Overlord

Volumen 9: El Lanzador de Magia de la Destrucción

Capítulo 2: Preparativos Para la Batalla

Parte 1

 

 

Overlord Volumen 9 Capítulo 2 Parte 1

 

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Un mes después.

La reunión había sido convocada dentro del Palacio Valencia en el Reino de Re-Estize. Gazef Stronoff, que había estado todo este tiempo de pie inmóvil al lado del Rey Ranpossa III, abría los ojos mientras miraba a los seis líderes de las grandes familias de nobles del Reino.

Que los seis estuvieran reunidos era en verdad algo poco frecuente.

Entre ellos, controlaban la suficiente riqueza, tierras y territorio como para rivalizar, por no decir sobrepasar, al Rey. Debido a esto, ellos frecuentemente encontraban excusas para evitar los llamados del Rey especialmente el líder de la facción anti-realeza el Marqués Bowlrob, quien ni siquiera se molestaba en ocultar su desprecio por el Rey. La situación era lo suficientemente mala como para que por un tiempo, las personas pensaran que el Reino se despedazaría desde dentro.


Luego, los ojos de Gazef se movían hacia los tres hijos del Rey.

La que más llamaba la atención de entre ellos era la tercera hija, la “Princesa Dorada”, Renner Theiere Chardelon Ryle Vaiself.

Luego estaba el Segundo Príncipe, Zanack Valurean Igana Ryle Vaiself. Durante el disturbio demoníaco había obtenido muchos elogios cuando él, como descendiente del Rey, se había movilizado a favor de la gente.

Por último estaba el hijo mayor, el Príncipe Heredero Barbro Andorean Leld Ryle Vaiself. Con un cuerpo fuerte y un pelo cuidadosamente cortado, él era el hombre a quien el Marqués Bowlrob estaba tratando de colocar en el trono. Presuntamente Bowlrob estaba atendiendo esta sesión de la corte por un pedido del mismo Barbro.

Cualquier reunión a la que asistía el Marqués Bowlrob de la facción de los Nobles seguramente sería intensa. Gazef desviaba la vista de la pesada atmósfera, que parecía asomarse sobre sus cabezas como las nubes del inicio de una tormenta y miraba al resto de los nobles.


De los tres hombres presentes que pertenecían a la facción Real, el primero en captar la atención de Gazef era el Marqués Volumlash, la persona más lujosamente vestida en la corte.

Él era un hombre que se acercaba a los cuarenta, de facciones simétricas. Sus dominios comprendían minas de oro y mithril, lo que le hacía el hombree más acaudalado en el Reino. Sin embargo, circulaban los oscuros rumores de que era extremadamente codicioso al punto de que incluso podía traicionar a su propia familia por una moneda de oro.

También había rumores de que él había traicionado al Reino y que estaba vendiendo información al Imperio. Sin embargo, debido a la falta de evidencia concreta, nada podía hacerse sobre ello. Después de todo, cortarle la cabeza sin ninguna prueba al Marqués Volumlash —un prominente partidario de la facción Real— sólo resultaría en los otros nobles brindándole su apoyo a la facción de los Nobles. Si él estaba al tanto de esto y tomaba ventaja de ello para vender información, entonces él sería realmente la persona presente más despreciable.

Luego, los ojos de Gazef se volvían hacia el más joven y apuesto de los nobles, el Marqués Pespeya.

Él estaba casado con la hija mayor del Rey y se había convertido en la cabeza de su familia al mismo tiempo que se había casado. Aunque se sabía poco sobre sus habilidades y personalidad, su padre poseía una personalidad excelente y era un hombre competente, así que Gazef sentía que Pespeya podía ser parecido a su padre.

En contraste, el más viejo entre los Seis Nobles, era Margrave* Urovana. Su pelo era blanco y le quedaba tan poco que bien podía ser calvo. Aunque su cuerpo y extremidades eran tan arrugados que parecían madera, él aún conservaba la dignidad de un anciano.
(*Margrave es un título medieval similar a marqués. Es otorgado a un comandante militar asignado a una de las provincias fronterizas del reino.)

Urovana era el más persuasivo de los Grandes Nobles.

Formados frente a ellos se encontraban tres miembros de la facción de los Nobles.

Primero, el núcleo de la facción de los Nobles, el Marqués Bowlrob, quien controlaba el mayor territorio entre los Grandes Nobles. Su rostro tenía cicatrices terribles, como el de un jefe militar.

Como ya estaba entrando en los cincuenta, su alguna vez fornido cuerpo que había sido perfeccionado a través de un entrenamiento permanente no era más que una memoria del pasado, pero su voz y su mirada depredadora hacían que todos pensasen que debía quedar dentro de él algo más que sólo un poco del guerrero que había sido.

Aunque él como guerrero por su edad había perdido mucha de su fuerza, como comandante él era incluso mejor que Gazef, lo que lo hacía tan indispensable para el Reino como al Capitán Guerrero.

Junto a él estaba el Conde Lytton.

Él era un hombre cuya apariencia hacía pensar en la imagen de un zorro y también uno de los miembros de más bajo rango entre los Seis. Como tal, él intentaba desesperadamente mejorar su posición. Sin embargo, su personalidad de no mostrar preocupación por los otros si esto significaba expandir su poder, no era bien recibida por los demás nobles. Que se hubiese aliado con Bowlrob debía ser un movimiento estratégico para escapar de sus enemigos.

El último hombre de la facción de los Nobles tenía el cabello rubio peinado hacia atrás y unos estrechos ojos azules.

Su rostro era pálido, con pocas señales de haber visto mucha luz del sol. Era alto y delgado. Combinado con su complexión amarillenta, daba la impresión de ser una serpiente. Él aún no alcanzaba los cuarenta, pero se veía más viejo debido a su palidez poco saludable.

Con emociones encontradas batiéndose en su corazón, Gazef apartaba la vista de él, del Marqués Raeven.

La elección del siguiente monarca era el motivo de las cada vez más complejas pujas de poder.

El Marqués Bowlrob y el Conde Lytton de la facción de los Nobles, así como el Margrave Urovana de la facción Real, apoyaban al Príncipe Heredero Barbro, mientras que la mayoría de nobles sin afiliación apoyaban al Marqués Pespeya, que se había casado con la Primera Princesa. Raeven estaba del lado del Segundo Príncipe Zanack, mientras que el Marqués Volumlash no parecía molestarse con los asuntos de sucesión.

Por todas estas razones, el Rey se sentaba en el trono sin hacer ruido. Si el apuntaba el dedo a cualquiera, había el peligro de que estallara una guerra civil.

Hasta hace poco, Gazef no tenía una opinión propia sobre quién debía ser el siguiente Rey. Pero ahora, su corazón se inclinaba hacia Zanack. Era eso o la Princesa Renner como un candidato sorpresa, pero el Reino en toda su larga historia nunca había sido gobernado por una reina, así que eso probablemente estaba fuera de discusión.

“Entonces ahora, comencemos.”

El tono del Rey parecía ligeramente diferente al usual. Los que tenían oídos sensibles tal vez habían adivinado la razón de la reunión de hoy y lo mostraban con cautelosa curiosidad.

“Lean la proclamación entregada por el emisario Imperial.”

De acuerdo a las órdenes del Rey, los vasallos flanqueándolo a ambos lados comenzaban a leer los contenidos del pergamino.

El contenido era aproximadamente el siguiente:

El Imperio Baharuth reconoce la soberanía del Reino independiente de Nazarick, gobernado por el Rey Hechicero Ainz Ooal Gown y formalmente lo reconoce como aliado del Imperio.

Originalmente la región de E-Rantel era el domino del Rey Hechicero Ainz Ooal Gown. El Reino de Re-Estize está ocupando ilegalmente este territorio y ahora debe regresar a manos de su debido dueño.

Si el Reino no accede a esta demanda, el Imperio prestará ayuda al Rey Hechicero Ainz Ooal Gown para recuperar su territorio.

Esta será una guerra justa, luchada para poner fin a una ocupación injusta.

Luego de que los contenidos eran terminados de leer, el cuarto explotaba en un alboroto de discusión. Estos términos eran demenciales y también cualquiera que accediera a ellos.

“Sólo por si acaso, he hecho que los estudiosos examinen la historia del Reino y no se descubrieron menciones de ningún individuo llamado Ainz Ooal Gown gobernando en los alrededores de E-Rantel. Esa demanda carece de legitimidad.”

“¡Esto es un sin sentido ridículo ¿A qué lunático pertenecen esos desvaríos?!”

El bullicioso grito resonaba a través del salón.

La formidable presencia del Marqués Bowlrob, un testamento a su antigua gloria como guerrero, parecía darle valor a los otros nobles y ellos regresaban su grito con su propia aprobación.

“Aunque la retrasaron, ¿No es ésta la misma vieja invasión Imperial que anuncian cada año? Ellos siempre encuentran alguna estúpida razón para declararnos la guerra, así que esta vez, realmente deben estar escarbando el fondo del barril para usar el nombre de ese lanzador de magia, ¿Cierto? Quiero ver a qué tipo de payaso le han dado el título de ‘Rey Hechicero’.”

Las palabras del Conde Lytton eran seguidas por la risa despectiva de la masa de nobles.

“Sin embargo…”

El conde volvía sus ojos de zorro llenos de desprecio hacia Gazef.

“Creo que hemos oído sobre este demente antes ¿No? Oh Capitán Guerrero Stronoff.”

“Ciertamente, él fue el lanzador de magia que me prestó ayuda en las afueras de E-Rantel.”

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El Conde Lytton presentaba su fría burla con una irritante risa.

“Ya veo, él debe haber ayudado porque pensó que eran sus propios campesinos.”

La desdeñosa risa de los nobles podía oírse en todos lados, sin embargo nadie la detenía porque Gazef, que había nacido plebeyo era odiado por muchos miembros de la facción de los Nobles.

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Si hubiese sido alguien de la facción Real, el Rey habría intervenido, pero ya que el Conde Lytton pertenecía a la oposición, el Rey sólo podía fruncir el ceño.

“Parece ser que fue el Imperio el que quemó los pueblos cerca a E-Rantel, ¿No creen? El Capitán Guerrero dijo algo sobre la Teocracia Slane y luego mencionó haber recibido ayuda de algún tipo llamado Gown, ¿Correcto? ¿No está él envuelto con el Imperio? ¿Y no dijo alguien más que los cuerpos de los que emboscaron y casi matan al Capitán Guerrero desaparecieron sin dejar rastro?”

En su mente, Gazef recordaba la visión de los poderosos miembros de las Seis Escrituras, así como la silueta de Ainz Ooal Gown.

“Aunque los cuerpos desaparecieron como dijo el Conde Lytton, no siento que el Imperio haya estado involucrado. Cuando estuve en el Pueblo de Carne, los caballeros que nos atacaron eran mucho más fuertes que los del Imperio. Ellos usaron ángeles y no hay duda de que eran una unidad de la Teocracia Slane.”

“¿Y por qué la Teocracia haría algo así?”

(¿Cómo podía saberlo?)

Ciertamente, si Gazef respondía de ese modo eso le haría sentir mucho mejor.

En el momento en el que la corte iba a caer en una trifulca debido al silencio de Gazef, una voz resonaba al lado de Lytton.

“¡Ese lanzador de magia demente es irrelevante! Lo que debemos decidir es cómo responder al falso Emperador ¿No es verdad, su Majestad?”

“Es como dice el Marqués Bowlrob. Debemos decidir cuál será la respuesta del Reino.”

“Ruego su permiso para hablar.”

El Marqués Pespeya decía mientras avanzaba.

“Aceptar los términos del Emperador sería muy difícil. Nuestro único recurso es la guerra.”

La mención de la palabra guerra desencadenaba movimiento entre los apretados rangos de la nobleza.

“Ah-ah, ahora es el momento de aplastarlos de una vez por todas y luego llevar la pelea a las puertas del Imperio.”

“Tiene absoluta razón, estoy cansado de las constantes invasiones del Imperio.”

“¡Es momento de mostrarles a los tontos del Imperio contra lo que se enfrentan!”

“Exacto, justo como dijo el Marqués.”

Estas palabras, entre risas dispersas y repetidas a través de la multitud de nobles, le producían un dolor insoportable a los oídos de Gazef.

En los últimos años, ellos se habían enfrentado al Imperio en el campo de batalla de las Planicies Kattse.

En su mayor parte, simplemente desplegaban sus formaciones de batalla y se enfrentaban entre sí desde lejos o intercambiaban golpes brevemente con pérdidas menores para el Reino. Este año probablemente sería más de lo mismo y los nobles tenían un aire despreocupado imaginando que los mismos eventos de antes volverían a ocurrir.

Sin embargo, Gazef hablaba impulsado por sus instintos de guerrero.

“¡No piensen que esta batalla terminará en una escaramuza como siempre lo ha hecho!”

Los nobles se veían como si les hubieran tirado un balde de agua fría y le regresaban miradas llenas de rencor.

“Ya veo. Esto es lo que nuestro Capitán Guerrero realmente cree. ¿Puede darnos una razón para ello?”

“Sí, Su Majestad, es…”

La imagen de cierta persona disparaba alarmas en su corazón.

“…Es decir, es debido al gran lanzador de magia, Ainz Ooal Gown.”

“Siendo ése el caso, el único de entre nosotros que en realidad lo ha visto cara a cara serías tú, Capitán Guerrero. Eso significa que debemos asignarle un peso a tus palabras. ¿Puedes decirnos qué te hace decir eso?”

Gazef no sabía cómo responder. No sabía cómo explicarlo pero su instinto de guerrero le decía que tomar este tipo de decisión sobre esta guerra sería extremadamente peligroso.

“Su Majestad ¿No podría entregarle las afueras de E-Rantel al Imperio, no, a ese lanzador de magia?”

Luego de un momento de silencio, los gritos volaban como granizo.

“¡Cobarde! ¡¿Qué tan sin vergüenza puedes ser corazón de gallina?!”

Estos gritos venían de los nobles de la facción Real.

“Luego de que su Majestad te mostrara tanta amabilidad ¿Te vuelves contra él para decirle que entregue sus dominios a extranjeros? ¡¿Cuándo fue que comenzaste a servir al falso Emperador?! Sin mencionar ¡que no has respondido la pregunta de su Majestad!”

Enfrentado a tantos castigos merecidos, Gazef no podía responder. Si él hubiese estado en su posición, tal vez hubiera hecho lo mismo.

“Suficiente.”

El que le había extendido una mano de ayuda a Gazef en este momento de necesidad era su amado Rey.

“¡Pero, su Majestad!”

“Les estoy profundamente agradecido a mis súbditos por haberse inquietado en mi lugar. Es por esa razón que les pido que recuerden que mi Capitán Guerrero nunca me traicionaría. Por mi bien, se ha arrojado valientemente a las dagas incontables veces. Alguien así nunca haría algo que pudiera herirme.”

Los nobles que le habían gritado a Gazef hacían una reverencia ante el Rey. Mientras él reconocía este hecho, continuaba hablándole a Gazef.

“Capitán Guerrero, en quien confío como mi mano derecha. Incluso si eres tu el que presenta esa propuesta, no puedo estar de acuerdo con ella. Ningún gobernante entregaría las tierras que gobierna sin luchar. Tal acto no puede permitirse por el bien del pueblo que vive en ese lugar.”

Entregar las tierras y al mismo tiempo trasladar a todos los residentes fuera sin dañarlos no era más que un cuento de hadas. Incluso si fuera posible, no habría forma de permitir que los residentes desplazados vivan como lo hacían antes y al final sus vidas cambiarían para peor debido a ello.

“Indudablemente es así su Majestad y espero me perdone por mis insensatas palabras.”

Gazef agachaba la cabeza mientras su Rey, que tanto amaba a su gente, le hablaba. Si fuera un noble que veía a su gente simplemente como un medio para hacer dinero, el Rey no habría dicho lo que dijo. Era debido a la compasión del Rey que Gazef estaba dispuesto a dar su vida por él.

Gazef recordaba las palabras que le decía a su vice capitán hace medio año.

“Cuando buscas ayuda, los que vendrán serán los nobles. Los fuertes traerán ayuda.”

“Esos son los que vendrán a ayudar a los débiles, sin tener en cuenta el peligro.”

El Gazef de antes de haber entrado al gran torneo marcial nunca habría dicho tales cosas. De forma similar a su vice capitán, él hubiera pensado que no había nobles que se arriesgarían a sí mismos por los plebeyos.

Luego de comenzar a servir al Rey, sin embargo, Gazef se había dado cuenta por primera vez que tales nobles existían. Lamentablemente, tales nobles no tenían el poder suficiente.

Había muchas vidas que él no podía salvar e igual número de incidentes en los que el inútil orgullo de los nobles les había guiado a poner obstáculos en su camino.

Incluso así, el hombre al que servía no se había dado por vencido. Él continuaba trabajando por construir un reino donde su gente pudiera vivir vidas mejores día a día.

Gazef estaba orgulloso de su Rey, Ranpossa III. Si ese no habría sido el caso, él habría desertado hacia el Imperio cuando el Emperador mismo había tratado de ganárselo.

Pero era precisamente debido a un hombre así que unas nubes negras se asomaban pesadas sobre su corazón.

Lo que el Rey dijo era la verdad y él había visto las cosas correctamente. El Rey siempre estaba lleno de compasión pero Gazef sabía la razón detrás del duro tono del Rey.

Luego del disturbio demoníaco, el balance de poder entre las dos facciones había cambiado bastante.

Por largo tiempo, el Reino había estado dividido en dos facciones que hasta hace poco habían estado bastante igualadas pero ahora la facción Real se había expandido, mientras que la facción de los Nobles se había encogido.

Debido a que el rey había avanzado valientemente y hecho retroceder a Jaldabaoth, el pueblo lo veía como un gobernante fuerte y una gran cantidad de nobles había entregado su apoyo al Rey. Por tanto, el Rey no podía permitirse mostrar debilidad aquí. Sin embargo, haber dicho eso significaba…

“De todas formas, el Capitán Guerrero tiene un punto, ¿No? Podemos evitar una guerra por el precio de una ciudad. Un Rey también tiene la responsabilidad de prevenir el sufrimiento injusto de su gente. ¿Acaso un verdadero Rey no estaría dispuesto a sacrificar su propio cuerpo por el bien de la gente?”

El que había hablado era de la facción de los Nobles. Sus palabras eran bonitas pero estaban calculadas para reducir la cantidad de tierra que controlaba el Rey, por lo cual la facción Real las refutaba.

“¡Esa tierra es del dominio del Rey! ¡Si eres capaz de entregar las tierras de nuestro Reino, entonces por qué no entregas las tuyas primero!”

La facción de lo Nobles también era rápida en responder.

“¡¿Qué tontería es esa?! ¡El Imperio pidió E-Rantel y sus alrededores! ¿Realmente crees que aceptarán las tierras del otro lado del Reino? ¡¿Por qué no piensas antes de hablar?!”

La facción Real se había vuelto más fuerte mientras que la facción de los Nobles se había debilitado. Eso simplemente hacía que la facción de los Nobles estuviese más desesperada por obstaculizar al Rey.

La modificación del balance entre las dos facciones era el origen de la preocupación de Gazef. En sus desesperados intentos de erosionar el poder de la facción Real, ellos podían sumir al Reino en una guerra civil.

Siendo ese el caso, lo más natural para el Rey era querer sofocar la potencial revuelta con una demostración de su poder. Pero eso significaría…

Si él no podía admitir su debilidad ¿No era una cosa peligrosa en sí misma?

Perdido en sus pensamientos Gazef regresaba de vuelta a la realidad luego de muchas miradas severas de los miembros de la facción Real. Debido a que había sugerido entregar los territorios del Reino, ellos debían haber pensado que se había pasado a la facción de los Nobles.

Le estaban dando miradas que decían, “Campesino oportunista ¿Has olvidado la gracia que el Rey demostró por ti?”

“Entonces ¡¿Por qué no propones el intercambio de tus tierras con E-Rantel y luego la entregas?!’

“¡Como si la tierra pudiera comprarse y venderse como los cerdos del mercado! ¡Son unos tontos!”

“¡Ustedes son los tontos aquí!”

La infantil disputa sumía el salón de reuniones entero. En el pasado, disputas como esta habrían terminado en un empate debido a que el equilibrio de poder era parejo, pero ahora las voces de la facción Real eran más potentes que las de la facción de los Nobles.

Normalmente, el Rey habría detenido esto. No parecía tener las intenciones de hacerlo ahora, probablemente porque la Realeza tenía la ventaja.

Nadie pondría fin a circunstancias favorables para sí mismo. El Rey también debía querer desahogar sus frustraciones sobre la facción de los Nobles.

(Es como si hubiese bebido un veneno dulce…)

Lentamente, Gazef comenzaba a sentir una fría y negra convicción en los ojos de la facción de los Nobles.

Inconscientemente, temblaba.

El ataque del archidemonio Jaldabaoth había sido el comienzo de todo.

En ese momento, la decisión del Rey de salir al campo de batalla fue posiblemente la mejor. Sin su ayuda, las formaciones de batallas habrían sido rotas y los aventureros habrían sido sobrepasados. Si ‘Rosa Azul’ hubiera caído con ellos, el Reino se hubiera encontrado en un gran predicamento.

Sin embargo, mientras Gazef miraba la escena desarrollándose frente a él, no podía evitar preguntarse si no hubiera sido mejor haber hecho otra cosa en ese entonces.

¿Cómo sería esta sesión de la corte si ambas facciones se hubieran mantenido parejas?

(No lo sé, pero… ah, es cierto, ¿Qué tal si perdemos la guerra con el Imperio? ¿Continuaríamos resistiéndonos hasta el final? El poder de la facción Real se reduciría bastante, mientras que el de la facción de los Nobles se incrementaría. ¿Regresaríamos a los días en que ambos se encontraban equilibrados? ¿O el balance de poder se derrumbaría completamente y sumiría al país en una guerra civil? ¿Eso estaría bien?)

Le desagradaba esta sensación… la sensación de que a pesar de tomar sus propias decisiones, al final estaban bailando al ritmo de alguien más.

(¿Podría ser que todo esto era planeado desde el momento en que conocí a Gown-dono? No quiero creer que ése podía ser el caso, pero no sentí nada como eso durante el corto tiempo que hablamos juntos.)

De la manera en que Gazef lo llamaba con honoríficos en sus palabras y en sus pensamientos era claro que no sentía rencor contra el lanzador de magia Ainz Ooal Gown.

(…Tal vez él podía tomar control pacíficamente de… ah, no, si continuo pensando de esta forma sería traición.)

“Creo que ya es momento de detener estas disputas infantiles.”

Una profunda voz masculina se oía a través de la conmoción. Todos quedaban en silencio mientras intentaban averiguar su origen.

Gazef se mordía el labio mientras alguien más usurpaba el papel que el Rey debía jugar.

Esa victoria era tan dulce como la miel…

Él no pensaba que era un gran problema. Sin embargo ¿Acaso el Rey se dejaría llevar por esa dulzura? ¿Podría el Rey al que Gazef servía tan orgullosamente, desaparecer? No podía borrar tales pensamientos de su mente.

“Su Majestad, si la invasión del Imperio es una conclusión inevitable, debemos prepararnos.”

“Marqués Raeven, su Majestad por si solo…”

Las palabras de la facción de los Nobles eran interrumpidas por Raeven.

“…Le agradecería reconsiderar. Si las tropas de su Majestad son derrotadas ¿Quién sabe en donde atacaría el Imperio la próxima vez? Por tanto, en aras de proteger mis dominios, protegeré los del Rey.”

A todos los cubría el silencio.

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Las tropas del Reino eran reclutas civiles. No había forma de que fueran capaces de igualar a los caballeros del Imperio. La única forma de superar la ventaja del Imperio en cuanto a calidad de las tropas era con una gran cantidad de tropas. Ésa era la situación de las cosas en los últimos años, pero si no podían reunir incluso las tropas suficientes para igualar al Imperio, entonces el resultado de la guerra ya tenía una conclusión inevitable.

Luego de oír las palabras de Raeven, los miembros de la facción de Nobles imaginaban a los caballeros Imperiales devastando también sus propias tierras.

Los primeros en anunciar su apoyo al Rey eran los nobles que poseían tierras entre la capital y E-Rantel, seguidos de los nobles que mantenían vínculos estrechos con el primer grupo y al final todos los nobles se comprometían a apoyar.

“Muy bien. Entonces, retrasaremos nuestra respuesta al Imperio y reuniremos nuestras tropas en el lugar usual antes de responderles. Naturalmente, yo también iré.”

“¡Padre, por favor déjame unirme a ti en el campo de batalla!”

El que había gritado era el Príncipe Barbro, que había estado aguardando en silencio a un lado hasta ahora.

“…No, no. No hay necesidad de que el hijo mayor y heredero al trono salga al campo. Yo me encargaré de esto.”

El Príncipe Heredero Barbro se volvía hacia el que había hablado, el segundo príncipe Zanack. La respuesta de Barbro era corta y concisa.

“¡¿No hay necesidad?!”

Su respuesta estaba llena de rabia.

La propuesta de Zanack era razonable. Ya que el Rey se dirigiría al campo de batalla, sería demasiado peligroso que llevara a su hijo mayor con él. Barbro entendía esto, pero aún así, su negación venía del odio que sentía por Zanack.

Dicho odio una vez más tenía origen en el disturbio demoníaco.

Durante el disturbio demoníaco, Zanack había patrullado la capital y se había ganado los elogios de muchos ciudadanos. Barbro, por otro lado, se había ocultado en el palacio y como tal el número de nobles que apoyaban a Zanack se había incrementado también.

A simple vista Zanack no se veía particularmente heroico y el contraste entre su apariencia y sus acciones llamaba la atención. A la inversa, Barbro se veía impresionante pero su falta de acción le hacía parecer cobarde. Con el objetivo de borrar esa vergüenza, Barbro quería salir al campo de batalla para demostrar su valor marcial.

El Príncipe Heredero era un guerrero razonablemente talentoso, lo que iba a la par de su apariencia. Aunque había sido criado con un estilo de vida mimado y no era rival para Climb, el guardaespaldas de la Princesa Renner que se había entrenado a sí mismo sin descanso, aún podía decirse que Barbro era el luchador más fuerte de la familia real. Para él era impensable que Zanack, quien debido a su peso podía perder su balance luego de dar un solo golpe con la espada, pudiera ser considerado un mejor guerrero que él mismo. Esa era una desgracia que no podía soportar. Aunque el Marqués Raeven decía.

“¿De qué sirve la habilidad con la espada de un Rey?”

Barbro era intelectualmente inferior a Zanack y como tal, estaba incluso más decidido a no perder en el campo de batalla que había escogido.

Sin importar qué uno no podía dejarse superar por su oponente en el juego de tronos.

Las tripas le dolían a Gazef mientras consideraba la potencial crisis escondida dentro del Reino.

Aunque pensaba renunciar a su posición luego de la abdicación del Rey y dedicarse a proteger a Rampossa III, hablando realísticamente, probablemente era muy difícil hacer eso.

Además, si no salvaba las vidas que podían ser salvadas, eso sería probablemente un fracaso en sí mismo como servidor de su Majestad. Sin mencionar que la abdicación misma del Rey estaba en cuestión.

Si había alguien que podía reemplazarlo, entonces él gustosamente le entregaba su posición. Sin embargo, tales personas eran escasas. Sólo había una persona que podía luchar a la par con Gazef, pero esa persona nunca aceptaría convertirse en Capitán Guerrero.

(¿Cuáles eran los planes de Brain para el futuro? ¿Tiene algo en mente?)

Aunque Brain se había convertido en un subordinado directo de la Princesa Renner, Gazef tenía el presentimiento de que se marchaba pronto. Si se iba, sería probablemente para mejorar su habilidad con la espada. Siendo un hombre atado a la corte, Gazef no podía evitar sino admirar ese estilo de vida.

Recordaba la refinada destreza de Brain con la espada.

Luego del disturbio demoníaco, Gazef y Brain habían intercambiado golpes en un encuentro amistoso.

Aunque Gazef había triunfado en el encuentro en el que nada estaba prohibido, podía sentir las horas que Brain había invertido entrenando con la espada mientras el viento producido por el pasar de su espada soplaba su cabello.

Quién sabe, en unos cuantos años, Brain podía terminar volviéndose más fuerte que él mismo.

(Si Brain accedía a tomar mi lugar, concentraría mi energía en entrenar a la siguiente generación, para que el Reino pueda tener su cuota de guerreros hábiles en el futuro.)

“¡Ciertamente estoy de acuerdo!”

La voz del Marqués Bowlrob interrumpía los pensamientos de Gazef. Ahora no era el momento de preocuparse por el futuro lejano.

“Si me lo permite, con gusto contribuiré mis tropas más fuertes al esfuerzo y a la protección de la persona de su Majestad. ¿Qué le parece eso, Su Majestad?”

“Umu. Capitán Guerrero, ¿qué piensa?”

No podía pretender que no había oído. Eso sería mentira. Gazef hacía un espectáculo mostrando que lo consideraba cuidadosamente, mientras ignoraba el espasmo en la ceja de Raeven.

Probablemente era la sugerencia de Bowlrob, que apoyaba a Barbro como el siguiente Rey, hacer que éste luchara al frente. Sin embargo, Gazef no tenía prueba de esto, así que sólo había una respuesta que podía dar.

“Creo que todo depende de la opinión de Su Majestad.”

El Rey asentía profundamente y Gazef de pronto sentía un golpe de culpa.

“Es así… bien, si ése es el caso… entonces también vendrás.”

“¡Sí! Permíteme presentarte la cabeza del Emperador, Padre!”

Mientras escuchaba la entusiasta respuesta de Barbro, Gazef sólo podía desear que los inminentes preparativos hicieran desaparecer las nubes de ansiedad que se formaban sobre su corazón.

♦ ♦ ♦

 

 

La habilidad política del Marqués Raeven no tenía rival entre los Seis Grandes Nobles, así que uno esperaba que la oficina donde demostraba sus habilidades era impresionante. Sin embargo, ése no era el caso. Muchos se sorprendían de cómo las órdenes que determinarían el futuro del Reino eran redactadas en un lugar tan humilde y estrecho.

El interior del cuarto estaba lleno de estanterías y los libros y pergaminos estaban pulcramente ordenados de una forma que daban una pista de la personalidad de su dueño. Sin embargo, no se debía a estas cosas que el cuarto fuera tan pequeño, aunque también eran parte de la razón.

La razón más grande no podía ser detectada a simple vista.

El hogar de Raeven estaba construido de ladrillos recubiertos de estuco. Esta era la costumbre en cuanto a la construcción de la casa de un noble y la oficina de Raeven no era la excepción.

Sin embargo el interior de esas paredes estaba recubierto de láminas de cobre que envolvían el cuarto entero.

Esto había sido hecho para interferir con los hechizos usados para espiar, observar o detectar la ubicación.

El cuarto sin ventanas se sentía un tanto claustrofóbico, pero desde un punto de vista de costo-efectividad era práctico y debía soportarse.

Luego de regresar del Palacio Valencia, Raeven daba un giro hacia su oficina que estaba protegida contra magia. Avanzaba hasta el otro lado del sólido escritorio antes de dejarse caer sobre su silla, con el cuerpo desprovisto de energía.

Luego, cubría su rostro con las manos. No se veía de ningún modo como el más grande noble que comandaba un poder y privilegio sin rival en el Reino. En su lugar, se veía como un hombre de mediana edad, desgastado hasta el cansancio por el peso del estrés y la responsabilidad.

Tomaba algunas hebras lacias de su rubio cabello entre los dedos y las acomodaba hacia atrás mientras su rostro se retorcía.

Luego de tomar aire profundamente, el estrés acumulado durante la sesión de la corte se convertía en rabia y llenaba su corazón. En unos momentos había excedido su límite y estallaba como una explosión.

“¡Esos malditos, malditos, malditos idiotas!”

Nadie entendía lo que estaba sucediendo. No, si alguien lo hubiera hecho y estuviera aprovechándose de la situación en verdad se trataría de un maestro conspirador.

En este momento, el Reino estaba bajo un gran peligro.

La frecuente belicosidad del Imperio provocaba severos problemas como la escasez de alimentos y luego había otros problemas que estaban comenzando a desencadenarse. La única razón por la que aún no habían aparecido grietas en el Reino era porque lo nobles honestamente creían que “sólo necesitamos aguantar un poco más hasta que la otra facción se derrumbe primero”.

El Imperio empleaba guerreros profesionales conocidos como caballeros, pero el Reino no tenía soldados equivalentes entre sus rangos. Para resistir las invasiones Imperiales, ellos tenían que reclutar campesinos a la fuerza. Y por supuesto, esto significaba que las aldeas no tendrían la suficiente mano de obra.

Con eso como su objetivo, el Imperio planeaba invadir al Reino durante el otoño, en la época de cosecha, cuando la mano de obra era más necesaria.

Durante las temporadas más atareadas en un pueblo agrícola, el impacto que provocaban al desaparecer los hombres adultos, su más importante fuente de trabajo, era innegable. Por supuesto la idea de simplemente no reclutar a tantos hombres podría venirle a la mente de uno pero, frente a la milicia del Imperio que estaba mejor entrenada y armada, el reino no podría oponer ninguna resistencia sin el peso de los números de su lado.

Había habido una ocasión en la que la falta de conscriptos había resultado en una tremenda pérdida para el Reino. Afortunadamente, el contraataque liderado por Gazef había tenido éxito, matando a dos de los Cuatro Caballeros originales y poniendo fin a la guerra ya que ambos bandos habían ganado y perdido. Sin embargo la verdad era que el poder nacional del Reino se había reducido y a la luz de los muchos ciudadanos muertos, el Reino había terminado en el bando perdedor.

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E incluso durante esas circunstancias…

“¡Esa basura traidora! ¡Esta insensata lucha de poder! ¡Esos idiotas, luchando por una estúpida silla!”

El Marqués Volumlash, uno de los Seis Grande Nobles, había traicionado al Reino al vender información al Imperio. Los nobles se habían dividido en dos facciones y luchaban por obtener la supremacía. Ambos príncipes codiciaban la sucesión como perros luchando por un hueso.

El Marqués Raeven golpeaba su escritorio repetidamente, ventilando su ira.

“¡Y el Rey tampoco es mejor! ¡No es un tonto borracho de poder, pero no piensa para nada! ¡La forma en la que se aferra al trono sólo avivará las llamas de la crisis de sucesión a nuevas alturas! ¡La Princesa Renner le dio una buena oportunidad haciendo favorable las cosas para la facción Real, así que lo que debería hacer es apresurarse y transferir el poder de una vez!”

Durante el disturbio demoníaco, la que había alentado personalmente al Rey a salir al campo de batalla era la Princesa Renner.

Debido a eso, la influencia de la facción Real se había incrementado mucho y ellos debían de haber sido capaces de poner al Príncipe Zanack en el trono si lo hubiera propuesto en ese mismo momento y lugar. Sin embargo…

“Todo terminó de este modo debido a que sintió compasión de su primer hijo. ¡No es como si no pudiera entender sus sentimientos, pero nadie está pensando en lo verdaderamente importante! ¡Ninguno lo hace!”

Hablando estrictamente, esto no era cierto. Habían personas en el Reino que pensaban en el futuro y en lo que era importante para el país. El problema era que todos estaban en el grupo de Raeven.

Él no debía haber concentrado a todos bajo su protección. En lugar de eso, debía haberlos diseminado cuidadosamente entre las otras facciones y hacer que influyeran en los líderes desde el interior. Sin embargo, su irritación no estaba dirigida a sí mismo por no haber esto hecho antes, sino hacia los miembros de las otras facciones, cuya falta de cerebro le provocaban dolores de cabeza.

“¡Idiotas, todos y cada uno de ellos!”

Raeven gritaba con frustración mientras los recordaba, esos simplones que sólo podían ver la carnada agitándose frente a ellos y cuyos intelectos no eran mejores que los de los goblins.

“…Incluso así, ¿Qué debería hacer? ¡Piensa, Raeven, piensa!”

La frustración de Raeven se incrementaba al mismo tiempo que su respiración se calmaba.

Tenía que pensar en cómo mantener funcionando al Reino, incluso de cara a los peligros que acechaban y se aproximaban.

“Para empezar esta guerra contra el Imperio es peligrosa, especialmente si ese Ainz Ooal Gown posee un gran poder. Debería comenzar asumiendo que puede provocar más de 10000 bajas por sí sólo antes de comenzar el planeamiento estratégico. Luego al mismo tiempo, presionaré para que el príncipe sea el nuevo Rey… ¿será eso muy difícil?”

Raeven pronunciaba en alto las palabras de su mente mientras organizaba sus pensamientos. Honestamente, él quería compartir este asunto con alguien y discutirlo.

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Ésa era la razón por la que Raeven apoyaba al Príncipe Zanack. El Segundo Príncipe era su único aliado en la realeza. Aunque ahora había otra persona, la Princesa Renner. Ambos entendían el peligro que enfrentaba el Reino y él la consideraba a ella una compañera de armas cuando se trataba de planear para el futuro.

Si sólo el príncipe pudiera ascender al trono, eso le quitaría un gran peso de encima.

“… No creo que haya estado bromeando cuando prometió hacerme Primer Ministro. Aunque no podré aliviar la carga en mi hombro izquierdo, al menos eso servirá para mejorar la condición del Reino.”

El objetivo actual de Raeven era colocar al Príncipe Zanack en el trono. Si el fracasaba en el intento, el país daría un paso más hacia la ruina.

“Con la ayuda de la Princesa Renner, mi trabajo sería más fácil, al menos.”

Raeven suspiraba pesadamente mientras daba voz a sus pensamientos y planes futuros.

Incluso él tenía días en los que quería dejarlo todo y marcharse.

Algunas veces, la preocupación excesiva había hecho que pensara en destruir el Reino con sus propias manos, aunque ese pensamiento particular sólo había surgido una o dos veces.

Era como intentar construir un castillo de arena, rodeado de mocosos pequeños intentando derrumbarlo. Por momentos quería destruirlo él mismo, sólo para quitarles la satisfacción. Aún así, él tenía un motivo para ignorar sus impulsos destructivos y continuar como lo hacía.

En esos momentos se producía un golpe en la puerta.

El sonido venía de una posición más baja de la usual. Por un momento Raeven mostraba una expresión que era muy distinta a las que normalmente hacía. Tal vez podía decirse que su expresión se derretía. Sus cejas estaban caídas e incluso las esquinas de su boca se encontraban extrañamente relajadas.

“Oh, esto no es bueno. No puedo mostrar mi cara así.”

Raeven golpeaba ligeramente su cara, ya que su fuerza de voluntad era suficiente para regresarle la dignidad apropiada. Luego de arreglar su cabello se dirigía a la puerta de metal y hablaba para que la persona al otro lado de la puerta pudiera oírlo. Aunque su voz era elevada contenía una sorprendente delicadeza que indicaba que no estaba enfadado.

“Pasa.”

La velocidad con la que se abría la puerta daba a entender qué tanto él como la persona detrás de ella ansiaba por este momento.

Al otro lado de la puerta se encontraba un niño.

Un ligero rubor era visible en la pálida piel de su inocente rostro. Parecía tener alrededor de cinco años de edad y se deslizaba sobre el piso, deteniéndose en la rodilla de Reaven.

“Bien, bien, sabes que no deberías correr dentro de la casa, no es nada refinado.”

La voz de una mujer seguía al niño hacia Raeven.

Era una mujer de un rostro bonito oscurecido por la melancolía. No parecía ser una mujer feliz. Sus ropas eran exquisitas pero sus colores eran opacos.

La mujer hacía una reverencia formal hacia Raeven y luego sonreía.

Con un atisbo de vergüenza Raeven le regresaba la sonrisa.

Su esposa sólo había comenzado a sonreír recientemente.

Raeven no podía evitar recordar aquellos días.

Cuando era un hombre joven su corazón rebosaba con la ambición y el impulso propios de la juventud. Y el objetivo de su ambición era el trono.

Aspirar al trono era el sueño de un traidor.

El joven Marqués Raeven, lleno de confianza en sus habilidades, probablemente sentía que no existía otra meta digna de ser el objetivo de su vida. Con ese fin había trabajado en silencio expandiendo su influencia, acumulando riquezas, expandiendo sus conexiones, aplastando a sus enemigos…

Tomar una esposa no era nada más que parte de su plan. Mientras pudiera ser capaz de vender la posición de Marquesa a un buen precio no le importaba cual era el tipo de mujer con la que terminaría. Y resultaba que era una bella pero melancólica mujer, sin embargo esto no le importaba a Raeven. Después de todo lo importante eran las conexiones que había hecho con la familia de su esposa.

La vida en su hogar era ordinaria.

No, eso era sólo lo que Raeven sentía. Cuidaba de la mujer con la que se había casado como si se tratara de una herramienta pero no había amor entre ellos.

Por azares del destino, el cambio de Raeven se generaba debido a una pequeña cosa.

Sus ojos se movían hacia el niño frente a él.

Lo primero que pensaba cuando se enteraba que tendría un hijo era que sería otra herramienta más. Sin embargo, cuando el recién nacido apretaba su dedo con sus pequeñas manos, algo se rompía dentro de él.

Éste era su hijo que parecía tanto simio como ser humano. Ciertamente él no pensaba que era adorable. Sin embargo, cuando sentía el calor que irradiaba de sus dedos, todo parecía esfumarse.

¿A quién le importaba el trono?

El hombre impulsado por la ambición había muerto inadvertido por todos y no llorado por nadie.

Entonces, cuando Raeven sonreía dando las gracias a su esposa que acababa de dar a luz a su hijo, recordaba vívidamente la expresión en el rostro de ella. Era una expresión graciosa, incluso como si él nunca fuera a decirlo en voz alta. Recordaba que parecía preguntar.

“¿Quién es esta persona?”

En ese momento, su esposa había pensado que ésta era sólo una momentánea particularidad provocada por saber que tenía un heredero. Sin embargo, Raeven continuaba cambiando luego de esto y eso hacía que su mujer se preguntara si había algo mal con él.

Al final, cuando su mujer reflexionaba sobre como era su esposo antes y después de su cambio, llegaba a la conclusión de que prefería al nuevo Raeven y su actitud cambiaba también. Los dos eran por fin una pareja casada normal.

Raeven se agachaba y levantaba a su hijo que estaba tratando de escalar su rodilla.

El chico balbuceaba de alegría mientras era colocado en el muslo de Raeven. Él podía sentir el calor de su cuerpo a través de su ropa y el peso familiar se sentía reconfortante. Una cálida y continua satisfacción irradiaba de su corazón.

Ahora Raeven tenía un único objetivo.

‘Quiero dejarle un dominio bien cuidado a mi hijo.’ Era la meta que cualquier padre noble podía tener.

Raeven miraba cálidamente al niño sobre su pierna y le hablaba.

“¿Qué sucede -chu? ¿Rii-tan? ¿Chuchu~?”

Sólo dos personas en el mundo verían alguna vez a este Gran Noble mientras hacía un puchero con los labios y decía “~chu”.

Una de ellas era el niño que balbuceaba de alegría.

“… Querido, hablarle como a un bebé sólo arruinaran su gramática.”

“¡Hmph! Tonterías, no es nada más que un rumor sin base.”

Aunque su boca decía eso Raeven reflexionaba que sería malo si criaba irresponsablemente a su hijo.

Ya que era su hijo eso significaba que debía poseer algún nivel de talento. O mejor dicho ni siquiera importaba si no tuviese talento, pero como sus padres, ellos tenían la obligación de descubrir y cultivar las habilidades de su hijo. Como tal, ser una mala influencia sobre él era algo impensable. Aunque él no dejaría de llamarlo con nombres cariñosos.

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El amor era el mejor maestro, después de todo.

“¿No es cierto, Rii-tan? ¿Qué sucede? ¿Quieres decirle algo a papá?”

Raeven ignoraba la expresión preocupada de su esposa y preguntaba de nuevo.

“Ejejeje, es sobre eso~”

Se veía como si quisiera revelarle un secreto, a juzgar por la forma como cubría su boca con sus pequeñas manos. Mientras veía este movimiento, las esquinas de los ojos de Raeven se relajaban y mostraba una expresión que uno nunca esperaría del hombre al que habían llamado serpiente.

“Bueno, ¿qué es? ¿Puedes decirle a papá~n? ¿Uwah~ qué es? ”

“La cena de hoy~”

“¡Mm, mm!”

“¡Es la favorita de papá!”

“¡Mm! ¡Papá~n estará muy feliz! ¿Qué hay para cenar?”

“Es pez Graba à la meuniere.”

“Es así… ¿Qué sucede? ¿Rii-tan?”

Raeven veía la expresión de infelicidad en el rostro de su hijo y rápidamente hacía una pregunta.

“¿Yo debería de haber sido el que lo dijera?”

Un rayo parecía recorrer la espalda de Raeven.

“Es eso ver~chu? eh, digo, ¿es verdad eso? Bueno, entonces es la culpa de papá~n. Por favor perdóname. Rii-tan, ¿quieres decirme algo más?”

Mientras Raeven la miraba con el ceño fruncido, su esposa, no sabiendo que hacer, se cubría el rostro.

“Rii-tan, ¿por qué no se lo dices a papá~n?”

Con un hmph de fastidio, el niño sacudía la cabeza a un lado. El pequeño movimiento tenía un gran impacto en Raeven. Con desesperación en el rostro, parecía que acababan de ordenarle cometer suicido.

“Realmente lo siento, Rii-tan, papá~n es un tonto y se olvidó todo, ¿no podrías recordármelo?”

Su hijo lo miraba de reojo. No parecía estar listo para tomar una decisión aún.

“¿No se lo dirás a papá~n? Papá~n va a llorar~”

“Eso…sobre eso, es el plato favorito de papá~”

“¿De verdad? ¡Papá está tan feliz de oír eso!”

Raeven no podía evitar besar las rosadas mejillas de su hijo. Debido a que sentía cosquillas, el niño reía inocentemente.

“Muy bien, ¡entonces vayamos a cenar!”

“…No creo que esté listo aún.”

“¿…Qué?”

Una expresión de fastidio se extendía en el rostro de Raeven, como si una vasija de agua fría hubiese sido echada sobre su cabeza. Aunque sería fácil ordenarles a los cocineros que se apresuraran, ellos aún debían seguir los pasos apropiados en su trabajo y esos pasos debían ser ejecutados con precisión en los momentos adecuados. Por tanto, si él interrumpía la rutina, la comida podía no ser tan buena como debería.

Como tal, incluso si no estaba feliz por la espera, Raeven no daba esas órdenes. También se debía a que quería que su hijo tuviera la mejor cena posible.

“Muy bien, tu padre necesita trabajar. Vamos.”

“Está bien~”

Raeven no podía ocultar el desanimo que sentía cuando oía la alegre respuesta de su hijo.

“¡Koff! Espera, en realidad, ya terminé mi trabajo.”

“¿De veras?”

“Sí, de veras. No te preocupes, ya terminé de trabajar.”

“… ¿Es así? No es bueno perder el tiempo cuando hay trabajo que hacer.”

“…”

Incluso si la mirada de su esposa se había vuelto fría, Raeven no podía dejar ir a su hijo. Abrazaba al niño con fuerza y suspiraba mientras sentía el calor del cuerpo cálido de su hijo fluir dentro de él.

“… Bueno, de todas formas había llegado a un callejón sin salida.”

Murmuraba.

“No es como si pudiera terminarlo en un día.”

Esta no era una excusa. Él no tenía nada urgente de lo que encargarse.

Su esposa asentía en reconocimiento.

“Entendido, pero… parece ser algo bastante problemático.”

“Eso es lo que diría. No necesito más brazos o piernas para hacer mi trabajo, sólo buenas mentes.”

“¿Qué tal mi hermano?”

“Es talentoso, pero dado que tu familia ya de por sí se encuentra lo suficientemente ocupada con sus dominios, no creo que pueda llamarlo, ¿cierto? ¿Conoces a alguien confiable?”

Raeven ya le había hecho esta misma pregunta muchas veces y su esposa le había dado siempre la misma respuesta.

No había ningún noble que pudiera hacerse cargo de estos asuntos como lo hacías tú.

La verdad era que si hubiera alguien así la vida de Raeven no sería tan difícil como lo era ahora. Al final, todo lo que podía hacer era buscar entre los plebeyos. Si este fuera un lugar como el Imperio, donde el sistema de educación centralizado entrenaba a la gente para ser servidores públicos, todo hubiera estado bien pero en el Reino buscar talentos escondidos era como buscar una aguja en un pajar. Todo lo que podía hacer era escuchar rumores sobre gente talentosa y reclutarlos.

Mientras pensaba en cuanto tiempo y esfuerzo necesitaría para hacer esto, el corazón de Raeven se hundía. En ese momento, su hijo tenía una buena idea.

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“Papá~n, También quiero ayudar en tu trabajo~”

“¡ Uwah~ Rii-tan, muchas gracias! ¡A chii te amo más que a nadie!”

Raeven no dejaba de besar a su hijo mientras continuaba hablando como bebé. Sin lugar a dudas, éste era el momento más feliz de su vida.

Podía olvidarse del estrés de su vida diaria y obtener un poco de paz.

Incluso si debía sacrificarme yo mismo, protegería todo esto. Raeven prometía en lo más profundo de su corazón.

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