierra. Ahora que han tendido un puente colgante, difícilmente califica como una prueba. Sin embargo, al cruzarlo, se debe estar preparado para recibir los ataques concentrados del enemigo.”

“¿Los Quagoa poseen armas?”

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“Umu, no he oído hablar de eso antes. Pero, podría ser peligroso asumir que no. ¿Cierto?”

Eso tenía mucho sentido. También existía la posibilidad de que podían usar las armas mágicas de la fortaleza.

“A continuación, la siguiente prueba es una zona con un río de lava. Incluso el aire caliente puede ser fatal por sí solo. Se debe cruzar por un estrecho camino de piedra cortada. Además, de cuando en cuando ha habido avistamientos de un monstruo enorme.”

“¿Un monstruo, dices?”

La figura de Guren, el Guardián de Área del 7mo Piso, le venía a la mente.

Si ése monstruo se parecía a él, las cosas efectivamente se pondrían muy molestas.

(…Ahora que lo pensaba, los Slimes y las sociedades humanas están estrechamente relacionados. ¿Será ése el caso en este país también? Si tuvieran Slimes poco comunes, me gustaría llevármelos a casa.)

Justo cuando Ainz pensaba sobre los Slimes que vivían junto a los filtros de alcantarillado, Gondo pasaba a la última prueba.

“La prueba final es el Laberinto de la Muerte. Es una cueva con incontables ramales, llena de vapores venenosos. Si se inhalan estos vapores, las extremidades se paralizarían y el corazón dejaría de latir.”

Gondo miraba hacia Aura y Shalltear.

Ese gesto daba a entender que Ainz podía estar bien, pero que ellas dos estarían en problemas.

(Estarán bien… Bueno, supongo que podía decírselo cuando llegáramos allí)

“¿Y cuál es el camino correcto a través de las cuevas?”

“Lamentablemente, no lo sé. Pregunté a todas mis conexiones, pero ni siquiera los mayores lo sabían. Tampoco los miembros del Consejo. Tal vez podría estar registrado en un archivo…”

“Pero no lo encontraste tampoco. ¿Verdad? Bueno, dudo que puedas localizar fácilmente un documento así de crítico para la seguridad nacional. Reuniremos información cuando llegue el momento y nos adaptaremos a la situación.”


Ainz memorizaba la información sobre estas tres pruebas y les hacía un gesto a los otros.

“Vamos, entonces.”

Ainz, Shalltear y Aura tomaban la delantera. Gondo se unía a unos diez soldados y a su comandante que iban camino a recuperar la fortaleza y entonces las puertas se abrían lentamente. El hedor de la muerte se filtraba a través de la abertura, así que tenían una idea de lo que podían esperar, pero entonces la horripilante escena se revelaba en toda su magnitud a todos los presentes.

El túnel ligeramente inclinado hacia abajo era ancho y había sido nivelado para facilitar el paso. Sin embargo, las paredes y el piso estaban cubiertos de sangre, vísceras y trozos de carne. El suelo estaba cubierto de cadáveres Quagoa.

“¡Urk!”

El hedor a muerte, sangre y vísceras inundaba el cuarto. Era demasiado para Gondo, que no tenía experiencia como guerrero y comenzaba a vomitar. Las caras de los soldados Enanos se ponían verdes y no era por efecto de la luz.

El cuerpo de Ainz no conocía el concepto de la nausea, así que no le causaba ningún problema. Sin embargo, no le agradaba este olor.

Un sonido húmedo venía de debajo de sus pies. Parecía que había pisado las entrañas que un Quagoa, partido en dos, había dejado caer.

Ainz suspiraba y luego lanzaba [Volar en Masa], permitiéndoles volar a todos.

Parecía que los Caballeros de la Muerte se habían deleitado con su carnicería en este lugar. Cualquiera que se resbalara y cayera en este túnel de sangre seguramente perdería la fuerza ante la inmundicia y la pestilencia. Más importante aún, la visión de alguien cubierto de sangre y dando tumbos al lado de uno era desagradable.

El grupo descendía por el pasaje inclinado, completamente limpios debido al hechizo de vuelo.

Gracias a las rocas tenuemente brillantes incrustadas en el camino, había algo de luz para poder ver. Sin embargo, el espacio entre roca y roca estaba cubierto por la oscuridad. Por supuesto, Ainz poseía visión nocturna y no le representaba ningún problema.

Después de bajar por la pendiente, una distancia de unos 100 metros, podían ver la entrada de la fortaleza ante ellos. No, sería más exacto decir que era la puerta trasera de la fortaleza.

Una vez que cruzaban esa puerta al interior de la fortaleza, podían atravesarla y cruzar el puente colgante más adelante. Luego de viajar al oeste por varios días desde ese lugar, debían ser capaces de ver la antigua Capital Enana.

La entrada de la fortaleza estaba cubierta de cadáveres Quagoa. Algunos parecía que no habían sido asesinados por los Caballeros de la Muerte, sino que habían sido comidos. Éstas debían ser las víctimas de los zombis de los Caballeros de la Muerte.

La detección de no-muertos de Ainz no conseguía respuestas. Probablemente porque los zombis habían vuelto a ser cadáveres regulares después de que los Caballeros de la Muerte eran destruidos.

Ainz miraba alrededor. En este momento no había reacciones no-muertas, pero si los dejaba así como estaban, las cosas podían volverse peligrosas, dadas las características de los no-muertos de este mundo.

“Es comúnmente aceptado que dejar desatendidos a los cadáveres resultará en la aparición de no-muertos. ¿Qué planean hacer?”

Preguntaba Ainz a los soldados que habían estado siguiéndolo.

“Sí, señor. Lo limpiaremos.”

Respondía el comandante.

“Bueno, decimos limpiar, pero es más bien arrojarlos a la Gran Grieta en un lugar donde no importará incluso si atraemos a un monstruo.”

“Y después de eso. ¿Tendrán que reparar la fortaleza y averiguar cómo atacaron los Quagoa? Parece que tienen mucho trabajo por delante.”

Era aquí donde se iban a separar de ellos. Los únicos que iban a tomar parte de la recuperación de la Capital Enana serían Ainz, Aura, Shalltear y Gondo. Bueno, los Hanzos también estaban cerca, pero no había necesidad de que ellos lo supieran.

Los Enanos sonreían con amargura. Aunque era verdad que las investigaciones eran arriesgadas pues corrían el riesgo de encontrar Quagoas, ésta no era nada en comparación de la tarea de Ainz de atacar el campamento principal de los Quagoa. Probablemente era eso lo que querían transmitir.

“Entonces, ingresaremos a la fortaleza. Nosotros iremos primero para garantizar que es seguro, así que esperen afuera hasta entonces. Como precaución. ¿Podrían proteger a Gondo?”

Después de la respuesta afirmativa del comandante, Ainz atravesaba la puerta abierta.

De pie al centro de la acción, Ainz le hacía una pregunta a Aura, que se encontraba detrás de él.

“Aura. ¿Puedes sentir si alguien aquí está usando alguna habilidad de sigilo?”

“Nop. No hay nada con vida en la fortaleza.”

Aura colocaba la mano al lado de su larga oreja, haciendo un gesto de escucha al mismo tiempo que respondía. Si la ranger Aura lo decía, entonces no había nada vivo dentro de esta fortaleza.

Aun así, no podían bajar la guardia.

La persona que había derrotado a los Caballeros de la Muerte de Ainz debía de haber pasado por aquí. Si esa persona había tomado muchas clases especializadas en sigilo, podía ser capaz de burlar las habilidades de percepción de Aura.

Pese a ello, alguien así por lo general tendría un pobre poder de ataque y sería fácil lidiar con él, incluso si los emboscaba.

Había muchos cadáveres al interior de la fortaleza, pero a diferencia del pasaje anterior, eran cadáveres de Enanos los que se encontraban por todas partes.

Ainz atravesaba la fortaleza hacia la puerta que estaba enfrente de la que habían usado para ingresar. Después de abrirla, veía las fauces de la Gran Grieta abriéndose frente a él y ni siquiera la visión de Ainz podía ver el fondo.

Ya que más allá no había Quagoas, parecía que se habían retirado sin montar una base de operaciones en el lugar.

“Ésta debe ser la Gran Grieta…”

Ainz se volvía para mirar de izquierda a derecha.

“Pero no parece haber nada parecido a un puente colgante… No. ¿Es ésa una parte del puente? Si está ahí, entonces significa que…”

“Es posible que el enemigo haya destruido el puente durante su retirada.”

Decía Shalltear desde un costado.

“Hmm…”

Si el enemigo era un ser poderoso que podía derrotar fácilmente a un Caballero de la Muerte. ¿Qué necesidad había de destruir el puente? Si lo habían hecho para bloquear un contraataque, entonces significaba que no tenían mucha confianza en su fuerza… No.

Ainz agitaba la cabeza.

Los Caballeros de la Muerte no eran comunes en este mundo. Por lo tanto, el enemigo debía de haber supuesto que había una entidad poderosa controlando a los dos Caballeros de la Muerte. Siendo así, perder el puente no sería una gran pérdida.

“No está mal… Dile a los Enanos que el camino es seguro.”

“¡Entendido!”

Mientras Ainz observaba a Shalltear dirigirse hacia los Enanos, veía a Aura en cuclillas. Quería preguntarle qué estaba haciendo, pero dada su expresión diligente, era mejor no interrumpir su concentración.

Ainz volvía a mirar la Gran Grieta, luego tomaba una piedra y la arrojaba dentro. No había un significado especial en ello. Lo había hecho por un capricho. Sin embargo, no podía oír la piedra golpeando el fondo.

“Su profundidad es desconocida, Su Majestad.”

Decía el comandante que Shalltear había traído consigo. Él debía de haber visto lo que Ainz estaba haciendo.

“Enviamos dos expediciones para investigarlo, pero ninguna de ellas regresó.”

“Ya veo. Probablemente haya monstruos allá. …¿Esas cosas han salido alguna vez?”

“Señor, nada como eso ha sucedido hasta la fecha. Por lo tanto, decidimos no enviar más expediciones. Explorar demasiado en lo profundo sería poco prudente.”

“Bueno, es verdad.”

Ainz podía crear no-muertos incorpóreos parecidos a fantasmas y al usar magia para compartir sus sentidos podía llevar a cabo una investigación a fondo. Sin embargo, no había tiempo para ese tipo de cosas.

Dadas las circunstancias actuales, investigar la Gran Grieta tenía poca prioridad. Aun así, tenía que hacerse. En Yggdrasil, los lugares como estos casi siempre ocultaban objetos valiosos o mazmorras.

(Si estuviera en manos de los desarrolladores de mierda, podían haber ocultado un túnel al fondo de la Gran Grieta y en ese túnel podía haber minerales poco comunes. No. Ellos definitivamente harían eso. De hecho, ya ha pasado antes.)

“…Entonces, cruzaremos al otro lado y perseguiremos a los Quagoa que huyeron hasta llegar a la Capital Real.”

El hechizo de vuelo seguía estando activo, así que eso no era un problema en sí mismo. Sin embargo, lo que preocupaba a Ainz era si algo podía salir arrastrándose de la oscuridad.

Era un incidente ocurrido en Yggdrasil. Ainz no podía evitar recordar el momento en que había estado cruzando un lago y descubría a un monstruo gigante parecido a una serpiente nadando debajo. No era un recuerdo agradable, pero había hecho uso de esa experiencia durante la creación del 5to Piso…

Después de despedirse del comandante, los cuatro levantaban el vuelo, con Shalltear y Aura vigilando abajo de ellos. Sin embargo, sus preocupaciones de hace un momento eran infundadas y llegaban al otro lado sin lograr ver nada debajo.

Dicho esto, Ainz dejaba escapar un silencioso suspiro de alivio al sentir sus pies firmemente plantados en tierra firme una vez más. Por supuesto, tenía que mantenerlo en secreto de los demás.

Ainz inspeccionaba los alrededores.

Aquí sólo había cuatro cadáveres enemigos, lo que significaba que los Caballeros de la Muerte habían sido derrotados en este lugar.

“Shalltear, hay unas cuantas cosas que debo decirte ahora.”

Luego de llamar a Shalltear, Ainz le echaba un vistazo a Aura y veía que estaba inspeccionando el suelo.

(Tal vez sería mejor llamarla a ella también.) Pensaba eso, pero luego meditaba que esta vez quería dejarle el papel principal a Shalltear. Luego podía explicarle una versión resumida a Aura.

“¡Espere un momento, Ainz-sama!”

Shalltear sacaba una libreta de notas y la abría.

“Por favor continúe.”

“Oh. Umu. Un bloc de notas, eh… Muy atento de tu parte. ¡Ejem! Eh…ahora estamos por entrar a una zona muy peligrosa. En cuanto a por qué es peligrosa, es debido a que hay un ser capaz de derrotar a dos de mis Caballeros de la Muerte. Aunque compararte a un Caballero de la Muerte es casi un insulto…”

“…Nada de eso, Ainz-sama. Usaré toda mi fuerza para enfrentarme a cualquier ser poderoso capaz de derrotar a los Caballeros de la Muerte que usted creó.”

“No, no debes usar toda tu fuerza.”

“¿Por, por qué? Si el enemigo es fuerte. ¿No debería atacarlo con seriedad? …¡Perdóneme por hacerle una pregunta así, Ainz-sama!”

“En absoluto. Tu pregunta tiene mucho sentido.”

Ainz colocaba las manos detrás de su espalda y luego le explicaba cómo hacer frente a un enemigo desconocido.

“Sin embargo, debes tener en cuenta cómo es que nuestros enemigos esperan que actuemos. Lo que más desea el enemigo es información…en otras palabras, nuestras habilidades de batalla. Podrían usar tropas desechables para medir nuestra fuerza de combate. Es decir, verificarán nuestras habilidades y cuando sientan que pueden obtener la victoria, atacarán de manera tal que no puedan perder y que nosotros no podamos escapar.”

“Y pensar que en realidad harían eso…”

“Por supuesto, no sabemos si el enemigo llegará a esos extremos…”

“Ah… Ainz-sama…”

Aura lo llamaba un poco nerviosa, algo muy inusual en ella. Bajo circunstancias normales, él habría detenido su explicación a Shalltear y escuchado a Aura.

Sin embargo, estaba de muy buen humor ya que ésta era una oportunidad de hablar largo y tendido sobre una de sus especialidades.

Por lo tanto, Ainz se volvía hacia Aura y se llevaba el dedo índice a la boca.

“¡Ah, sí!”

Aura se daba cuenta. Ainz estaba dando una sentida lección, así que quería que guardara silencio. Había entendido lo que Ainz estaba tratando de decir.

“Como estaba diciendo, Shalltear. Yo haría lo mismo si estuviera luchando contra un enemigo fuerte. No, mis amigos también harían lo mismo.”

“¿Los Seres Supremos harían eso también? Pero, comparar a este enemigo con los Seres Supremos es un poco…”

“¿En verdad? Deberías asumir que el enemigo puede hacer todo lo que yo puedo. Sólo los tontos pensarían que son especiales y se confiarían. Permanece siempre cautelosa. En cualquier caso, no deseo que el enemigo conozca nuestra fuerza de lucha total.”

Mantener ocultos a los Hanzos también era para desestabilizar los planes del enemigo.

“Por lo tanto, Shalltear, te impondré varias restricciones para nuestro viaje a la Capital Enana…antes de que lleguemos al cuartel del enemigo.”

“¡Sí! ¿Qué tipo de restricciones son ésas?”

“Umu. En lo concerniente a la magia… aunque te permito usar hechizos hasta de décimo nivel, no debes usar demasiados hechizos diferentes. Como mucho, limítate a uno o dos.”

“…Ya veo, esto es para engañar al enemigo, hacer que se confíe y luego derrotarlo con un contraataque. Siendo ése el caso… ¿Por qué no limitarme al quinto nivel de magia o uno más bajo?”

“No, de esa forma no lograremos hacerle sentir una falsa sensación de confianza al enemigo. En el momento en el que crean tener la medida de nuestra verdadera fuerza y busquen destruirnos por completo, tendremos la oportunidad para herir mortalmente al enemigo. En mi caso, si viera a mi enemigo atacándome con sólo un par de técnicas y ningún hechizo superior al quinto nivel, inmediatamente concluiría que el enemigo está tratando de ocultar sus habilidades.”

“En ese tipo de situación, ¿qué es lo que haría contra esa clase de enemigos?”

“Trataría de pensar en cómo averiguar más sobre ellos. Por ejemplo, podría abandonar brevemente una base prescindible. Luego, reuniría información lentamente. Una vez que el enemigo obtenga la base, sentirán la necesidad de conservarla. Ese tipo de actitud limitará sus acciones e inevitablemente revelará sus verdaderas intenciones.”

“¿Es necesario ser así de cautelosos?”

En un juego, seguía siendo posible recuperarse de una pérdida. Sin embargo, en este mundo, existía la posibilidad de que no pudieran hacerlo. Esto era especialmente cierto en el caso de Ainz, que no había terminado sus experimentos sobre la muerte de jugadores.

“Todas éstas son cosas que se hacen en respuesta a las circunstancias. Shalltear, es necesario pensar. ¿Cierto?”

En cualquier caso, debía dejar las cosas allí. Ainz se volvía hacia Aura.

“Entonces, Aura. ¿Qué sucede?”

“No, no es nada.”

Los ojos de Aura estaban brillando.

Ainz no tenía idea de qué había provocado eso, pero tal vez ella se había sentido impresionada con las tácticas que él le había explicado a Shalltear.

(Hm~ era posible que eran los fundamentos básicos, pero supongo que también debía darle alguna orientación a Aura. ¿Cierto? ¿Debía prestarle aquel libro de tácticas PK? Pero eso era lo único que tenía que me daba una ventaja sobre los NPCs… ¿Qué debía hacer? Además, alguien me decía antes que no era bueno dejar que la información se difunda demasiado…)

Justo cuando Ainz se sumía en sus pensamientos, Gondo hablaba.

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“Siento interrumpirlos mientras discuten estrategias, pero ¿No deberíamos seguir avanzando? Si el camino colapsara, tendríamos que buscar otra ruta.”

“Es verdad… ¿Deberíamos viajar en bestias mágicas?”

“Podría ser mejor no hacerlo. Podríamos encontrar pasajes pequeños en el camino y si estamos montados, tendremos que dejar a las bestias allí.”

Ainz había pensado en usar criaturas no-muertas que se pudieran montar como los Devoradores de Almas. Si había algún problema simplemente podía volverlas a crear. Sin embargo, sería prudente hacerle caso a las palabras de su guía.

“Lo entiendo. Vamos, entonces.”

***

 

 

“¡Su Majestad ha partido!”

Cuando oían esto, seis de los Concejales Enanos, el Sumo Sacerdote de la Tierra, el Director de la Producción de Alimentos, el Secretario del Gabinete, el Maestro Cervecero, el Maestro de Cuevas y minas y el Maestro del Gremio de Mercaderes, se estremecían de la alegría.

Era verdad que el Rey Hechicero no había hecho nada hasta el momento. Sin embargo, no podían descansar en paz con un ser no-muerto de tal poder caminando por las calles y que odiaba a los vivos.

Las personas en este lugar estaban reunidas para garantizar la seguridad de la ciudad y de su gente. Por lo tanto, tenían que considerar los peores escenarios posibles que podían ocurrir antes de comprometerse a un plan de acción. Por ejemplo, el Rey Hechicero podía haberse tornado violento de repente y comenzado a masacrar niños. Estas preocupaciones los plagaban todo el día y consideraban numerosas contramedidas y propuestas útiles.

Ahora que el objeto de su discreta discusión ya no estaba aquí. ¿Qué había de malo en saborear la dulce liberación de sus cargas?

“¡Traigan el vino! ¡Traigan el vino!”

Así como la tierra seca anhelaba la lluvia, el alcohol era esencial para sanar los corazones exhaustos.

Nadie podía objetar eso.

“Aun así, va a volver. ¿Verdad?”

El aire de pronto se volvía pesado y el abatimiento se apoderaba de todos ellos.

Sus apretados puños caían sin fuerzas hacia abajo.

“¿Deberíamos escapar?”

“¿A dónde podríamos ir? Si huimos después de haber firmado ese pacto con él… Además, le pedimos que recuperara la Capital Real por nosotros. ¿Cierto? Si estuviéramos en su lugar. ¿No estaríamos enojados ante esto?”

“Bueno, él podría enojarse… pero yo no tendría la confianza para tomar una postura inflexible contra un ser como ése.”

“Ah. Sí, entiendo cómo te sientes.”

“…¿Eso realmente es correcto? ¿Qué pasó con tu orgullo, Maestro del Gremio de Comerciantes?”

“Bueno, no es como si fuera posible llegar a un acuerdo justo con una criatura así. ¿Correcto? En términos generales, los acuerdos sólo son posibles entre dos partes iguales en circunstancias iguales. ¿Correcto? Por lo tanto, en la práctica es imposible llegar a un trato razonable con alguien que es mucho más poderoso que tú.”

Los Enanos suspiraban como si fueran uno.

Ninguno de los presentes sentía que el Rey Hechicero fallaría en recuperar la Capital Real. Eso era evidente con sólo darles un vistazo a las bestias mágicas que había dejado atrás. Y luego, estaba el hecho de que era una persona capaz de darse el lujo de dejar atrás monstruos como esos cuando sabía que había un Dragón esperando por él.

“Entonces, cambiemos de tema. ¿Alguien puede estimar cuándo regresará?”

“¿Cómo podríamos saberlo? No es como si pudiéramos preguntarle al hombre directamente. Si se riera y dijera ‘Justo ahora’, estoy casi seguro que me orinaría.”

Esa eran palabras vergonzosas, pero ninguno de los Enanos se reía de ellas.

“…No hay remedio. Si me dijera eso a mí, también me orinaría.”

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“Igual aquí. Incluso podría cagarme en los pantalones.”

Se miraban el uno al otro mientras pronunciaban esas crudezas.

“¿Nos hemos enterado de algo nuevo? ¿Sabemos algo sobre ese Gondo?”

“Nada en absoluto, sólo que reunió a los herreros rúnicos.”

“¿Los herreros rúnicos? ¿Se trataba acerca de ir al Reino Hechicero?”

“¿Quién sabe? ¿Por qué no convocamos a uno de ellos y le preguntamos?”

“Es buena idea, pero ¿Eso no le revelaría nuestras cartas a Su Majestad? Actuar precipitadamente es demasiado peligroso. Sólo un idiota tocaría un crisol caliente, después de todo.”

“Si ése es el caso, entonces tendremos que decirles a los herreros rúnicos que queremos que vayan al Reino Hechicero. Luego podremos preguntarles de manera casual sobre ello. ¿Qué les parece?”

“…No confío mucho en mi capacidad de hacerlo.”

Los enanos murmuraban, “Igual que yo” en respuesta.

“Muy bien, entonces olvidémonos de preguntarles. Sería tonto cavar agujeros innecesarios y terminar muriendo al caer en ellos.”

Todos estaban de acuerdo con eso. Muchas vidas podían perderse si se entrometían demasiado y hacían enfadar a Ainz.

“Entonces, les informaremos a los dos de nosotros que no están presentes sobre los asuntos de mañana y que no deben interferir con los herreros. Escuché que el Comandante en Jefe vendrá después, pero ¿Qué hay del Maestro Forjador?”

“Yo iré, entonces.”

Decía el Secretario del Gabinete.

“Estoy interesado en qué clase de obra maestra producirá. Además, me estoy preguntando qué tipo de metal fue el que le entregó el Rey Hechicero.”

“Lo único que dijo fue que era un metal poco común, pero no hay nada más raro que la adamantita. ¿Correcto?”

“Por lo tanto, deber ser más como orichalcum. ¿No?”

Los Enanos eran una raza subterránea. Incluso si sus profesiones no tenían nada que ver con la metalurgia, ellos estarían muy interesados en un metal que no habían visto nunca.

“Si sólo pudiéramos agarrarlo y hacer que nos lo muestre. Ha estado muy ocupado últimamente. ¿Verdad?”

Después de recibir el metal del Rey Hechicero, el Maestro Forjador regresaba a toda prisa a su taller. Todos sabían cuál era la razón de su prisa, así que no lo detenían.

“Bueno, la forja ya debe estar bastante avanzada, teniendo en cuenta que se trata de él. Crear una cota de malla debería resultar en unos cuantos bucles adicionales, así que tal vez podamos tomar prestados algunos.”

Tras un coro de aprobación, la sesión del Consejo se disolvía.

Después de eso, sus cansados cuerpos ansiaban descanso, pero los Enanos eran una raza que organizaba fiestas con alcohol incluso cuando hablaban de tomar un descanso.

“El vino sabe especialmente bueno en el lugar de trabajo.”

Decían mientras tomaban las bebidas de alto contenido de alcohol, especiales y exclusivas de los Enanos. En medio de todo esto, al Secretario del Gabinete de pronto se le ocurría algo y se escabullía de la sala de reuniones convertida en bar.

Naturalmente, estaba yendo a reunirse con el Maestro Forjador.

El taller del Maestro Forjador era enorme, como le correspondía a un hombre que era responsable de la herrería de la nación Enana. Con toda seguridad, era uno de los edificios más grandes en Feoh Gēr. Empleaba a muchos artesanos Enanos y su calor, que podía fundir adamantita y el golpear de sus martillos sobre yunques nunca se habían detenido antes.

Sin embargo, hoy estaba en silencio. Un acontecimiento que le ponía los pelos de punta al Secretario del Gabinete.

Estaba seguro de que los crisoles estaban encendidos.

Eso se debía a que la temperatura se elevaba mientras se acercaba a ellos.

En ese caso. ¿A qué se debía este silencio?

El Secretario del Gabinete aceleraba el paso, como impulsado por la inquietud que fluía de él.

Ya había venido aquí antes, así que no dudaba al momento de dirigirse al crisol en dónde debían haber estado trabajando los herreros.

Veía a los herreros, todas las caras le eran familiares.

Incapaz de contenerse, suspiraba aliviado. Sin embargo, cuando se percataba de las miradas de preocupación en las caras de los herreros y de la dirección a la que todos miraban, la inquietud que se había apoderado de su corazón parecía volver a la vida.

“¿Pasa algo malo?”

Cuando preguntaba, los ojos de los herreros se iluminaban, como si hubiera llegado su salvador.

“Se ha encerrado allí y se niega a salir.”

Aparte de sus gigantescos crisoles, esta fundición también contenía un taller personal para el uso del Maestro Forjador, aunque por derecho propio era más una fundición en miniatura. El Maestro Forjador era un trabajador dedicado y cuando se hacía cargo de proyectos importante, muy a menudo se encerraba a sí mismo en su interior y no salía por varios días.

Ése era un suceso bastante común. Los discípulos del Maestro Forjador y los otros herreros no debían de tener esas expresiones de angustia.

“…Pero no es extraño. ¿Verdad?”

“Es verdad que se encierra bastante a menudo… pero no se oyen los sonidos del martillo. Y ya ha pasado medio día…no, casi un día entero.’

“…¿Tal vez únicamente está elaborando los planes para el diseño?”

“Eso nunca ha sucedido antes.”

El Secretario del Gabinete acariciaba su barba.

No sentía que esto era particularmente sorprendente. Sin embargo, si todos los forjadores sentían lo mismo, entonces probablemente debía ser una emergencia.

“¿Entonces por qué no abren la puerta? ¿Está cerrada?”

“No, no está cerrada. Sin embargo, cada vez que el Maestro Forjador se retira a ese cuarto, odia que la gente abra esa puerta.”

“Ya veo. …Así que quieren que la abra yo. ¿Estoy en lo cierto?”

Era algo difícil para los discípulos del Maestro Forjador. Pero alguien de rango equivalente podía tener una mejor oportunidad de no incurrir en la ira del Maestro Forjador.

(Sacaba la pajita más corta. Bueno, no había remedio.)

“Entiendo. Entonces, déjenme hacerlo. Ustedes deberían marcharse primero. Simplemente tómenlo como si yo mismo hubiera insistido en ingresar y no se verán envueltos.”

Luego de las gracias de los herreros, el Secretario del Gabinete avanzaba y llamaba a la puerta.

Sin embargo, no había respuesta, sin importan cuántas veces tocaba.

Temiendo lo peor, abría la puerta con todas sus fuerzas.

Era la misma habitación familiar. Sorprendentemente no hacía calor, aun cuando estaba sólo a una puerta de distancia del gran crisol. Eso se debía al acondicionamiento mágico del aire. Cuando desviaba la mirada, veía una llama carmesí ardiendo en las profundidades del crisol.

Y entonces, veía a alguien frente al fuego.

(¿Qué?, ahí está, ¿verdad?) Justo cuando el Secretario del Gabinete estaba por suspirar aliviado, una vez más, contenía el aliento.

Eso era porque podía sentir algo extraño e inexplicable en el aire. ¿Por qué el Maestro Forjador estaba en silencio? De acuerdo a los herreros de afuera, debía de haber reaccionado de inmediato a la intromisión.

“Oye.”

Esas palabras fueron poco más que aliento exhalado, pero el hombre debía de haberlas oído. Sin embargo no había respuesta de parte del Maestro Forjador.

“¡Oye!”

Ahora el Secretario del Gabinete estaba nervioso y gritaba, pero como esperaba, el Maestro Forjador no reaccionaba.

Jadeando profusamente, se acercaba al lado del Maestro Forjador.

“…¡Oye!”

“¿Qué?”

Una respuesta al fin. El secretario del gabinete, casi se derrumbaba a causa de la fuerza que abandonaba sus extremidades.

“¿Qué? ¿Qué? No hagas que…”

Las palabras del Secretario del Gabinete se perdían.

¿Por qué el Maestro Forjador no se daba la vuelta para mirarlo?

Preocupado por su amigo, el Secretario del Gabinete daba un rodeo para mirarlo a la cara.

Se veía diferente de lo habitual, como si fuera un animal acosado. Más importante aún, tenía una expresión espantosa en la cara, como si estaba listo para masacrar a su propia gente.

“…¿Qué pasó?”

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La cara del Maestro Forjador finalmente se movía en respuesta a las palabras que se le habían escapado por sí solas. No, sus globos oculares se movían, volviéndose a mirar al rostro del Secretario del Gabinete.

“¿Qué pasó? ¿Qué… pasó? ¡Hmph!”

La mano del Maestro Forjador se movía. Tomaba sus tenazas, sacaba un lingote de metal ardiente de las llamas del crisol y luego se lo arrojaba al Secretario del Gabinete.

“¡Uwaaaaah!”

El Secretario del Gabinete se apartaba con desesperación y el lingote aterrizaba en el suelo con un ruido sordo.

“¡Bastardo! ¡¿Estás intentando matarme?!”

No podía tolerar esto, ni siquiera de un amigo.

El Maestro Forjador sin embargo, sonreía fríamente.

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“¿Matarte? Bueno, podrías pensar eso.”

Luego, estiraba la mano y tomaba el lingote. Los herreros típicamente usaban guantes resistentes al calor, pero lo sorprendente era que el Maestro Forjador no estaba usándolos. Tampoco estaba usando ningún objeto mágico que le otorgara tal efecto.

Había tomado el lingote de metal calentado con la mano desnuda.

Tan imprudente y ridícula era la acción, que el Secretario del Gabinete imaginaba poder oler y oír el chisporrotear de la carne del Maestro Forjador. El Maestro Forjador prácticamente escupía sus palabras ante los ojos abiertos del Secretario del Gabinete.

“¡No se calentó!”

“¿Qué, qué fue lo que dijiste?”

“¡Esta maldita cosa no se ha calentado para nada!”

Antes de darse cuenta, el Secretario del Gabinete había cogido el lingote arrojado hacia él. Por un momento, imaginaba que estaba emitiendo un calor abrazador, pero no estaba caliente en absoluto. De hecho, estaba sorprendentemente frío.

¿Qué, qué es esto?

Esa pregunta carecía de sentido. Dentro de todo el conocimiento que el Secretario del Gabinete poseía, sólo había una cosa que correspondía con la descripción de un metal que se mantenía frío incluso cuando era calentado. Por lo tanto, la pregunta no era más que una formalidad.

De hecho, las siguientes palabras del Maestro Forjador confirmaban sus sospechas.

“¡Es el lingote que ese maldito no-muerto me dio! ¡Lo he calentado todo un día y se mantiene frío! ¡Lo he martillado y no cambia de forma! ¡Ni siquiera puedo dejar una marca en él! ¡¿Cómo demonios se supone que voy a hacer una armadura con eso?!”

“¿No, no crees que te dio un metal que ni siquiera él podía trabajar?”

“Me gustaría pensar eso también. ¡Pero mira, está esta espada hecha del mismo material! ¡Con ella puedo dejarle una marca al lingote! ¡¿Qué demonios significa eso de ‘el artesano más experimentado’?! ¡No soy más que un idiota que lo único que puede hacer es quedarse mirando estúpidamente un trozo de metal desconocido!”

El Secretario del Gabinete se esforzaba por pensar en cómo reconfortar al alterado Maestro Forjador.

“Entonces, entonces. ¿Qué tal si le preguntas cómo trabajarlo a ese ser no-muerto?…”

“¿Aquellos que preguntan cuando no saben son más sabios que aquellos que no lo hacen? Algo como eso. ¿Cierto? Es verdad. Los Enanos de antaño tenían razón. Pero…¿Qué valor tiene mi experiencia? Mira estas manos.”

Extendía las manos con fuerza. Era un par de manos de artesano; gruesas, pesadas y llenas de cicatrices de antiguas quemaduras. Cualquier artesano se enorgullecería de tales manos.

“He trabajado el metal desde que era un estúpido discípulo. Lo he hecho por más tiempo que cualquiera, hasta ahora. Debido a eso, es natural ser elogiado como el artesano más sobresaliente por mis compañeros. ¡Y la razón de eso es porque he trabajado más duro que cualquier otro!”

La cara del Maestro Forjador estaba retorcida.

“He dedicado mi vida a la herrería. No pienso que haya imposibles y siempre he creído que a cualquier metal se le puede dar cualquier forma. …¡Qué ridículo que soy! ¡Jaja! ¡¿Qué he estado usando para engañarme?! ¡No era más que una pequeña rana en un pozo! Y pensar que me atreví a llamarme a mí mismo genio. Fui tan tonto.”

“No, todo lo que tienes que hacer es comenzar a aprender de nuevo. ¿Verdad?”

“Así es. Sí, tienes razón. Aunque me duele oírlo…”

El Maestro Forjador se aferraba fuertemente al lingote en su mano.

El hecho de que la cara del Maestro Forjador se había quedado por completo en blanco preocupaba al Secretario del Gabinete.

“Está bien. Tienes razón. Todo lo que tengo que hacer es comenzar a aprender de nuevo. Entonces. ¿Qué estás haciendo aquí?”

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“Qué estoy… tú… Ah, olvídalo. Ese rey no-muerto ha dejado la ciudad. Mañana celebraremos una reunión del Consejo y vine a decírtelo. Y también, no interfieras con los herreros rúnicos.”

“Así que es eso… lo entiendo. Entonces, te veré mañana.”

El Secretario del Gabinete seguía sintiéndose inquieto, pero no se atrevía a mostrarlo.

La fatiga del cuerpo se traducía en la fatiga del espíritu. El Maestro Forjador probablemente se recuperaría luego de una buena noche de descanso. Después de obligarse a aceptar esa explicación, el Secretario del Gabinete regresaba a casa.

Sin embargo, al día siguiente, se enteraba de que el Maestro Forjador había desaparecido con el lingote.

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