Overlord

Volumen 11: Los Artesanos Enanos

Capítulo 3: La Inminente Crisis

Parte 1

 

 

Overlord Volumen 11 Capítulo 3 Parte 1

 

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La Gran Grieta.

Se refería al gran abismo que recorría el lado occidental de la Capital Enana, Feoh Gēr.

Era una grieta inmensa, de más de 60 kilómetros de largo y 120 metros de ancho en su punto más estrecho. Su profundidad era desconocida. Nadie sabía qué aguardaba allá abajo y nadie había regresado vivo de las dos expediciones que habían sido enviadas a investigar.

Durante mucho tiempo, esta barrera natural había protegido Feoh Gēr de todo tipo de ataques de monstruos. Ellos podían frustrar a cualquier monstruo de occidente que intentase invadir, siempre y cuando defendieran el puente colgante que se extendía cruzando la Gran Grieta.

Hoy sin embargo, la guarnición de Feoh Gēr, la base militar que se encontraba entre la Gran Grieta y Feoh Gēr, se encontraba envuelta en un torbellino de gritos y confusión.

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“¿Qué está pasando? ¡Que alguien me diga exactamente qué está pasando!”

El grito venía del Comandante en Jefe del Ejército Enano, un veterano de más de 10 años de servicio.

La información que les llegaba era confusa y contradictoria y nadie tenía idea de qué estaba sucediendo. De lo único que podían estar seguros era que algo estaba sucediendo en la fortaleza que defendía la Gran Grieta.

“¡La información más reciente que tenemos indica que los Quagoa están atacando!”

Decía uno de los comandantes de pelotón, mientras leía un reporte proveniente de la fortaleza.

Las noticias como ésa difícilmente estaban fuera de lo común. Los Quagoa y los Enanos eran enemigos mortales y ellos atacaban frecuentemente en grupos de cientos. En sus diez años de servicio, había habido más ataques de los que el Comandante en Jefe podía recordar, pero hasta ahora todos habían sido repelidos en la fortaleza. Ninguno había logrado acercarse a la guarnición, ni mucho menos a la mima Feoh Gēr.

Esto se debía a que los Quagoa eran una raza fuerte contra los ataques con armas, pero muy débil contra ataques eléctricos. Sabiendo esto, ellos habían abastecido la fortaleza con objetos mágicos que podían producir [Relámpago] y efectos similares.

[Relámpago] era un hechizo que atravesaba al enemigo en línea recta y por lo tanto era extremadamente efectivo contra un enemigo que se alineaba a sí mismo para atacar cruzando un puente. Podía arrasar con una ola completa de Quagoa con un solo ataque. Además los Enanos que protegían el lugar estaban armados con ballestas encantadas con la habilidad de producir daño adicional.

Al contrario, los Enanos en la guarnición eran inferiores tanto en equipo como en número. Sin embargo eso no se debía a que no desearan asignar poder militar a una base importante, sino a que el Ejército Enano siempre había carecido de suficientes hombres. En consecuencia, la fortaleza tenía que tomar a sus defensores de una escasa reserva de tropas y tenía que hacerlo en números que no generaran crítica.

A pesar de esta especialización contra los ataques Quagoa, ahora la fortaleza se encontraba en un estado tal que ni siquiera tenían personal disponible para pedir ayuda. ¿Qué significaba eso?

“¡No me digas que fueron atacados por tantos enemigos que no pudieron defenderse! ¿Ha habido algún otro mensaje de la fortaleza?”

“Ninguno hasta ahora.”

Un sudor frío recorría la espalda del Comandante en Jefe.

Las palabras “gran invasión” le venían a la mente. Desde hacía varios años que había habido rumores de una cosa así, sin embargo él había estado haciendo lo mejor que podía para engañarse a sí mismo, diciendo que no había tal cosa. Sin embargo, se estaba desarrollando frente a sus ojos.

El Comandante en Jefe recobraba la compostura. Ahora no era el momento de reflexionar sobre esas cosas horribles.

¿Qué era lo que debía hacer ahora?

Un túnel ligeramente empinado y con forma de espiral conectaba la fortaleza con la guarnición y más allá estaba la capital Feoh Gēr. La caverna en la que se localizaba la guarnición era su línea defensiva final y además contaban con puertas de mithril que eran de aleación de orichalcum. Podían resistir un ataque enemigo desde el túnel si cerraban las puertas.


¿Debían cerrarlas?

Si lo hacían, no podían enviar refuerzos desde aquí. En otras palabras, estaban abandonando a sus camaradas, quienes podían estar luchando por sus vidas en la fortaleza.

Sin embargo, su vacilación sólo duraba un momento.

Había menos de 20 personas en la fortaleza. En Feoh Gēr había más de 100’000 Enanos. Sólo podía haber una respuesta cuando se pensaba en cuál de los lados tenía prioridad.

“¡Cierren las puertas!”

“¡Transmitan la orden! ¡Cierren las puertas!”

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Antes de que los ecos desaparecieran en el aire, un zumbido venía de la tierra. Lentamente, las puertas cubrían la entrada. Estas puertas, que no habían sido tocadas excepto en los entrenamientos, estaban siendo usadas ahora para su verdadero propósito.

“¡Señor! ¡Son los Quagoa!”

“¡¿Qué?!”

Luego que escuchaba el grito de los soldados vigilando la entrada del túnel, el Comandante en Jefe se volvía para mirar. Veía la desagradable figura de un semihumano, con espuma en la boca y ojos inyectados de sangre.

Sin armas encantadas con electricidad, incluso uno de ellos era un oponente formidable. Y ahora, hordas de ellos, tantos que no podían contarlos con ambas manos, estaban dirigiéndose hacia allí.

¿Cómo podía ser esto posible? ¿La fortaleza realmente había caído? ¿A cuántos hombres habían traído los Quagoa? ¿Podían resistir contra ellos incluso si cerraban las puertas?

El Comandante en Jefe tenía estas y muchas otras cosas en el corazón, pero al final sacudía la cabeza.

“¡No los dejen entrar! ¡Lanceros, adelante!”


Con fuertes gritos, los soldados se formaban en una línea de lanzas.

Incluso cuando veían esto los Quagoa, no detenían la velocidad de su avance. Esto se debía a que confiaban en que sus pelajes y pieles los protegerían del metal.

El Comandante en Jefe chasqueaba la lengua. Los Quagoa habían tomado una decisión acertada. Sus pieles eran tales que las flechas de las ballestas rebotaban cuando eran disparadas contra ellos. Lo único que una línea de lanzas podía hacer era mantenerlos a raya. Sin embargo, las personas aquí habían anticipado que los Quagoa intentarían algo como esto y naturalmente habían tomado medidas contra ello.

“¡Magos! ¡Ataque relámpago!”

Un hechizo de área de efecto de tercer nivel, [Bola de Trueno] y dos hechizos de segundo nivel, [Lanzas de Trueno] venían desde la terraza que daba hacia los lanceros, en un ángulo que no golpearía con ellos.

Los lanzadores de estos hechizos eran tres de los más poderosos magos en el ejército.

El grupo corriendo a la cabeza de la horda era aniquilado instantáneamente por la [Bola de Trueno], como se podía haber esperado de la perdición de los Quagoa. Los Quagoa detrás de ellos dejaban de moverse para evitar ser golpeados también.

Sólo era por un breve lapso, pero les daba un respiro.

Las puertas se cerraban con un gran clang. Y los sonidos de martillazos y golpes se filtraban hacia el otro lado de las resistentes puertas.

La tensa atmósfera en el aire se aligeraba un poco. Sin embargo, el Comandante en Jefe, los hombres alrededor de él y todos aquí sabían que esto no había terminado aún.

Las puertas eran muy resistentes. Los dientes y garras de los Quagoa regulares no podían dañarlas. Sin embargo, algunos Quagoa tenían dientes que se decía podían rivalizar en dureza con el mithril. Aunque estos eran seres del nivel de líderes, no sería extraño encontrar a tales entidades participando en un ataque como éste. No había forma de descartar ningún problema.

“¡Maldición! ¡Si tan sólo la puerta estuviera electrificada!”

Ésa era una sugerencia que el Comandante en Jefe había hecho en el momento en que asumió su puesto. Después de todo, la puerta sola no era lo suficientemente confiable para ser la línea final de defensa. Por supuesto, había habido numerosas razones por las que no podían encantar la puerta, tales como la falta de poder nacional, pero gran parte de ello había sido porque la fortaleza siempre había logrado detener cualquier invasión enemiga. Por lo tanto, los altos mandos tenían la actitud de que “siempre y cuando la fortaleza resista, todo estará bien”.

Mirando alrededor, veía las expresiones sombrías y oscuras en las caras de todos.

Esto era malo. Si perdían la esperanza por el futuro, terminarían perdiendo en el momento en que la lucha se volviera desesperada.

El Comandante en Jefe decidía darle la vuelta a la situación y gritaba.

“¡Buen trabajo! ¡Hemos asegurado la seguridad de la ciudad! ¡Pero de ninguna forma está garantizada! ¡Comiencen a colocar barricadas en caso de que el enemigo atraviese las puertas! ¡De prisa!”

Los rostros de los soldados Enanos se llenaban de nueva determinación. Saber que seguía habiendo algo que podían hacer reavivaba su motivación. Incluso una frágil esperanza era mejor que no tener ninguna.

El Jefe del Estado Mayor del Comandante en Jefe se acercaba a él y le susurraba al oído.

“Señor ¿Deberíamos sepultar la puerta con arena y tierra?”

Si la sellaban por completo, muchos Enanos expresarían su desaprobación.

“No tienen idea de lo que está sucediendo.”

El Comandante en Jefe se percataba de la expresión de su Jefe del Estado Mayor. Probablemente había asumido que la declaración del Comandante en Jefe era una respuesta a su pregunta.

“Perdona, no me refería a ti. Hablaba de ellos…del Consejo de Regentes.”

“Usted también es uno de ellos ¿No, Comandante en Jefe? ¿Así que ésa es su respuesta a un cierre completo? Personalmente, no creo que sellarlas sea suficiente. Deberíamos abandonar Feoh Gēr.”

El Comandante en Jefe entrecerraba los ojos y cogía del brazo a su Jefe del Estado Mayor y lo llevaba a un lugar en donde los hombres no los oirían.

No quería que su conversación sea oída por nadie.

“¿También lo crees?”

No tenían idea de cuántos Quagoa había del otro lado de las puertas.

El ataque enemigo había sido demasiado rápido y habían sido obligados a ponerse a la defensiva. Por lo tanto, habían perdido muchas oportunidades de aprender más sobre el enemigo. Lo que estaban haciendo ahora era como encerrarse a sí mismos y cerrar los ojos.

La única información sólida que tenían era que el enemigo tenía el suficiente poder de ataque como para traer abajo la hasta entonces inexpugnable fortaleza y tenían que pensar en una manera de lidiar con eso.

Bajo estas circunstancias y luego de tomar en cuenta el poder de ataque con el que contaban, los Enanos se daban cuenta que era extremadamente difícil abrir las puertas y hacer retroceder al enemigo. La mejor solución bien podía ser abandonar su capital.

“Entonces. ¿Cuánto tiempo ganaremos si las enterramos bajo tierra?”

“Si derrumbamos la caverna, ganaremos mucho tiempo, pero si sólo usamos arena y tierra, como mucho ganaremos un par de días.”

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“¿Qué peligros presentaría un derrumbe?”

“Como sabe, no estamos tan lejos de Feoh Gēr. Aunque no puedo estar realmente seguro sin hacer que lo verifique un Doctor de Túneles, existe la posibilidad de que la ciudad se vea afectada también. En el peor de los escenarios, podría abrirse un camino más allá de las puertas y los Quagoa podrían ingresar a Feoh Gēr a través de él…”

“En otras palabras, tenemos que averiguarlo ahora mismo. Entonces, la siguiente pregunta. ¿Crees que la fortaleza cayó por el puro peso de los números? ¿Por qué las personas de la fortaleza no nos lo informaron más pronto?”

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“He pensado en unas cuantas posibilidades. Personalmente, lo más probable es que los Quagoa hayan recurrido a la ayuda de otra especie.”

¿Podría tratarse de Dragones de Escarcha?

Los Quagoa habían conquistado la antigua capital Enana de Feoh Berkanan y la habían tomado como su hogar. Sin embargo, el Palacio Real en el corazón de la ciudad estaba gobernado por un Dragón de Escarcha.

Ambos grupos no tenían una relación perfectamente cooperativa, pero ya que vivían juntos, era posible que se ayudaran el uno al otro.

La cara del Comandante en Jefe palidecía. Los Dragones de Escarcha eran esencialmente desastres naturales una vez que alcanzaban cierta edad.

Originalmente había habido cuatro ciudades Enanas.

Feoh Berkanan, que había sido abandonada durante un ataque de los Dioses Demonio hacía 200 años.

Feoh Gēr al este, que era su capital actual.

Feoh Raiđō al sur, que había sido abandonada hace muchos años.

Y finalmente, Feoh Tiwaz, al oeste.

Esta ciudad al oeste había sido destruida durante una batalla entre dos Dragones de Escarcha, Olasird’arc Haylilyal y Munuinia Ilyslym y había quedado convertida en ruinas.

“Pienso que es lo más probable. Aunque desconozco lo que hicieron para inducir a actuar a ese grupo de arrogantes, la otra alternativa es que lo hicieron por sí solos. También podía ser que inventaron algún tipo de hechizo o que habían encontrado un desvío a la Gran Grieta.”

“Incluso nosotros los Enanos no hemos encontrado una manera de evitar la Gran Grieta.”

“Sin embargo. ¿Hace cuántos años que fue eso? Tal vez los Quagoa excavaron un túnel o algo mientras que otros monstruos se movían o la corteza de la tierra se ha desplazado, proveyéndoles de un desvío. Si lo piensas, incluso podían haber ido por el exterior.”

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“¿Los Quagoa en la superficie?”

“Podría haber un individuo con esa habilidad.”

Los Quagoa eran completamente ciegos bajo el sol, así que era imposible que movilizaran sus fuerzas en la superficie.

Sin embargo, eso sencillamente era algo que él deseaba creer.

No, ahora era demasiado tarde para lamentarlo. Él tenía que tomar esto en cuenta al momento de planear estrategias futuras.

“Jefe del Estado Mayor, tenemos que tener en cuenta que podrían ser capaces de viajar por la superficie y reforzar nuestras defensas adecuadamente. Envía a unas cuantas personas sin poner en peligro nuestra defensa aquí. También tenemos que avisar al Consejo y hacer que evacuen al sur. ”

Además de esta guarnición, la fortaleza al frente de la Gran Grieta y la Cámara del Consejo en la ciudad misma, había una base militar más en la ciudad Enana de Feoh Gēr.

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Era una fortaleza erigida para el beneficio de aquellas personas más altas que los Enanos, para humanos por ejemplo. Estaba ubicada en la entrada de la superficie. El Comandante en Jefe daba la orden de reforzar esa área y de estar alertas ante cualquier ataque desde allí.

“¡Entendido!”

“También, has que los hombres se preparen para enterrar las puertas. Si necesitamos el permiso del Consejo, buscaré una forma de convencerlos.”

“¿Qué tal si el Consejo se toma su tiempo deliberando?”

“Haz lo mejor que puedas. Yo también haré mi mejor esfuerzo.”

Eso era todo lo que podía decir. Por supuesto, su plan era luchar por ello tanto como le fuera posible en su posición como uno de los ocho Concejales. Pero si los otros lo vetaban, entonces todo lo que podía hacer por su cuenta era intentar lo mejor que podía.

“¡Reporte! ¡Reporte! ¡Tengo un reporte! ¡¿Dónde está el Comandante en Jefe?!”

Mirando hacia el origen de la voz, el Comandante en Jefe veía a un soldado Enano montado en una Lagarto de Montar.

Los Lagartos de Montar eran un tipo de Lagarto Gigante. Eran reptiles grandes que medían tres metros desde la cabeza a la cola. No eran muy numerosos, así que los Enanos los criaban como monturas y los usaban como bestias de carga para el trabajo diario.

Sin embargo, la mayoría de los corredores no los usarían para transmitir un mensaje. Sólo se empleaban en circunstancias extremas, cuando tenían que informar a la guarnición sobre las condiciones del frente.

El corazón del Comandante en Jefe se llenaba de inquietud.

¿De dónde viene ese hombre?

“Esta semana debería de haber estado apostado en la entrada de la superficie.”

Eso validaba la sensación de miedo en el corazón del Comandante en Jefe. No, por la expresión del hombre y por su tono casi enloquecido, eso era totalmente obvio. Estaba preguntando simplemente porque no quería reconocer la realidad frente a sus ojos.

“¡Estoy aquí! ¿Qué sucede?”

El mensajero corría a toda velocidad hacia el Comandante en Jefe. No debía demorarse. Esto era algo que tenía que informar de inmediato para que pudiera trazarse un curso de acción de forma rápida.

El mensajero se dejaba caer de la espalda del Lagarto y gritaba mientras intentaba ponerse de pie desesperadamente.

“¡Comandante en Jefe! ¡Una emergencia! ¡Mon-monstruos! ¡Hay monstruos!”

Él había estado esperando que se tratara de los Quagoa, pero rápidamente descartaba esa posibilidad. El hombre no había usado esas palabras para describir a los Quagoa.

“¡Cálmate! ¡No podemos entender lo que dices! ¿Qué sucedió? ¿Todos están bien?”

“¡S-sí! ¡Hay monstruos aterradores en la entrada! ¡Dicen que quieren hablar sobre el ejército de Quagoa dirigiéndose hacia aquí!”

“¡¿Queeeeeé?!”

Su llegada era demasiado precisa. No podía imaginar que ambos eventos estuvieran desconectados. ¿Podía tratarse de los jefes de los Quagoa? ¿O eran ellos los que los habían ayudado a cruzar la Gran Grieta?

“¿Quiénes, quiénes son? ¡Cómo se ven! ¡Jefe del Estado Mayor! ¡Reúna a todos los hombres que puedan moverse en este momento!”

“¡Entendido!”

El Comandante en Jefe ni siquiera tenía tiempo para ver marcharse a su aterrado subordinado.

“¡¿Cuántos monstruos hay allá?! ¡¿A cuántos han perdido?!”

“¡S-sí! Hay alrededor de 30 de ellos. ¡Pero no parecen querer luchar! Dijeron que querían hacer un trato con nosotros, pero se veían muy malvados, así que no creo que ésa sea su verdadera intención. ¡Debe haber algún tipo de trampa!”

¿Cómo exactamente calificaban de malvados? Más importante aún, este hombre no los había descrito todavía. Luego de preguntarle de nuevo, el soldado tragaba saliva y lo explicaba.

“¡Son no-muertos de apariencia aterradora, rodeados de un aura poco favorable!”

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“¡¿Qué?! ¡¿Son no-muertos?!”

Seres que odiaban a los vivos, que sembraban muerte a su paso, los enemigos de todo lo que vivía.

Numerosas imágenes aparecían en la mente del Comandante en Jefe al momento de oír la palabra “no-muerto”. Por ejemplo, Zombis Congelantes, Huesos de Escarcha, entre otros. Sin embargo, ninguno de esos no-muertos eran adversarios poderosos. Este hombre debía saber eso. Si era así ¿Por qué estaba tan asustado?

Además ¿Por qué vendrían aquí los no-muertos? ¿Era para deleitarse de la masacre mutua entre Enanos y Quagoa ya que ambos eran seres vivos?

“¡Jefe del Estado Mayor ¿Ya están listos?! ¡Nos moveremos una vez que lo estén! ¡No sabemos qué tipo de no-muertos haya allá afuera, pero no los tomen a la ligera! ¡No dejen que nos subestimen! ¡Podrían no actuar con arrogancia, pero si nos menosprecian, estaremos en peligro!”

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