Overlord

Volumen 9: El Lanzador de Magia de la Destrucción

Capítulo 4: Masacre

Parte 2

 

 

¿Qué demonios había pasado?

Nadie podía responder esa pregunta.

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Cada ser viviente que conformaba el ala izquierda del ejército del Reino, caballos, conscriptos, caballeros, nobles, todos, de pronto caían de rodillas y se desplomaban al suelo como marionetas cuyos hilos habían sido cortados.

Los primeros que entendían la respuesta eran las tropas Imperiales, situadas al frente de ellos.

Tomaba un tiempo para que las mentes humanas pudieran procesar correctamente los eventos que acababan de ocurrir. Así que luego de un corto retraso, mientras la terrible comprensión de los hechos asomaba sobre ellos, el ejército Imperial rompía en gritos de pánico.

Luego de observar a Ainz Ooal Gown que desplegaba un círculo mágico, ellos habían asumido que iba a lanzar algún tipo de hechizo. Hasta ahí lo podían entender.

Sin embargo ¿Quién lo hubiera podido imaginar?

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¿Quién hubiera podido imaginar el aterrador hechizo que había sido lanzado aquí?

El hechizo que había sido lanzado había matado a 70 000 personas, más que todo el ejército Imperial en un instante, extinguiendo sus vidas total y completamente.

Incapaces de creer lo que veían sus ojos, los caballeros Imperiales oraban a cualquier de los dioses en los que creían.

Oraban para que la gente del Reino no estuviera muerta.

Oraban para que tan terrible magia no existiera en este mundo.

Por supuesto, en el momento que observaban la verdad ante sus ojos, que ni una sola persona se había puesto de pie de donde habían caído, eran plenamente conscientes de que no era más que una esperanza infantil.

Incluso así, no había forma de que pudieran aceptarlo. No había forma de que aceptaran esto como un hecho.

El hombre aclamado como uno de los más fuertes en el Imperio, uno de los Cuatro Caballeros, Nimble sólo podía mirar con horror mudo y hacer rechinar los dientes en abierto terror ante la de pronto despoblada ala izquierda del ejército del Reino.

Nadie se ponía de pie. Era una realidad demasiado, demasiado horrible de aceptar.

Pero la terrible verdad no podía ser descrita usando sólo estas simples palabras.

Ainz Ooal Gown lanzador de magia, era un monstruo que por si solo era capaz de tomar las naciones forjadas por los hombres y arrasar con ellas de la forma en la que un niño podía derribar un castillo de arena.

Era una realidad que estaba más allá de la capacidad de descripción de cualquier palabra.

El pánico que envolvía al ejército Imperial se drenaba gradualmente como agua. Al final todos simplemente se quedaban callados, incapaces de hablar.

Sin embargo un extraño ruido se oía entre el silencio de las formaciones del ejército Imperial. El ruido tenía su origen en muchos sonidos mezclándose en un barullo estruendoso. Era el sonido de todos y cada uno de los caballeros haciendo rechinar los dientes.

Éste era el terror producido al darse cuenta de que el Imperio, en donde vivían sus familias, se encontraba al borde de la extinción al igual que el Reino.

Era el entendimiento de que si se atrevían a levantar el puño contra Ainz Ooal Gown, la misma magia horrible podía ser usada contra ellos…

Sin mover el rostro Nimble espiaba al monstruo junto a él, Ainz Ooal Gown, pero todo lo que veía era indiferencia.

(¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo es posible? ¿Cómo puede alguien estar así…como él…tan tranquilo? ¡¿Incluso luego de tomar 70 000 vidas?! Por supuesto, el campo de batalla es un lugar de muerte. Que los débiles pierdan la vida es sólo cuestión de tiempo. ¡Pero incluso así ¿No debería sentir algo en el corazón luego de matar a tanta gente?!)

Pesar o culpa serían la respuesta natural. Incluso si sintiera alegría o emoción, eso podría ser comprensible, aunque se trataban de reacciones retorcidas.

Sin embargo…

(¿Es esta indiferencia algún tipo de habilidad defensiva para proteger su consciencia? ¡No, para un monstruo como éste, debe tratarse de una escena familiar! ¡¡Ya sea lástima por pisotear hormigas o alegría sádica, ninguna de estas emociones están presentes!! ¡¡¡¿Qué…qué es esto?!!! ¡¡¡¡¿Por qué está pasando esto? ¿Por qué alguien así existe en el mundo?!!!!)

“…¿Qué sucede?”

“¡Ayyye!”

Su cuerpo se sentía como si estuviera revestido en acero helado. En respuesta a la súbita pregunta, Nimble respondía con un grito de pánico.

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“No-no pasa nada malo. Ese, ese hechizo de hace un momento, fue magnífico.”

Nimble agradecía en silencio porque aún era capaz de hablar. Más que eso…El hecho de haber podido elogiar a Ainz bajo tales circunstancias no era nada menos que loable.

“Jajaja…”

Y lo que Nimble obtenía a cambio no era nada más que una trisa tranquila.

“¿Lo he, lo he ofendido?”

“No, en absoluto. Dijiste que el hechizo de ahora fue magnífico, ¿no?”

“S-sí.”

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¿De qué se estaba riendo? El sudor caía por la frente de Nimble como un río. Luego de ver las terribles consecuencias de enojar a esta persona, no tenía intención de provocar su ira.

“Por favor, tranquilízate. Aunque debo decir, que mi hechizo aún no está completo. Ahora comienza el verdadero espectáculo. Después de todo, cuando uno hace una ofrenda a la Cabra Negra de los Bosques con el Millar de Retoños, ella a cambio responderá con un regalo de su descendencia. Esos lindos y adorables niños…”

Era cierto.

Y de manera similar a como una fruta madura caería a la tierra dado el debido tiempo…

♦ ♦ ♦

 

 

Los caballeros Imperiales eran los primeros en verlo.

Era de esperar que eran ellos, observando desde una distancia segura, los que lo vieran primero. Ya que se sentían a salvo, se atrevían a mirar por entre las estrechas rendijas de sus cascos.

Luego de que la tormenta de muerte había cobrado la vida de los soldados del Reino, algo aparecía en el cielo, una esfera negra azabache que hacía sentir escalofríos en la espalda a todos los que la veían. Parecía contaminar el mundo con su sola presencia.

Entonces ¿Quién en el lado del Reino podía verlo? Lo más seguro es que eran las tropas del extremo derecho, quienes no tenían línea de visión directa con lo que había sucedido al otro lado. Tal vez sentían que algo extraño estaba pasando, pero no sabían los detalles de lo que había ocurrido y mientras miraban alrededor para averiguarlo, lo veían.

Como si sus ojos hubieran sido guiados hasta allá, los soldados de ambos bandos y los soldados al lado de ellos se daban cuenta. De esta forma todos en las Planicies Kattse, quienes se habían reunido para la guerra, terminaban observando en silencio la esfera que flotaba en el cielo.

La esfera, la cual se parecía más que nada a un agujero en los cielos era como una telaraña abierta, una vez que uno posaba la vista en ella no podía apartarla.

La esfera negra crecía lentamente.

Ya sea luchar o huir, ningún humano podía realizar cualquier pensamiento o actividad significativa. Todo lo que podían hacer era mirar tontamente.

En poco tiempo la fruta madura caía.

Como dictaban las leyes del universo la esfera se rompía al tocar la tierra.

Estallaba como un globo golpeando el suelo o tal vez como una fruta demasiado madura haciendo lo mismo.

Estaba llena de algo que se esparcía hacia afuera desde el punto de impacto. Era algo parecido al asfalto. Absorbía la luz, como una ola de oscuridad hambrienta. Era pegajoso y fluido y se tragaba los cuerpos de los soldados muertos del Reino.

Informados por algún instinto desconocido nadie pensaba que terminaría allí.

Tal vez sólo había comenzado.

Éste era el comienzo de su desesperación.

De repente, un gran árbol crecía de entre el alquitrán negro que cubría la tierra.

No, no era nada tan agradable como un árbol.

Al principio, sólo había un tronco, pero luego se multiplicaba. Dos, tres, cinco, diez… se agitaban bajo un viento que no estaba presente. Lo que estaba creciendo allí…eran tentáculos.

“¡¡MEEEEEEEEEEEE!!”

De pronto, oían el balido adorable de una cabra. Y no era sólo una. El sonido de un rebaño de cabras parecía estar viniendo de algún lugar.

Como si fuera atraído por el sonido, el asfalto se retorcía y daba nacimiento a algo.

Era algo demasiado extraño, demasiado antinatural.

Tenía diez metros de altura. Si se agregaba la longitud de los tentáculos, esa cifra dejaba de ser clara.

A simple vista, parecía una especie de nabo. En lugar de hojas tenía incontables tentáculos negros y su cuerpo era una masa de carne cubierta de protuberancias. Debajo había cinco patas con pezuñas negras en las puntas, como las de una cabra.

Unas fisuras aparecían en su cuerpo, esa gruesa masa de carne cubierta de protuberancias, pelándose y partiéndose con el sonido de algo que se rompía. Estas grietas no estaban limitadas a una sola área. Y entonces…

“¡¡MEEEEEEEEEEEEEE!!”

Los adorables balidos de las cabras resonaban desde aquellas aberturas. Eran unas fauces salvajes que babeaban sin cesar.

Eran cinco de ellos.

Revelaban sus formas escalofriantes a todos en las Planicies Kattse.

Los Retoños Oscuros (Dark Young) de la Cabra Negra.

Nacidos del hechizo de súper-nivel “la Shub-Niggurath – Sacrificio a la Cosecha Negra”. Eran monstruos invocados por las muertes de los hombres. Aunque no poseían habilidades especiales, eran extraordinariamente resistentes.

Y su nivel era superior a 90.

Era el presagio de una tormenta de masacre.

Además de su adorable balido tan asquerosamente dulce y lindo que hacía que la gente quisiera vomitar, no habían otros sonidos. Esto era debido a que nadie podía hablar, negándose a aceptar o a creer que los eventos que se desarrollaban ante sus ojos estaban sucediendo realmente. Más de 300 000 personas o si uno contaba sólo a los vivos 235 000 personas estaban reunidas allí y ninguna de ellas podía decir nada.

Ante estas circunstancias, Ainz se reía de buena gana.

“¡Maravilloso! ¡Es un nuevo récord! En toda la historia, debería ser el único que logró invocar a cinco a la vez. Notable. Debo darle las gracias a todos los que murieron aquí hoy.”

Bajo circunstancias normales, cada invocación de Retoños Oscuros sólo producía una entidad, lo que era en sí mismo causa de celebración. Ser capaz de invocar a dos era una rareza.

Y ahora, había cinco.

Al igual que un jugador que celebraba el haber vencido su propia puntuación, Ainz estaba contentísimo por haber conseguido un nuevo récord. Así que ¿Qué importaba si habían muerto miles para conseguirlo?

“Aunque…sería mejor si hubieran más…¿No será que cinco es el límite? Si logré alcanzar el límite del hechizo, entonces sería toda una hazaña.”

“¡Felicidades! ¡Como era de esperar de Ainz-sama!”

Ainz sonreía bajo la máscara mientras Mare lo elogiaba.

“Gracias, Mare.”

Luego de eso Nimble se volvía como por reflejo. Su rostro era algo entre las lágrimas y la risa, al mismo tiempo que también elogiaba a Ainz.

“Fe-felicidades.”

“Gracias.”

Ainz respondía de buen humor.

La apariencia que mostraba Nimble de estar honestamente conmovido alimentaba el hormigueo en el corazón de Ainz.

Entonces, Ainz recordaba sus días como jugador de Yggdrasil, de la misma oleada de emociones que había tenido cuando había visto por primera vez el lanzamiento de ‘la Shub-Niggurath’.

(Como un llamativo hechizo de súper-nivel, parecía que había robado los corazones de todos. Bueno, era de esperarse de uno de los hechizos más populares en Yggdrasil. Cuando decía que lo iba a usar, Albedo y Demiurge no podían dejar de prodigarme elogios.)

Un sonido *gachigachi* surgía de entre las filas del ejército Imperial.

Era el sonido de las armaduras traqueteando contra sí misma.

Los cuerpos de los soldados temblaban de miedo, pero nadie podía reírse de ellos.

No había nadie que no tuviera la piel de gallina luego de oír la risa del Rey Hechicero que había lanzado ese hechizo escalofriante.

Cada hombre entre los caballeros Imperiales tenía el mismo deseo.

Deseaban que la ira de Ainz Ooal Gown no cayera sobre ellos.

En ese sentido, era más como una oración.

Mientras los soldados imploraban fervientemente la ayudad de sus dioses, Ainz comenzaba con la siguiente fase. Sentía que ya había hecho suficiente pero por otro lado no estaba de más asegurarse.

En esta ocasión, el objetivo había sido proclamar el poder de Ainz Ooal Gown, un practicante de magia de súper-nivel, a las naciones reunidas.

Ese objetivo ya había sido cumplido. Sin embargo, dejar que estos subordinados se desvanezcan sería un desperdicio.

Era cierto, sería un desperdicio muy grande.

Ainz resoplaba.

Si hubiera tenido lengua, hubiera lamido sus labios en anticipación.

Ésta era una alegría que no podía sentir en Yggdrasil, la alegría de que era capaz de dirigir simultáneamente a los cinco Retoños Oscuros.

“…Ah, probémoslo. Arrasen con ellos mis queridos corderos.”

Cuando recibían las ordenes de su invocador Ainz, los Retoños Oscuros comenzaban a moverse con lentitud pesada.

Con una desconcertante marcha de cinco patas, se lanzaban en un movimiento ágil. En lugar de elegante, sin embargo, era más como una maraña frenética de movimiento y energía.

Además desde cierto punto de vista podía parecer hasta cómico, siempre y cuando no estuvieran viniendo por ti.

Sus grandes cuerpos se movían ligeramente y los cinco Retoños Oscuros comenzaban a correr más rápido mientras se lanzaban hacia el ejército del Reino.

「Ah, cierto, hay tres…no, cuatro personas a las que no pueden matar. Les prohíbo absolutamente que les hagan daño.」

Mientras recordaba a las tres personas que Demiurge deseaba que fueran salvadas, Ainz enviaba una orden mental a los Retoños Oscuros.

♦ ♦ ♦

 

 

“¿Es un sueño?”

Los soldados del Reino murmuraban entre sí a alguna distancia de los demonios inhumanos. Por supuesto nadie les respondía. Los ojos de todos estaban fijos en la escena que se desarrollaba ante ellos y habían perdido la capacidad de hablar. Era como si sus almas les hubieran sido robadas.

“Hey, es un sueño ¿Cierto? Debo estar soñando ¿No?”

“Ahh. Es una maldita pesadilla.”

La segunda vez que se hacían la pregunta algunos lograban responder. Pero sus respuestas llevaban en ellas un rastro que daba a entender que querían escapar de la realidad.

Era imposible.

No querían creerlo.

Pensamientos como estos se esparcían entre los miembros de la infantería. A pesar de que las pesadas formas se hacían más y más grandes, a pesar de que los seres inhumanos se acercaban a ellos, no podían aceptar que ésta era la realidad.

Si fueran simples monstruos tal vez podían haber reunido el coraje de levantar sus armas. Sin embargo, las cosas que habían aparecido luego de que un ejército de 70 000 hombres había sido masacrado en un instante no podían ser simples monstruos. Era como ver avanzar a un huracán y nadie podía reunir el valor para desafiar la tormenta.

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Los seres gigantescos y sin embargo ágiles, galopaban en sus gruesas y regordetas patas avanzando hacia ellos a una velocidad increíble.

“¡Levantes sus lanzas!”

Una voz resonaba.

Venía de la boca de un noble, un estridente y agudo grito que era como un falsete* nacido de la desesperación. Sus ojos estaban inyectados de sangre y de las comisuras de su boca salpicaba espuma.
(*Voz más aguda que la natural que se produce haciendo vibrar las cuerdas superiores de la laringe)

“¡Lanzas arriba! ¡Levanten sus lanzas! ¡Levanten sus lanzas si quieren vivir!”

Aunque ya casi se había vuelto loco del miedo y era difícil entender lo que decía, aún era claramente capaz de dar la orden “Levanten sus lanzas”. En retrospectiva, ésa era probablemente la mejor orden que podía haber dado.

Actuando por reflejo los soldados levantaban y preparaban sus lanzas, formando una línea reforzada de lanzas.

Plantaban los extremos firmemente al suelo, para que la velocidad de sus oponentes los hiciera herirse a sí mismos cuando cargaban contra el cerco de puntas.

Aunque esta formación era prácticamente impenetrable para los caballeros Imperiales, los soldados del Reino se preguntaban, en una pequeña y apartada esquina de sus mentes que aún se aferraba a la lucidez…¿Qué cosa podían lograr con las pequeñas lanzas que sostenían? Tal vez pensaban que ésta era su única forma de salvación.

Era imposible escapar por debajo de las pezuñas de las criaturas que se aproximaban a una velocidad sobrenatural. Incluso si corrían con todas sus fuerzas, serían pisoteados hasta quedar convertidos en papilla roja.

Deseando todos como un sólo ser que los monstruos no vinieran por ellos, los soldados preparaban sus lanzas y esperaban el ataque.

Los monstruos que parecían haber sido muy pequeños, cubrían la distancia a una velocidad increíble.

Mientras se hacían más grandes y la tierra comenzaba a temblar bajo sus atronadores cascos, los corazones de los soldados comenzaban a latir con locura.

Entonces, mientras sentían que sus corazones estallarían en sus pechos las enormes siluetas aparecían ante sus ojos.

Era como un camión de carga estrellándose contra un enjambre de ratas.

Los soldados del ejército del Reino levantaban sus lanzas con manos temblorosas. ¿Pero de qué servirían contra los inmensos y sólidos cuerpos de los Retoños Oscuros? Las lanzas se partían en dos como palillos de dientes sin siquiera arañar sus pieles monstruosas.

Los Retoños Oscuros pisoteaban los cuerpos de los soldados del Reino bajo sus pies.

Overlord Volumen 9 Capítulo 4 Parte 2

 

Incontables astillas de una multitud de lanzas volaban por el aire.

A pesar de que aplastaban la resistencia que ni siquiera podía considerarse como resistencia, los Retoños Oscuros de la Cabra Negra eran misericordiosos a su manera.

No había dolor.

Sus víctimas no tenían tiempo de sufrir antes de ser aplastadas debajo del peso titánico de los Retoños Oscuros.

Los soldados con lanzas ni siquiera tenían tiempo de darse cuenta que las picas que sostenían habían sido pulverizadas y convertidas en astillas. Todo lo que veían eran sombras negras apareciendo ante ellos.

Gritaban y gritaban y gritaban.

Trocitos de carne volaban por el aire. No venían de sólo una o dos personas, sino de decenas, cientos de víctimas. Eran pisoteados por las enormes pezuñas y tirados…No. Arrojados lejos por los tentáculos ondulantes.

Ya fueran nobles o plebeyos, ahora todos eran los mismos trozos de carne sanguinolenta.

Algunos tenían familias en sus pueblos. Algunos habían dejado amigos atrás. Algunos tenían personas que esperaban por ellos. Una vez que sus cuerpos irreconocibles eran molidos en el barro, nada de eso importaba más.

A todos, los Retoños Oscuros daban el mismo trato igualitario…La muerte.

Aplastaban incontables humanos bajo sus pezuñas hasta quedar satisfechos con el derramamiento de sangre, pero incluso así no tenían intención de detenerse.

Los Retoños Oscuros de la Cabra Negra comenzaban a correr.

Seguían corriendo. No se detenían a mitad de las fuerzas de Reino.

“Iyaaaaaaaaaaaaaaa!”

“¡Abbaaaaaaahhhhhh!”

“¡Altoooooooooooooooo!”

“¡Sálvenmeeeeeeeeeeeeee!’

“¡Noooooooooooooooo!”

“Uwaaaaaaaaaaaaahh!”

Los gritos surgían cada vez que las pezuñas los pisaban. Se mezclaban con los sonidos de la pasta húmeda de los cuerpos destrozados bajo los cascos de los Retoños Oscuros y los gruesos y carnosos tentáculos se agitaban por todos lados de una manera lúdica y salvaje enviando volando los cuerpos humanos con crujidos repugnantes.

El sonido que nunca antes se había oído seguía y seguía sin fin.

Pisoteado.

¿Qué mejor palabra había para describir esta escena?

Muchas personas atacaban desesperadamente con sus picas. Los Retoños Oscuros, cuyos cuerpos eran enormes y que no tenían ninguna intención de evadir los ataques, eran golpeados sólidamente por las púas. Sin embargo, las picas no podían penetrar lo suficiente como para causar daño a sus cuerpos parecidos a trozos de carne. Era como si unos músculos de hierro sólido estaban recubiertos de una piel gruesa y elástica.

Sin burlarse de su resistencia inútil, los Retoños Oscuros avanzaban con un solo propósito.

Antes de que los soldados se dieran cuenta que su determinación fatal no tenía sentido, los Retoños Oscuros ya habían llegado a la parte más central de ejército del Reino.

“¡Huyan! ¡Huyan!”

Se oían los gritos a la distancia. En respuesta, todos los soldados comenzaban a escapar. Era exactamente como un enjambre de arañas dispersándose en todas direcciones.

Pero por supuesto, los Retoños Oscuros eran mucho más rápidos que los seres humanos.

Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat. Splat.

El sonido de los humanos que eran pisoteados hasta quedar hechos pulpa, el sonido de los pedazos de carne que volaban por el aire y el sonido de los gritos seguía y seguía.

♦ ♦ ♦

 

 

Como si hubieran llegado a un área desértica, tres de los monstruos atravesaban la columna central del ejército y corrían hacia el ala derecha en medio de chorros de sangre y partes humanas.

“¡Retirada! ¡Retirada!”

La forma en la que Raeven gritaba estas órdenes era más cercana a un gemido.

Uno no podía luchar contra ellos.

Uno no debería perder la vida sin razón.

Cuando oían las palabras de Raeven, los soldados de alrededor arrojaban sus armas y huían presas del pánico.

Por supuesto, ya que eran demasiadas personas, era imposible que pudieran moverse libremente.

Al principio él había pensado en dar una señal y ordenar una retirada ordenada. Ellos estarían en guardia contra ataques desde atrás y demás, pero perder el tiempo en ése tipo de cosas ahora sería un gran error.

“¡Ainz Ooal Gown ¿Qué tipo de ser, qué clase de lanzador de magia eres?!”

Lo había subestimado. No, al principio no tenía la intención de hacerlo.

Luego de tomar en consideración las palabras de Gazef Stronoff, había planeado tomarlo como a un enemigo del mayor calibre imaginable. Sin embargo, todo lo que podía decir ahora es que había subestimado groseramente las habilidades de ese hombre.

Su imaginación simplemente no había sido suficiente.

¿Quién en la tierra podía haber predicho que Ainz Ooal Gown poseería un poder tan increíble? ¿Quién podía haber sabido que tales poderes existían en este mundo?

Viendo las siluetas de los monstruos creciendo y acercándose constantemente, las tropas que rodeaban al Marqués Raeven gritaban órdenes.

“¡Este ya no es un campo de batalla, es un matadero! ¡Sólo corran!”

“¡Mi señor!”

Decía un caballero mientras se quitaba el casco.

“¡El Rey! ¿Qué hay sobre el Rey?”

“¡Idiota! ¡No hay tiempo para eso! ¡Mi señor! ¡Están viniendo por nosotros!”

Mientras miraban en dirección de los gritos, aunque lo más emprendedores ya habían huido, el aplastamiento del resquebrajado flanco derecho ya había comenzado. Aunque parecía como si los monstruos estuvieran dirigiéndose hacia ellos en línea recta, en realidad su objetivo no era Raeven sino que pisoteaban por donde les daba la gana. En realidad, los otros Retoños Oscuros estaban bastante lejos de donde estaba Raeven.

“¿Dónde está el Rey?”

“¡Está allá!”

En el momento en que miraba en dirección de la bandera real a la que el soldado apuntaba, un Retoño Oscuro ya estaba acercándose a ella.

Raeven vacilaba. ¿Qué podía hacer si iba a ayudar? Pero, si el Rey Ranpossa III moría aquí, todo el país podía hacerse pedazos.

Sin embargo…

“¡Déjenselo a Gazef-dono!”

Raeven tenía fe en Gazef.

Era un guerrero digno de las alabanzas del Rey. Aunque incluso él no sería capaz de derrotar a esos monstruos parecidos a cabras negras, al menos, sería capaz de traer a salvo al Rey de vuelta de este infierno.

“¡Marqués Raeven! ¡La situación es mala! ¡Por favor retírese a toda prisa!”

Las voces de los antiguos aventureros de orichalcum, los subordinados en los que más confiaba, interrumpían la indecisión de Raeven.

“…¡Mi señor!”

Era más un alarido que un grito. Raeven gritaba en respuesta.

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“¡Entendido! ¡Ya voy!”

Ya…en éste momento, a esta distancia, no tenía sentido discutir la retirada con palabras bonitas.

“¡Por favor déjeme la tarea de movilizar a los hombres! ¡Mi señor, usted debe escapar de aquí ahora y dirigirse a E-Rantel!”

El grito venía de un hombre de ojos somnolientos. A pesar de que parecía poco fiable, Raeven no le había podido confiar el mando a una mejor persona.

“¡Te lo encargo! ¡Usa mi nombre como creas necesario! ¡Asumiré las consecuencias!”

El sonido de las pezuñas estaba muy cerca. Por temor, no se atrevía a dase la vuelta para mirar qué tan cerca estaban. Raeven clavaba sus espuelas a los lados del caballo con todas sus fuerzas. Sin embargo, el caballo no se movía. Aún cuando lo pateaba con todas su fuerzas, seguía sin moverse. El caballo aplanaba las orejas contra su cabeza y se quedaba quieto.

En ese momento, en medio del caos, un grupo de caballos que habían arrojado a sus jinetes pasaba cerca. Los hombres en sus espaldas se aferraban con fuerza a los cuerpos de los caballos, al parecer, ignorando las riendas que colgaban libremente.

Qué irónico. Pensar que los caballos de guerra entrenados eran incapaces de moverse debido al miedo, mientras que los caballos no entrenados corrían descontrolados por el pánico.

“¡Pensar que el entrenamiento tendría el efecto contrario!”

En primer lugar, los caballos eran animales tímidos. Era sólo luego del entrenamiento que podían considerarse caballos de batalla sin miedo. Sin embargo, era precisamente debido a su entrenamiento que no podían moverse. El hecho de que no se habían doblegado y huido bajo los efectos de este temor era prueba de que el entrenamiento era efectivo.

“¡Perdóname! ¡「Corazón de León」!”

El sacerdote del Dios del Viento, Yorlan Dixgort, lanzaba un hechizo de resistencia al miedo sobre el caballo. El caballo tranquilizado relinchaba ruidosamente.

“¡Mi señor! ¡Nosotros lo guiaremos!”

“¡Por favor háganlo!”

Con las voces de sus subordinados deseándole bien a sus espaldas, Raeven espoleaba al caballo en un movimiento salvaje, escoltado por los antiguos aventureros de orichalcum.

Montar un caballo a través de una multitud violenta y caótica era muy difícil. Como tal, sólo era posible gracias a los antiguos aventureros de orichalcum, que estaban cerca a la cima de la humanidad.

Dando la espalda a las voces que le deseaban bienestar, Raeven lograba penetrar entre el flujo de personas bajo la vigilancia de los aventureros.

“¡Ese lanzador de magia es un monstruo! ¡¿Cómo puede permitirse que alguien como él exista?!”

Raeven maldecía a Ainz mientras su caballo saltaba arriba y abajo debido al galope de alta velocidad.

“¡Maldita sea! ¡Tenemos que hacer algo! ¡Necesito pensar en alguna manera de proteger nuestro mundo…nuestro futuro!”

El miedo era probablemente la razón del porqué murmuraba inconscientemente para sí mismo. Si no decía nada, si no distraía su consciencia, ese cerebro inteligente de él probablemente esbozaría horribles pesadillas del peligro que se le acercaba.

Cuando volviera, tendría que sentarse con el Príncipe y la Princesa y preparar alguna forma de contramedida contra ese lanzador de magia que desafiaba las expectativas puestas en su tipo.

(Si esto continua, toda la humanidad será conquistada…No, ese sería el mejor de los casos. En el peor, toda la humanidad se convertirá en juguetes para Ainz Ooal Gown, para ser atormentados hasta el final de sus miserables vidas.)

El sonido del chasquido de su lengua llenaba de tensión y frustración y anulaba el sonido del galope del caballo.

“¡No es bueno! ¡Mi señor, por favor guie a su caballo a la derecha! ¡Nos está alcanzando!”

“¡¿Cómo nos encontró si no tiene ojos?!”

Gritaba Lockmeyer, el ladrón.

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“¡Lund! ¿Tienes algún tipo de magia para esto?”

“¡Por supuesto que no! ¿Crees que algún hechizo podría funcionar contra ese monstruo, Lock?”

“A pesar de eso, cómo lo sabremos si no lo inten…”

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“¡Suficiente! ¡Intentaremos eso si nos vemos obligados! ¡Podría ser que sólo está avanzando en la misma dirección que nosotros! ¡Mi señor! ¡Muévase al frente de nosotros! ¡Vamos a formar una sola fila!”

Sus voces vacilaban.

De acuerdo con las instrucciones, Raeven avanzaba con su caballo a la posición delantera. Luego, hacía girar su caballo hacia la dirección por la que huía menos gente.

Por la distancia, el balido del Retoño Oscuro ahogaba el latir de su corazón.

“¡MEEEEEEEHHH!”

…Estaba cerca.

El sudor caía como cascada de la cabeza de Raeven. No se atrevía a darse la vuelta por el miedo pero podía sentir el aire detrás de él que se volvía más y más cálido.

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Entonces, otro…

“¡MEEEEEEEHHH!”

“¡Maldita sea! ¡No es bueno! ¡Todo este tiempo venía en esta dirección!…¡Todos! ¡Prepárense!”

En respuesta, el líder del equipo, Boris, gritaba y lanzaba un hechizo.

“¡「Reforzar Armadura」!”

“¡「Fuerza Menor」!”

“¡Bien! ¡Entonces, Mi señor! ¡Permítanos recibir el ataque del enemigo! ¡No mire atrás bajo ninguna circunstancia y continúe escapando!”

Sólo había algo que podía decirles a los aventureros, quienes habían conquistado su miedo.

“… ¡Cuento con ustedes!”

“¡Entendido! ¡Vamos!”

“¡Ohhhhh!”

Podía oír como la distancia entre él y los aventureros se hacía cada vez mayor.

Raeven agachaba la cabeza, estaba haciendo lo mejor que podía para minimizar la resistencia del viento. Aunque no sabía cuánto tiempo podía ganar, todo lo que podía hacer era escapar con todo el empeño que podía. Regresar vivo sería la única forma de pagar su lealtad.

“¡Vuela! ¡「Bola de Fuego」!”

“¡「Fortaleza Invulnerable」!”

Mientras se alejaba montando en la espalda de un caballo a todo galope, Raeven pensaba que podía oír el sonido de los antiguos aventureros uniéndose a la batalla, incluso a pesar del viento pasando a toda velocidad por su cara y orejas.

Y entonces…en dos segundos ya no podía oír más a los aventureros.

Lo que podía oír era el sonido de una enorme pezuña cayendo.

Su corazón daba un vuelco en su pecho.

En el campo de visión desde su cabeza agachada, la sombra gigante que veía debajo de él hacía que Raeven gimiera con desesperación silenciosa.

Reconocía que debajo de sus pies, mientras su cuerpo estaba siendo llevado por el caballo a toda velocidad, un tentáculo grueso y largo se dirigía hacia él.

“No…”

El caballo corría como si se hubiera vuelto loco. Era más rápido de lo que Raeven jamás lo había montado. Tal vez era lo más rápido que jamás había viajado.

Incluso así, la poderosa sombra seguía estirándose a través de la tierra.

“¡No quiero esto!”

Gritaba. Contra su voluntad gritaba con todo su corazón.

Una cálida y húmeda sensación se extendía en su entrepierna.

Raeven se forzaba a abrir los ojos y sin mirar atrás, forzaba al caballo hacia adelante.

No podía morir. El país no importaba. Si todo iba a caer entonces que caiga.

Si levantarse en armas contra Ainz Ooal Gown significaba la muerte, entonces abandonar el país y huir también estaba bien.

Idiota.

Qué idiota había sido.

Venir a este campo de batalla era realmente estúpido.

Si hubiera sabido lo poderoso que era Ainz Ooal Gown, se hubiera quedado en la capital sin importar qué.

“¡No quiero esto!”

No podía morir aún.

No podía morir mientras su hijo siguiera siendo tan pequeño. Y…no podía morir y dejar a su amada esposa sola.

“Yo no…”

Raeven imaginaba la forma de su amado hijo ante él.

(Mi encantador muchacho.)

Una pequeña vida había nacido. Crecido lentamente. Se ponía enfermo. En aquel entonces, él había hecho un gran escándalo debido a eso. La imagen de sí mismo corriendo medio loco, gritando órdenes, mientras su esposa se sentaba en silencio, lo avergonzaba.

Esas suaves y delicadas manos y esas mejillas rosadas. Cuando creciera, todos en el Reino hablarían de él. Creía que las habilidades de su hijo sobrepasaban las suyas. Ya podía ver ese potencial emergiendo de vez en cuando.

No lo estaba mimando, como su esposa paraba diciendo.

Raeven le estaba profundamente agradecido a la mujer que había criado a su amado hijo. Sin embargo, rara vez se lo decía porque le avergonzaba hacerlo.

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Ya era tiempo de un segundo niño.

Si no hubiera venido a este campo de batalla, sería capaz de abrazarlos a ambos.

“…¿Eh?”

El sonido de las pezuñas de pronto se detenía.

Impulsado por la curiosidad más que por el valor, Raeven se daba la vuelta. En sus ojos veía al Retoño Oscuro inmóvil, como si se hubiera congelado donde estaba.

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