Overlord

Volumen 9: El Lanzador de Magia de la Destrucción

Capítulo 2: Preparativos Para la Batalla

Parte 4

 

 

Una gran extensión de tierra carmesí. Una tierra estéril, sin rastro de vegetación. Un lugar sangriento de muerte.

Las Planicies Kattse…Un lugar en donde deambulaban no-muertos y otros monstruos, temido como un lugar hostil a la vida.


Lo más peligroso era la delgada neblina que sin importar la hora del día envolvía a sus monstruos. Esta niebla poseía leves rastros de las energías que generaban reacciones no-muertas.

Por sí misma, la neblina no le hacía nada a las criaturas vivas. No absorbía energía vital, ni era dañina. Sin embargo, debido a que la neblina era registrada por los hechizos como una criatura no-muerta, provocaba reacciones de falso positivo que frustraban los intentos de detectar a otros seres no-muertos y como resultado muchos aventureros habían sido emboscados por no-muertos mientras se encontraban dentro.

Sin embargo, en este momento no había neblina. La visibilidad era excelente y uno podía ver a lo lejos. Era como si la tierra les estuviera dando la bienvenida hacia sí misma a los combatientes de la inminente guerra como futuros no-muertos.

Los no-muertos se habían dispersado con la niebla y no se podían ver por ningún lado. No había criaturas vivas tampoco y un silencio de muerte reinaba sobre las planicies.

Torres derrumbadas, construidas hace cientos de años, salían de la tierra como lápidas desperdigadas. Por supuesto, ninguna estaba intacta.

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Las torres eran originalmente de un alto de seis pisos, pero todo por encima del tercer piso había colapsado y los escombros estaban esparcidos por todos lados. Menos de la mitad de las gruesas paredes se mantenían en pie. La causa de esto no era debido a la erosión de la intemperie sino más bien a las luchas entre monstruos.

Escenas como ésta existían lado a lado con las ordinarias planicies cubiertas de hierba, separadas sólo por una línea invisible. Éste era el porqué llamaban tierras malditas a las Planicies Kattse.

El sol iluminó las tierras que no habían visto su luz por casi un año. Como si estuviera mirando desde arriba a estos dominios profanos, una inmensa estructura se asomaba al otro lado de las tierras, desde el mundo de los vivos.

Estaba construida con grandes troncos que no se podían encontrar por ningún sitio en la planicie alrededor de ella, con paredes resistentes que parecían negarle el paso a todo cerca a ellas. Estaba rodeada de zanjas poco profundas que sin embargo habían sido cuidadosamente excavadas y llenadas con filosas estacas. Esto para protegerse de no-muertos sin inteligencia.

Al otro lado de las zanjas ondeaban incontables banderas. De éstas, las más numerosas eran las banderas del Imperio, llevando la insignia del Imperio Baharuth.

Era lo más natural. Después de todo, esta construcción, este fuerte, era la base de guarnición del Ejército Imperial en las Planicies Kattse.

El Imperio había movilizado a 60000 caballeros para esta operación. La guarnición podía darles alojamiento a todos ellos, lo que decía mucho del tamaño de la base. Y este formidable fuerte, tan poderoso como una fortaleza, estaba construido sobre un terreo fácilmente defendible.

Había sido construido sobre una colina. Esta colina no era nativa de las Planicies Kattse, sino que había sido construida usando magia.

Incluso el Imperio Baharuth, que empleaba lanzadores de magia como parte de sus defensas nacionales, no podía completar algo así en poco tiempo. Esta estructura había sido construida a lo largo de un periodo de muchos años.

Originalmente, este lugar estaba pensado para ser el punto de inicio de las invasiones contra E-Rantel. Que era lo mismo que decir, que este inmenso fuerte había sido construido con la intención de soportar un extenso sitio por parte de los cientos de miles de soldados del Reino.

El Reino no había respondido a la creación del fuerte, simplemente porque no tenían la mano de obra o los recursos para atacarlo.

Aunque ellos se unirían en el caso de una invasión del Imperio, cuando era su turno de lanzar una invasión, habían muchos problemas que considerar. Entre todos estos, que cada facción tenía sus propias cosas de las que preocuparse además de la invasión, que no podían obtener tierras útiles, que quienquiera que lo hiciera tendría que pagar la invasión de su propio bolsillo y demás.

Al final, ninguno de los nobles se molestaría a menos que el fuerte se encontrara ubicado en su línea de fuego.

Tres grifos volaban por los cielos sobre el enorme fuerte. Comenzaron con una amplia órbita aérea, seguida de un lento descenso. Cualquier caballero sabría que ésta era la forma en que una unidad de la ‘Guardia Aérea Imperial’, tropas bajo el mando directo del Emperador, saludaba en pleno vuelo, lo que quería decir que su saludo ceremonial era para comunicar que los emisarios del Imperio habían llegado.


En la superficie, habían alrededor de diez caballeros montados en una formación circular, cada uno con la bandera Imperial en alto. Éste era el saludo desde tierra, la ceremonia para dar la bienvenida a un agente Imperial. Los grifos aterrizaban al centro del círculo y la precisión del aterrizaje daba fe de las habilidades de los jinetes, los tres pasaron la prueba con honores, demostrando la excelencia de sus habilidades.

Luego de aterrizar, los emisarios Imperiales se mostraban. Aunque los caballeros alrededor tenían la tarea de mantener la seriedad durante estas ceremonias de bienvenida, la sorpresa que sentían ante la rareza de los emisarios era tal que las banderas que sostenían temblaban.

La razón de su temblor era debido al hombre que estaba vestido de una manera completamente diferente a las dos personas que lo acompañaban.

Una vez que se quitaba el casco y revelaba sus apuestas facciones, todos sabían inmediatamente quién era.

Su cabello rubio había sido despeinado ligeramente por el viento y sus ojos eran tan azules como el mar. Su boca, que daba la impresión de una voluntad férrea, estaba apretada con fuerza. Era la imagen de un caballero perfecto.

No había nadie que no supiera quién era este caballero.

Más importante aún, no había nadie que no supiera sobre la armadura que llevaba. Estaba hecha del metal precioso adamantita y encantada en una armadura mágica de cuerpo completo. Sólo había un puñado de armaduras como ésta en el Imperio.

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El portador de la armadura era uno de los caballeros de más alto rango en el Imperio.

Uno de los Cuatro Caballeros del Imperio, “Vendaval” Nimble Ark dale Anock.

Con una gallarda voz que estaba a la par de la imagen que proyectaba, Nimble se dirigía a uno de los caballeros.

“Busco a su comandante, al General Kabein de la Segunda Legión. ¿Sabes dónde está?”

“¡Señor! ¡En este momento el General Kabein se encuentra en una reunión para planear la ofensiva contra el Reino! ¡Le asignaré una escolta a Anock-sama para que lo lleve al pretorio del General!”

“Ya veo. Entonces… ¿También ha llegado el Rey Hechicero Gown-dono?”

“¡Señor! ¡No señor! El Rey Hechicero-dono no ha sido visto por aquí.”

“Entendido.”

Ya que se lo habían comunicado y había llegado más rápido que él, Nimble suspiraba aliviado.

“Entonces ¿Podría pedirte que me muestres el camino? Hay un asunto que debo confiarle al General.”

Nimble cerraba la mano sobre algo oculto en su bolsillo.

♦ ♦ ♦

 

 

Nimble era llevado a una lujosa tienda de campaña, donde esperaba por casi una hora en compañía de numerosos guardias hasta que el dueño de la tienda regresaba.

Era un hombre de mediana edad cuyo cabello era totalmente blanco, con un aire amable alrededor de él.

Aunque estaba vestido en armadura como si fuese un caballero, la impresión que daba era completamente diferente a ellos. Uno podría decir que se veía como un noble, en lugar de cómo un soldado.

“Bienvenido, Nimble.”

La sonrisa en su rostro le hacía verse aún más como un noble que como un caballero. Su voz era amable, demasiado fuera de lugar en un lugar sombrío como un campo de batalla.

Nimble respondía como dictaba el protocolo.

Natel Inyem dale Kabein.

Era un noble que había perdido la oportunidad de ascender en la nobleza, pero había sido reconocido por sus talentos por el anterior Emperador y colocado al mando de la Segunda Legión. Aunque como persona no poseía valor marcial, era famoso por su habilidad de mando, con rumores que decían que nunca había perdido una batalla. Con él al mando, la Segunda Legión disfrutaba de una moral muy alta.

Los caballeros que acompañaban a Kabein no podían ocultar el respeto que sentían por él.

“No sé cómo comenzar a agradecerle al general-dono, que vino hasta aquí para verme incluso aún siendo el comandante supremo de esta expedición.”

El Ejército Imperial estaba dividido en ocho legiones y los oficiales al mando de cada legión recibían el título de “general”. El general de la Primera Legión era conocido como Mariscal de Campo y era el comandante a cargo de todo el Ejército Imperial.

Si la Primera Legión…si el Mariscal de Campo no estaba presente, el general de la siguiente legión asumiría la posición de oficial al mando. Lo que quería decir que el General Kabein de la Segunda Legión estaba al mando del todo el Ejército Imperial.

“No, no, Nimble. Evitemos las formalidades. Estás aquí por ordenes de su Majestad ¿Correcto? No estás bajo mi mando. Debes hablarme como a un igual.”

Incluso si él decía eso, Nimble sonreía amargamente.

El Ejército Imperial era leal en primer lugar al Emperador y luego a los generales.

Los Cuatro Caballeros del Imperio, sus guerreros más fuertes, siempre llevaban a cabo los deseos del Emperador. En términos de autoridad, serían considerados iguales a un general. Sin embargo, en términos de edad, experiencia y prestigio, ninguno de ellos era igual a Kabein. Ante la mirada de un invitado extranjero ellos dos difícilmente serían iguales.

Kabein sonreía, como si estuviera disfrutando la inquietud en el rostro de Nimble.

“Me fastidia un poco que uno de los Cuatro Caballeros, los guerreros más poderosos del Imperio se encuentre tan rígido y formal al lado de un viejo como yo. ¿Qué tal si dejamos de lado los honoríficos?”

“Entendido, General Kabein.”

El General Kabein asentía, como para indicar que estaba de acuerdo.

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“Aunque, escogiste un buen momento para venir. La neblina se ha dispersado, como para darte la bienvenida.”

“General Kabein, pienso que la bienvenida no es para mí, sino para la tragedia que está a punto de suceder. Tiemblo al imaginar lo que pasará.”

“Una tragedia, hmm…Bueno, entonces, Nimble. ¿Puedes decirme cual es el objetivo de esta guerra? Hasta ahora, nuestro objetivo estratégico era el de agotar al Reino, pero esta vez, es diferente. Nuestro objetivo actual es tomar E-Rantel por medios diplomáticos y para ello tenemos que derrotar completamente al Reino en batalla.”

La mirada de Kabein se endurecía al decir esto.

“…Nos enfrentamos al más grande ejército que el Reino ha sido capaz de reunir en toda la historia. Aunque nuestros caballeros son más que suficientes para cualquiera de los conscriptos que el Reino pueda desplegar, dichos conscriptos serán desplegados en números abrumadores. Una batalla a campo abierto resultará en muchas bajas. Y todo esto con el propósito de obtener E-Rantel, que inmediatamente luego le entregaremos a ese tal Rey Hechicero. ¿Qué está planeando su Majestad Imperial?”

“Antes de responder la pregunta, espero que puedas pedir que nos dejen solos.”

El viejo general abrió la boca como para hablar y luego asentía con la cabeza en lugar de eso.


“Todos ustedes pueden retirarse.”

Los vasallos de Kabein hacían una reverencia mientras se retiraban.

“Gracias por tu cooperación.”

“Perder el tiempo sería insensato. Ahora ¿Podrías decirme el porqué?”

“Sí. Fui enviado originalmente a informarle al Mariscal de Campo del objetivo de esta guerra.”

Nimble se movía en su sitio.

“El objetivo de esta guerra es construir buenas relaciones con el Rey Hechicero, Ainz Ooal Gown. Como tal, obtendremos E-Rantel a cualquier costo en vidas y luego se la entregaremos, sin ningún costo a Ainz Ooal Gown, con el objetivo de fortalecer los lazos de ambas partes.”

“Entonces desangraremos a los caballeros que protegen nuestro Imperio, haciendo peligrar al mismo y adicionalmente le entregaremos E-Rantel. ¿El Rey Hechicero realmente lo vale?”

“Sí.”

Kabein juntaba las manos sobre su corazón y cerraba los ojos. Luego respondía.

“Entiendo. Si éste es el deseo de su Majestad Imperial, entonces lo llevaré a cabo.”

“Tienes mi más sincera gratitud.”

“No hay necesidad de gratitudes… aunque el caso del Rey Hechicero sea un asunto diferente.”

“Sobre eso, tengo un pedido.”

Decía Nimble.

Éste era su principal propósito al venir aquí.





“Pediremos al Rey Hechicero que lance un hechizo para comenzar el ataque. Te pido que retrases el ataque de los caballeros hasta después de ese hechizo.”

“¿Y qué significa eso? ¿No se supone que somos nosotros los que debemos comprar la simpatía del Rey Hechicero con nuestra sangre?”

“En efecto, ésa es la idea. Sin embargo, también pretendemos investigar el poder del Rey Hechicero. Como tal, haremos que use el hechizo más poderoso del que sea capaz. Su Majestad Imperial ha pedido esto para poder ver de qué tipo de magia se trata.”

“…Entonces, el Rey Hechicero…¿Es un enemigo?”

“Parece ser que lo entiendes. El Rey Hechicero, Ainz Ooal Gown, es enemigo del Imperio.”

“Si ése es el caso, entonces haré que los caballeros se lancen a luchar a través de la brecha creada por el hechizo del Rey Hechicero para agrandarla. Pero ¿Qué tipo de magia será? ¡Espero que no sea una simple ‘Bola de Fuego’!”

“Es como dices. Debemos averiguar de qué es capaz. Sin embargo, probablemente podemos asumir que será más poderoso que la magia de ataque de Paradyne-sama.”

Los ojos de Kabein se hacían más grandes, pero era sólo por un momento.

“Ya veo, ya veo. Aunque encuentro difícil de creer que alguien pueda ser más fuerte que ese poderoso hechicero, pero si realmente posee ese tipo de poder, puedo ver porqué su Majestad querría construir buenas relaciones con él.”

Nimble permanecía en silencio.

“Matar a cientos de una sola vez sería un golpe poderoso. Será una buena oportunidad para un ataque de penetración. Con ese tipo de poder de nuestro lado, tendremos menos bajas.”

Si sólo fuera eso, pensaba Nimble.

Luego de hablar con sus colegas de los Cuatro Caballeros, “Explosión Severa” y “Relámpago”, él se había dado cuenta que los poderes de Ainz sobrepasaban la imaginación de los mortales. Tal vez sería capaz de usar un hechizo que mate a miles, tal vez decenas de miles si estaban densamente concentrados. Aunque lo que oía sonaba sospechoso, si ambos tenían la misma opinión, había una gran posibilidad de que fuera cierto.

Justo como había dicho Kabein, perder a los caballeros que resguardaban el Imperio sería una gran pérdida.

Aunque sería una ocasión para celebrar si Ainz, su enemigo latente, resultaba ser un fraude. Sólo por esta vez, él quería creer lo que habían dicho sus camaradas.

“Ah, General. Hay otra cosa que quería preguntarle. El Rey Hechicero traerá a sus tropas al frente. Espero que permita que lo acompañen al campo de batalla.”

“Ya veo. ¿Cuántos miles de hombres traerá?”

“Sobre eso…”

“¡Perdón por interrumpir su conversación, Kabein-dono, Nimble-dono!”

Un gran grito se oía de los caballeros fuera de la tienda de campaña.

Kabein se disculpaba con la mirada a Nimble, antes de hablar al hombre afuera.

“Pasa.”

El hombre que ingresaba era un caballero veterano.

“¿Qué sucede? ¿Es una emergencia?”

“¡Señor! Un carruaje ondeando la bandera del Rey Hechicero ha llegado hasta la puerta principal. Piden permiso para ingresar. ¿Tenemos permiso para dejarlos entrar?”

Los ojos del caballero se movían hacia Nimble y luego hacia Kabein. Éste asentía hacia Nimble.

“…Entendido. Déjenlos pasar.”

“¡Señor! Entonces…¿Deberíamos inspeccionar el carruaje?”

Nadie podía ingresar a la guarnición sin ser inspeccionados por los centinelas. El procedimiento normal era usar magia para verificar al personal en cuestión, para asegurar que no sean intrusos disfrazados con ilusiones.

Si éste fuera el Reino, ellos no usarían magia para las inspecciones. La razón por la que era usada era porque la magia era una de las piedras angulares del poderío del Imperio. Ellos conocían el temible poder de la magia y por tanto estaban vigilantes ante su uso.

Esto era especialmente cierto para una gran base militar como ésta que empleaba lo último en tecnología mágica. Si estas tecnologías fueran filtradas podían causar un gran daño al Imperio. Incluso si fuera el Emperador Jircniv en persona, aún así sería inspeccionado por los guardias.

Como resultado, incluso si eran visitantes de un país aliado, no, precisamente porque eran de un país aliado, serían sometidos a una inspección.

Sin embargo, habían situaciones donde tales cosas no podían permitirse.

Kabein observaba a Nimble nuevamente.

Con el peso de la asfixiante atmósfera y el peso del objeto en su bolsillo, Nimble sólo podía sonreír como respuesta.

“General Kabein, mis disculpas; Se tratan de invitados extremadamente importantes para el Imperio. Como una excepción entre excepciones, permítales pasar sin una inspección.”

El rostro de Nimble, que hasta ahora había mostrado una sonrisa gentil, se congelaba en una máscara sin emociones.

Nimble había dado una orden que sobrepasaba su propia autoridad.

Sin importar que tan amable era un hombre, éste no estaría feliz si un extraño le daba órdenes a su propia gente.

Nimble entendía la razón de la molestia de Kabein, pero ésa era una orden que él tenía que dar.

De otro modo…

Mientras Nimble dudaba sobre si revelar o no el objeto que ocultaba en su bolsillo, el General Kabein hablaba.

“Si es una orden del Emperador, entonces debemos obedecer. Después de todo, el Imperio y todo dentro de él están bajo el mando de su Majestad Imperial.”

“Estoy muy agradecido de que lo entienda, General.”

El objeto que Nimble estaba sosteniendo era un decreto imperial. Estaba escrito en pergamino y decía que el portador tenía el poder de actuar con la voluntad total del Emperador. Su mandato se extendía a todos los involucrados en la guerra. En esta guerra, Nimble podía superar en rango a Kabein y podría ser capaz de decidir el destino del General si fuera necesario.

Por un momento, Nimble sentía alivio porque no tendría que arruinar su relación con un oficial veterano al que respetaba. Entonces se ponía tenso nuevamente porque ahora no era el momento de relajarse.

“Entonces, ¿vamos a reunirnos con este Rey Hechicero? Después de todo ha recibido tanto favor de su Majestad Imperial, que seguramente debe ser un hombre capaz de rivalizar con los grandes héroes.”

Personalmente, Nimble no deseaba ir.

Luego de hablar con los otros Cuatro Caballeros…no, ahora sólo eran tres, incluyéndolo a él mismo y recordando lo que habían dicho de él, la expresión de Nimble se tornaba amarga. Sin embargo, no tenía otra alternativa más que seguir al General.

“Por supuesto, General. Permítame caminar a su lado.”

A las afueras de la guarnición, avanzaba un carruaje magnífico, escoltado por caballeros. Lo que hacía jadear a los espectadores era el hecho de que el carruaje no tenía conductor y que no era tirado por un caballo ordinario, sino por un monstruo parecido a un caballo con escamas.

Nimble se dirigía a los caballeros alrededor y a Kabein.

“Presenten armas ante nuestro invitado*.”
(*El saludo militar más importante, reservado para oficiales superiores y dignatarios de altos rangos.)

¿Qué? Nimble podía imaginar lo que pensaban todos los soldados y Kabein, dadas las expresiones en sus rostros.

Hablando diplomáticamente, presentar armas al jefe de estado de un poder aliado era algo de sentido común.

Sin embargo, ese sentido común no existía en una instalación militar. Para comenzar, nadie le daría la bienvenida a un dignatario extranjero en una base militar.

Incluso dentro de las naciones humanas, habrían disputas y luchas internas. Nadie tendría la mente tan abierta.

Presentar armas a un extranjero era algo que sólo se haría en un lugar seguro y abierto y no en una instalación militar. Eso era lo que muchos de los soldados presentes debían de haber estado pensando.

Y había otra razón.

También significaba que el presentar armas nunca se haría en el campo de batalla.

Esto porque los soldados podrían pensar que la persona a la que su oficial al mando le presentaba armas era superior incluso a él. Ésa era una las reglas tácitas del campo de batalla.

Como uno de los Cuatro Caballeros, Nimble entendía sus sentimientos perfectamente. Sin embargo…

“Caballeros, por favor presenten armas.”

Nimble repetía lo que había dicho, en un tono de voz reforzado en acero.

Luego de eso, oía suspirar a Kabein.

“Ya oyeron al hombre ¿No es cierto? Presente armas cuando se acerque el Rey Hechicero.”

Las órdenes de Kabein tranquilizaban a los inquietos soldados. Si era una orden, entonces todo lo que tenían que hacer era seguirla. No había necesidad de pensarlo mucho.

Nimble le daba una mirada de agradecimiento a Kabein, pero mientras lo hacía, veía la expresión de dolor en el rostro de Kabein. Parecía decir ‘podrá ser difícil para ustedes, pero es incluso más difícil para mí.’

El carruaje se detenía ante ellos.

Nimble jadeaba, por más de una razón.

La primera se debía a que el carruaje en sí mismo era sobrecogedoramente hermoso. Su color base era de un negro que parecía haber sido cortado del mismo cielo nocturno, adornado con decoraciones complejas que cubrían todo el chasis del vehículo. Dichas decoraciones tenían el leve resplandor del oro y bronce, dándole a todo un aire clásico y elegante. Aunque los adornos eran un poco excesivos, no llegaban al punto de la cursilería. En lugar de eso, a lo que más recordaba era a una enorme caja de tesoros.

Nimble había usado el carruaje personal del Emperador en una ocasión y era de la firme opinión de que el que ahora tenía en frente hacía que el del Emperador se viera como un carro de heno.

La otra razón que le sorprendía era la bestia que tiraba del carruaje. Era una bestia, porque no había forma de que fuera un simple caballo. La criatura gorjeaba suavemente, un sonido líquido como ‘gurururu’ y sus afilados dientes podían verse en la abertura de su boca. Su cuerpo entero estaba recubierto de escamas que parecían pertenecer a un reptil y debajo de esas escamas habían prominentes y ondulantes grupos de músculos.

Era como un avatar de brutalidad y violencia con forma de caballo.

Todos alrededor se llenaban de una aguda sensación de alarma. El mismo Nimble había comenzado a respirar con dificultad y tanto su espalda como las palmas de sus manos estaban cubiertas de sudor. La bestia era así de aterradora.

Entre la tormenta de respiraciones llenas de miedo, la puerta del carruaje se abría.

Una niña elfa oscura bajaba.

Todos sus pensamientos se detenían.

Nadie podía hablar. Sus ojos eran atraídos irresistiblemente hacia ella.

La niña sosteniendo un retorcido bastón negro era adorable. Cuando creciera, seguramente rompería muchos corazones. Su belleza sería tal que los hombres harían cualquier cosa por ella. Incluso sus expresiones recatadas eran como el florecer de una flor bajo la luz de luna.

Sin embargo, las cosas en sus manos eran totalmente incongruentes con la imagen que proyectaba.

Eran guanteletes.

El guantelete izquierdo era una cosa de apariencia maligna que daba la impresión de ser la mano de un demonio. Parecía haber sido hecho de algún tipo de metal negro, cubierto de púas retorcidas. Las puntas de sus dedos habían sido afiladas en garras y el resplandor de corrupción que lo rodeaba recordaba a algún tipo de secreción. Un solo vistazo llenaba a cualquiera que lo viera con un terror procedente de las profundidades de su alma.

En contraste, el guantelete derecho se veía como la pura e inmaculada mano de una doncella. Era de color blanco y sus delicadas proporciones estaban cubiertas de complejos bordados dorados, que enfatizaban aún más su exquisita belleza. Llamaba la atención como la miel a las abejas y justo como ver a una belleza de clase mundial, los espectadores sentían que podían perder sus almas ante el objeto.

“A-ah, Ainz-sama. Creo que hemos llegado.”

“¿Es así? Gracias Mare.”

Con eso, otra figura se revelaba.

En ese momento, el aire de pronto se tornaba pesado y sombrío.

Los cuerpos de cada uno de los hombres presentes sentían ponerse la piel de gallina. No era hostilidad, sino un sentimiento más difícil de describir.

Ainz Ooal Gown estaba vestido con los ropajes que uno asociaría a un lanzador de magia arcana. Para comenzar, llevaba una túnica de negro azabache y encima de eso otro manto negro, lo que era doblemente curioso. Sostenía una bastón, el cual no estaba tan espléndidamente decorado como uno podía esperar. Alrededor del cuello tenía un collar con una gema preciosa. Y en su rostro llevaba una máscara extraña.

“Le damos la bienvenida a usted y a su séquito, Su Majestad, Rey Hechicero Ainz Ooal Gown.”

Nimble agachaba la cabeza. Sin embargo, no oía que nadie más le siguiera.

A pesar de saber que era muy descortés, tenía que volverse para mirar.

El general y sus caballeros detrás de él estaban congelados en su lugar. Habían sido completamente abrumados por la presencia del Rey Hechicero y no podían moverse.

Eso, a lo mucho, era lo que él podía entender. Sin embargo, si esto seguía así, no terminaría bien.

Al final, era el general quien daba solución al predicamento de Nimble.

“¡Legión!”

El rugido le pertenecía a Kabein. Era una clara y vigorizante orden que parecía no poder pertenecerle a un noble como él pero que estaba perfectamente acorde a su rango como general.


“¡Un saludo! ¡A Su majestad, el Rey Hechicero!”

“¡Señor!”

Los caballeros hacían eco de su respuesta y como si fueran solo uno presentaban armas a Ainz.

“Les agradezco por el recibimiento, a ustedes caballeros que son el orgullo del Imperio.”

Era una respuesta completamente ordinaria, lo que la hacía aún más aterradora. Se sentía como si algo monstruoso estuviera intentando actuar lo mejor que podía como un ser humano. Habiendo oído ésto directamente de la cara bajo la máscara, Nimble experimentaba esa sensación mucho más marcadamente que los otros.

“Por favor levanten las cabezas.”

La primera vez que lo decía nadie respondía.

“¿No pueden levantar las cabezas?”

Luego de la segunda, ellos lo hacían. Después de todo, esperar la tercera vez era un honor únicamente reservado para su propio gobernante.

“Su Majestad, por favor perdone a aquellos que no levantaron la cabeza inmediatamente.”

Una rápida mirada a los caballeros revelaba que sus labios estaban blancos y sus caras pálidas.

“Estaban tan emocionados por ver a Su Majestad que olvidaron donde estaban.”

“No, soy yo el que debería disculparse. Estaba emocionado porque nos dirigiríamos al campo de batalla. Espero que entienda que ninguno de ustedes está en falta.”

Ainz se quitaba el manto negro sobre sus hombros. La tela azabache ondeaba como las alas de un cuervo mientras se abría. En ese momento, el frío y opresivo aire que lo rodeaba se esfumaba como si nunca hubiese estado ahí.

Todo lo que quedaba era un ser humano ordinario, con la presencia de un ser humano ordinario.

Era aterrador.

Esa era la emoción que Nimble más sentía en ese momento.

Había oído de la naturaleza monstruosa de Ainz de sus camaradas. Incluso así, el hombre de pie frente a él parecía demasiado ordinario, lo que sólo incrementaba su miedo. Sentía como si un gran depredador se estuviera acercando lentamente a él.

Los caballeros, que no sabían nada, probablemente comenzaban a sentir lo extraño de la situación. El aire se llenaba de una creciente inquietud. Kabein parecía entenderlo. No estaba usando su mente, sino su corazón y alma. A través de ellos sabía qué tipo de actitud debía usar ante la persona frente a él.

“Por favor permita que yo, Nimble Ark dale Anock, sea su guía a nuestro campamento.”

“¿Es así? Bueno, aunque siento que le estoy causando molestias, estoy a su cuidado.”

“Entendido. Entonces, éste es el comandante en jefe de esta expedición, el General Kabein.”

“Soy Kabein, Su Majestad. Si cualquier cosa en esta guarnición le incomoda, por favor hágamelo saber e inmediatamente le pondremos remedio. Por favor, escoja a los caballeros que serán sus acompañantes…”

“No hay necesidad de eso. Aquí tengo a un subordinado.”

Hacía un gesto hacia la niña elfa oscura.

“Y si algo me hace falta, lo proveeré yo mismo.”

Kabein se congelaba.

Su verdadera intención había sido asignarle niñeras a Ainz porque así evitaba que hiciera cualquier cosa extraña en la base.

Pero la respuesta había sido una rotunda negativa. Una respuesta que sólo alguien poderoso podía dar.

Sin embargo, dadas las circunstancias de Kabein, él no podía permitir que sucedieran este tipo de cosas. A este ritmo, ellos nunca llegarían a un acuerdo.

Aunque Nimble obviamente apoyaba a Kabein, no podía dejar que continuara este asunto.

“Es así… Su Majestad, por favor siéntase libre de informarnos si requiere cualquier cosa. General Kabein, espero que me permita encargarme de las cosas a partir de aquí.”

“…Entendido.”

“Ah… hay algo que olvidé mencionar.”

“¿Qué sucede, Su Majestad?”

“Creo que daré apertura a la batalla con un hechizo. En ese momento, me gustaría que mis tropas participaran de la batalla también. Espero que me permitan esto.”

“No podríamos pedirle nada más.”

Ya que lo habían discutido de antemano, Kabein estaba de acuerdo rápidamente.

Pero, un impulso desconocido hacía que arrugara el ceño.

“… Sin embargo, la batalla comenzará en pocos días, tan pronto como mañana. ¿Desde qué dirección llegarán sus fuerzas, Su Majestad? No podemos esperar mucho…”

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“Eso no será un problema. Ya están cerca.”

La respuesta elevaba las dudas que Nimble sentía en el corazón. Mirando al cielo, no parecía que hubieran tropas aéreas acercándose.

Kabein debía tener la misma sospecha que él. Naturalmente, la guarnición estaba rodeada de una compleja red de seguridad. El acercamiento de cualquiera que no fuera parte de las tropas Imperiales sería inmediatamente reportado al personal de rango general. ¿Podía ser que un reporte se había perdido?

Nimble miraba alrededor, pero no parecía que ninguno de los presentes supiera algo sobre ello.

“Mis disculpas. No, al decir que estaban cerca y que no habría problemas, bueno, sólo quería decir que podían llegar inmediatamente.”

“¿Qué…?”

Él aún tenía preguntas, pero las ponía a un lado mientras Kabein continuaba preguntando.

“¿Cuántos soldados vendrán?”

“Alrededor de quinientos.”

“Quinientos…”

Aunque Kabein ocultaba su reacción maestralmente, Nimble no podía ocultar la decepción que sentía.

“General, ¿habrá algún problema en integrar la unidad de Su Majestad con el Ejército Imperial?”

Para demostrar su lealtad a Ainz, el Imperio tenía que hacer sangrar océanos de sangre a su gente. Como tal, la unidad de Ainz no tendría la oportunidad de salir al campo así que ponerlas dentro de las formaciones del Ejército Imperial estaría bien.

“Si sólo son quinientas, entonces ni siquiera tendremos que reacomodar nuestras formaciones. Y sobre la guardia de honor para el Rey Hechicero, tal vez debamos dejarle esa tarea a su subordinada.”

Estaba tratando de decir.

“No estés tan ansioso de ingresar a la batalla.”

El ejército Imperial tenía que ir primero y sufrir bajas para probar su sinceridad a Ainz, así que dejar que la unidad de Ainz hiciera demasiado sería problemático.

Ainz asentía estando de acuerdo con la sugerencia de Nimble. Nimble suspiraba aliviado, pero cuando lo pensaba con calma eso no sería algo lógico. ¿Qué podían hacer sólo quinientos soldados? Lo más seguro era que eran simplemente una escolta ornamental.

Sin embargo, lo que pasaba después excedía las predicciones de Nimble.

Habiendo lanzado algún tipo de hechizo, Ainz parecía estar hablando con el aire.

“¿Puedes oírme…Shalltear? Abre un ‘Portal’ a mi posición y envía a las tropas.”

Los ojos bajo la máscara de Ainz parecían moverse.

“Bien. General, he llamado a mi unidad.”

Al mismo tiempo que terminaba de decir eso, el espacio se deformaba.

Un objeto negro, hemisférico aparecía detrás de Ainz.

Nimble recordaba algo sobre un ‘Portal’ siendo mencionado hace un momento.

El portal se abría y lo que salía de él era…

El mundo quedaba en silencio.

Una extraña ausencia de sonido llenaba los alrededores. Una ola de quietud surgía de ella.

Los quinientas soldados revelaban sus formas. Comparados a los 60000 hombres de ejército Imperial, parecían pocos. Sin embargo, nadie podía subestimar a estos quinientos soldados.


La unidad de soldados monstruosos ante ellos dejaba esto en claro con su poder.

“Éstas son mis tropas.”

Overlord Volumen 9 Capítulo 2 Parte 4

 

Ante el silencio de los espectadores, Ainz presentaba a sus fuerzas.

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Nota: Todo el texto que coloques antes o despues del codigo del spoiler sera visible para todos.

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