Overlord

Volumen 10: El Gobernante de las Conspiraciones

Capítulo 3: El Imperio Baharuth

Parte 1

 

 

Overlord Volumen 10 Capítulo 3 Parte 1

 

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Albedo partía hacia el Reino en un día despejado y soleado y Ainz iba al patio de su residencia para despedirse de ella.

Había cinco carruajes lujosos aparcados allí. Uno de ellos era para Albedo y otro para su equipaje. Uno de los carruajes restantes contenía regalos para el Rey, para hacer hincapié en la diferencia entre el poderío del Reino y el del Reino Hechicero. Rodeando estos carruajes estaban los 20 Cavaliers de la Muerte que Ainz había creado.

Habría sido muy fácil simplemente teletransportarse al Reino, pero habían escogido no hacerlo.

Albedo y su grupo eran los responsables de demostrar el poder del Reino Hechicero. Parte de eso significaba usar monstruos en lugar de caballos para tirar de los carruajes. Una amenaza implícita, por así decirlo.

“Entonces, Ainz-sama, por favor cuídese por algún tiempo.”


“Umu, ten cuidado. Aún no hemos encontrado a las personas que le lavaron el cerebro a Shalltear. Es por eso que no podemos descartar la posibilidad de que podrían estar buscando controlarte y luego usarte como parte de una gran apuesta para infligir una enorme cantidad daño a Nazarick.

“Por supuesto. Seré cuidadosa y nunca dejaré que esto se aleje de mi persona.”

Albedo abrazaba un ítem de Clase Mundial contra su pecho.

“Creo que poseer eso debería eliminar el riesgo de que te laven el cerebro con un ítem de Clase Mundial. Sin embargo, el enemigo podría no estar limitado a usar sólo ese ítem. Además, aunque ése ítem de Clase Mundial que posees es el más poderoso contra objetos físicos, no olvides que no es muy útil contra objetivos individuales.”

“¿Es así? Pero, uso esto como arma principal luego de cambiar su forma…”

“Es más débil que un ítem especializado de clase divina. Aun así, es bastante fuerte ya que nunca se destruirá ni se dañará. Todo lo que quiero decir es que, no te descuides por ser fuerte. Aunque no creo que cometas un error así…”

Ahora que lo pensaba, hasta ahora Albedo nunca había estado fuera.

Él la había apostado en Nazarick para que sirviera de defensa. Debido a eso, Ainz se sentía preocupado, como si estuviera dejando salir a un niño por primera vez para realizar una tarea.

“Permanece alerta y no seas descuidada. Si sientes algún peligro, retírate de inmediato. ¿Tienes algún ítem de teletransportación? Algunos requieren de cierto tiempo para funcionar. ¿El tuyo actúa de inmediato? Algunos enemigos también pueden impedir la teletransportación antes de atacar. ¿Has pensado en alguna forma de encargarte de ellos? También podría haber enemigos que te distraerán con algún cebo antes de emboscarte. No te dejes engañar por la fuerza de tu enemigo. ¿Está bien? Aunque he oído que has recibido entrenamiento de combate para mejorar tu capacidad de respuesta, de todas formas tienes que adquirir un poco más de conocimientos. Además…”

Pensaba que habría sido bueno si le hubiera dado una charla parecida a ésta a Shalltear al mismo tiempo que pensaba sobre las tácticas que él usaría para hacer PK. Al hacerlo, rociaba a Albedo con un torrente de palabras a la velocidad de una ametralladora.

¿Cuánto tiempo había usado para pensar en todo tipo de ataques? Ainz sólo regresaba a la normalidad luego de darse cuenta de que Albedo lo miraba con una expresión de alegría en el rostro.

Esto era terriblemente embarazoso.

Ainz tosía.

“Bueno, algo como eso. Creo que tú mejor que nadie, Albedo, no descuidarás los preparativos y contramedidas. Perdón por demorarte. Ten cuidado en tu viaje.”

“Entendido, Ainz-sama.”

“Aunque podría no ser apropiado preguntártelo justo antes de que te vayas, sobre Demiurge… No, no importa.”

“¿Él no debería estar bien?”

Si Ainz hubiera recibido algún tipo de comunicación de Demiurge, no tendría una montaña de preguntas que hacerle. Por ejemplo, en el caso de Albedo, ella no se había opuesto a la cuestión del Gremio de Aventureros, pero sobre él, sería mejor preguntárselo en persona cuando regresara. Albedo parecía sorprendida, pero luego de darse cuenta de que Ainz no pensaba responderle, volvía a su dulce expresión habitual.

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“Entonces, Ainz-sama. Como la Supervisora de los Guardianes, le mostraré resultados que no traerán vergüenza a mi cargo.”

“Tus acciones nunca han insultado tu puesto.”

Por supuesto, justo después de eso se acordaba de la vez que Albedo se había montado sobre él, pero no era el tipo de cosa que se podía mencionar en momentos como estos.

“Hay una cosa más que tengo que decir. Aunque eres inmune a las enfermedades, en este mundo podría haber enfermedades que podrían pasar por alto incluso esa inmunidad, así que ten cuidado. He oído que es excepcionalmente fácil contraer una enfermedad en el cambio de temporada.”

La transición entre las cuatro estaciones no era del todo clara en el mundo de Satoru Suzuki.

De pronto lo asaltaba un pensamiento… ¿Qué haría Blue Planet si estuviera aquí? Probablemente tendría la misma expresión de ojos brillantes de Albedo. …Aunque, si era capaz o no de hacer esa expresión era un asunto completamente diferente.

Entonces, Albedo ofrecía una sugerencia, con una mirada en el rostro similar a una flor recién florecida:

“¡Ainz-sama! ¡Co- conozco una medicina preventiva que funciona muy bien contra las enfermedades!”

“¿Hoh…?”

Era toda una sorpresa. Él no había esperado que ella conociera un tratamiento único en este mundo.

Nfirea el herborista no debería haber tenido contacto con Albedo. Siendo ése el caso. ¿Podría tratarse de algún conocimiento de Yggdrasil o tal vez algo que Tabula Smaragdina había programado en ella? Sintiendo curiosidad, Ainz aguardaba con interés lo siguiente que ella diría.





“¡Un beso!”

“…¿Un beso?”

“Sí, los besos reducen el estrés y activan el sistema nervioso parasimpático. Una vez que se incrementa la eficiencia de éste, el desempeño del sistema inmunológico mejora con él. En otras palabras. ¡Si uno recibe un beso, no se enfermará!”

“Lo que dijiste se oyó algo familiar…”

Recordó que alguien mencionó algo sobre el sistema nervioso parasimpático cuando jugaba en Yggdrasil. Eso debía ser. Sin embargo, no pensaba que también sería eficaz en este mundo.

“Por lo tanto, quiero un beso~”

Albedo cerraba los ojos y fruncía los labios.

Todo lo que él podía ver era un pulpo.


Esa descripción podía sonar como que estaba difamando a una gran belleza, pero la verdad era que su atractivo no había disminuido mucho. Después de todo, una mujer hermosa seguiría siendo hermosa sin importar el tipo de expresión que tuviera en el rostro.

Ese pensamiento inoportuno surgía en la mente de Ainz.

Llegado este punto, Ainz ya había considerado escapar.

Quería decir, “Ciertamente no”, pero era demasiado obvio que ella estaba esperando un beso. Además, éste era un deseo de alguien que estaba a punto de llevar a cabo una diligencia, así que él quería ayudar a cumplirla, hasta cierto punto. Adicionalmente, su corazón le dolería si ignoraba los deseos de la hija de Tabula Smaragdina.

Ainz tomaba la barbilla de Albedo con una mano y le daba un beso en la mejilla. Dicho esto, Ainz no tenía piel y por consiguiente no tenía labios, así que el beso que le daba no era más que presionar sus dientes frontales contra ella. Además, ya que no tenía saliva, todo lo que ella podía sentir era algo seco y duro tocándola.

Aunque esto era terriblemente vergonzoso, tenía que hacer que ella lo soportara.

(Me alegro de haberme lavado los dientes, aún cuando no comí nada.)

Luego de que su mano dejara su barbilla, se encontraba con la mirada sorprendida de Albedo.

“¿Qué, qué sucede? Además, habría sido demasiado besarte en los labios, así que la mejilla tendrá que bastar. ¿No estuvo bien?”

“…No pensé que realmente lo consideraría.”

Antes de que Ainz pudiera preguntarle qué era lo que realmente quería decir, los ojos de Albedo se llenaban de lágrimas.

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“Fueeeen~”

Albedo lloraba. No eran lágrimas de cocodrilo. Realmente estaba llorando.

Luego de que el ansiado impacto de su supresión emocional lo inundara, Ainz se ponía en acción apresuradamente. Claro que no tenía idea de cómo proceder.

En el pasado, cuando había hecho llorar a Albedo en la Tesorería, había pensado en algo reconfortante que decir. Sin embargo, nada le venía a la mente ahora que la había hecho llorar luego de besarla. ¿Qué era lo que haría ese Emperador niño bonito (Jircniv) en un momento como éste? A pesar de que pensaba en ese tema, parecía que ninguna de las escenas que Ainz había presenciado había cubierto jamás una situación como ésta.

“Albedo, por favor no llores.”

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Desesperadamente quería pedirle ayuda a la sirvienta de turno detrás de él, pero ya se había avergonzado a sí mismo lo suficiente. No podía deshonrarse aún más.

“Albedo, no llores.”

Ainz tomaba a Albedo entre sus brazos y suavemente le daba unas palmaditas en la espalda.

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Se quedaban así por un momento y entonces Albedo sorbía su nariz. Parecía que sus lágrimas se habían detenido.

Ainz liberaba las manos con las que sostenía a Albedo, al mismo tiempo que una sensación de alivio lo inundaba.

“¿Estás bien, Albedo?”

“Sí, Ainz-sama. Siento mucho haber dejado que viera ese lado vergonzoso de mí.”

Aunque manchada con lágrimas, su sonrisa seguía siendo muy hermosa.


Sólo había una razón por la que podía haber llorado.

Su estómago inexistente comenzaba a dolerle luego de percatarse de lo cruel que había sido. Lo había hecho porque el juego iba a terminar pronto… Si tan sólo no hubiera pensado así, ella no habría llorado de esta manera.

“¿Es así? …Bueno, ya casi es hora. Deberías partir si ya estás bien.”

“¡Entendido! ¡Momonga-sama!”

***

 

 

Las cortinas montadas en el carruaje se abrían y veía a Albedo agitando la mano hacia él. En respuesta, Ainz agitaba la suya hacia ella.

Ésta era una escena directamente sacada de esas despedidas en los ferrocarriles que uno podía ver en la televisión.

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El carruaje lentamente comenzaba a moverse y los centinelas comenzaban a moverse también.

Ainz se quedaba observando hasta que ya no podía ver el carruaje de Albedo y mientras miraba a lo lejos, impartía una orden grave y sombría.

“Olvida todo lo que viste aquí.”

“Entendido.”

Ainz pasaba por delante de la sirvienta, cuya cabeza se encontraba agachada. Ainz no tenía forma de ver qué tipo de expresión tenía la sirvienta en el rostro en ese momento.

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