Goblin Slayer

Volumen 4

Capítulo 8: Del Día Perezoso de un Elfo

Parte 1

 

 

— ¿Hrrm…?

El sol estaba bien alto en el cielo cuando sus rayos entraron por la ventana y golpearon los ojos de la elfa arquera. Estaba desnuda, acurrucada en la cama bajo una sola manta, y enterró su cara en la almohada en una efímera muestra de resistencia. Pero la luz del sol era terriblemente brillante. No podía ser derrotada simplemente cubriéndose la cara.

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Pronto se rindió, la elfa bostezó como un gato -fwaah- e hizo un gran estiramiento con su esbelto cuerpo.

—Faah…oooh… ¿Es de día?

El sol estaba un poco alto para la mañana. Era casi mediodía.

La elfa arquera, frotándose los ojos y mirando por la ventana, se sentó con las piernas cruzadas en la cama.

Goblin Slayer Volumen 4 Capítulo 8 Parte 1

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—Ooo…

Se peinó su alborotado cabello con su mano mientras murmuraba sílabas sin sentido.

Como ella recordaba, hoy tenía el día libre. Al menos, si nadie venía a despertarla, significaba que no había aventura.

Ese Orcbolg—se había ido sólo, todo goblins, goblins como de costumbre.

Honestamente, no estaba segura del reciente incidente. Tenía problemas para creer una batalla contra un hechicero malvado en la cima de una torre.

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En cualquier caso, esto es diferente del bosque.

Por lo menos, el hecho de que pudiera dormir hasta el mediodía le alegró el haber dejado el bosque.

Bostezó de nuevo, y luego se rascó su saludable y estirado vientre y ombligo. El comportamiento de los elfos mayores era conocido por su refinamiento, pero había excepciones.

La elfa arquera estiró sus piernas hacia el suelo, el cual estaba tan atestado de objetos y posesiones que casi no había donde poner sus pies. Las puntas de los dedos de sus pies encontraron su amado gran arco. Ella re ató la cuerda floja, y luego tiró de ella suavemente para comprobarla. Debería cambiarlo tarde o temprano.

—Hmm, estoy seguro de que fue por ahí… Ah, ahí estás.

Se tumbó en su cama y extendió los brazos hacia el suelo.

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Cogió a una arañita del tamaño de una yema de un dedo. Había estado deambulando por el suelo sobre sus mallas.

La elfa arquera pulso con un delgado dedo el trasero de la araña y luego lo retiró, y un hilo de plata corrió en el aire. Ella estaba literalmente hilando seda. Y no una seda de telaraña pegajosa, aunque las arañas comunes y corrientes que solían caminar sobre ella. Ella hizo esto dos o tres veces, hasta que tuvo las longitudes de hilo que quería, después de lo cual sus orejas temblaron.

—Es suficiente, supongo. ¡Gracias!

Dejó ir a la araña y se puso a enroscar el hilo. La seda de araña era ligera pero más fuerte que el alambre de acero del mismo grosor. El material perfecto para una cuerda de arco. Después de un tiempo, la elfa había unido las cuerdas. Los pasó de un lado a otro entre sus dedos, de un extremo a otro.

Convencida de que no había problemas, agitó las orejas con satisfacción.

—Allá vamos.

Ella enrolló la cuerda haciendo un lazo y saltó de la cama al suelo. Con cuidado de no pisar los libros prestados y los juguetes que había comprado, pero que en realidad no entendía, hizo su camino alrededor de la habitación.

Cepilló su ropa de cazador, poniéndosela sin cuidado.

Hoy era su día libre. No necesitaba su abrigo ni nada.

Aunque una espada corta podría ser apropiada…

Era delgada y elegante; tenía la piel tan blanca que era casi translúcida y no tenía mucha carne extra. Combinada con su pecho plano, tenía la belleza de una estatua tallada.

En belleza, por lo menos, los elfos del bosque no se conformaban con estar por detrás de cualquier otra raza. Quizás la razón por la que se escondían bajo la ropa era que veían su propia blancura como algo simplemente normal.

Silbando sin parar, la elfa arquera se trenzó el pelo. Suavemente barrió las hebras de sus hombros y mejillas, y cuando se giró hacia atrás, su desordenada habitación la recibió.

En cierto modo, el caos era comprensible en la habitación de un aventurero. Pero era difícil de creer que esta era la habitación de una joven mujer, y un elfo. El equipamiento había sido lanzado cerca, la ropa sucia yacía por todas partes, y los platos vacíos se amontonaban descuidadamente. Las novelas de aventuras y los libros de teatro estaban abiertos, mientras que los juguetes comprados en los festivales del templo estaban esparcidos por todas partes. Sería más fácil creer que es la habitación de un niño.

¿Cómo es que tantas cosas cabían en un espacio relativamente pequeño? Era un gran acertijo que ni siquiera los elfos, con todo su conocimiento, podían entender.

—Hmm. La elfa arquera cruzó sus brazos con seriedad y estudió la habitación, luego se batió sus largas orejas y asintió como si estuviera de acuerdo con algo. —Será mejor que lave la ropa.

* * *

 

 

Añadió jabón de afeitar y su ropa a una tina llena de agua del pozo, y luego se puso sus pies descalzos.

—Oooh… El agua subterránea está fría, ¿no?

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Su cuerpo y sus orejas se estremecieron, y empezó a pisar su ropa.

Ella lo sabía con certeza: nunca podría haber imaginado esto en su casa del bosque. Allí, había sido una cuestión simple el poner su ropa en el río y pedirle a los undines u otros espíritus de agua que la lavaran por uno. Las tareas domésticas se dejaban en manos de los brownies. El mundo humano era terriblemente inconveniente, pensó.

Pero dejando eso de lado, le gustaba pisotear, básicamente jugar en el agua.

Detrás del Gremio había un abrevadero que también servía como lugar para hacer el lavado.

La cálida luz del sol de media mañana se esparció. A lo lejos, podía escuchar a los niños corriendo y a las amas de casa hablando. La preparación del almuerzo debe haber estado en marcha, porque un aroma tentador flotaba de la cocina de la taberna.

La elfa arquera amaba esta hora. De alguna manera, tenía un olor diferente al de la habitual ciudad por las mañanas, las noches y los días en que se iba de aventura. Ella no sabía exactamente qué era ese olor, y podría haberlo imaginado. Encontró una sana curiosidad tanto en sí misma como en los demás, pero algunas cosas deben pasar sin ser investigadas demasiado a fondo.

—Bwaaah…

Dio otro gran bostezo. No importaba cuánto durmieras, en días como éste nunca era suficiente. Además, los elfos tenían todo el tiempo del mundo. Desperdiciar un poco no haría daño a nadie.

Es una lástima, sin embargo.

Cosas interesantes, cosas que le llamaban la atención, si ella les quitaba los ojos de encima por un momento, de repente desaparecían.

La elfa arquera continuó pisoteando la ropa sucia, dando otro gran bostezo y saliendo de la tina. Luego sacó su ropa pisoteada y la extendió a diestra y siniestra con un whap.

—Muchas cosas interesantes en las que pensar, en realidad.

Como el delicado olor del jabón. La brisa que podía sentir a través de su ropa húmeda. La luz del sol.

Disfrutando de todas estas cosas, la elfa arquera colgó su ropa en la cuerda del área de lavado. Se acordó muy bien cuando los colgó descuidadamente y se arrugaron, así que se aseguró de hacerlos lo más cuidadosamente posible. Por alguna razón, era preocupante cuando se veían atrapadas por el viento y se estrellaban contra el suelo, por lo que los sujetó firmemente con pinzas para la ropa.

— ¡Hecho y hecho!

Colgó la última prenda con cuidado, y luego hizo un gesto de satisfacción con sus orejas. Se limpió la frente, aunque no estaba sudorosa, puso las manos en sus caderas y miró la colada. La ropa ondeaba al viento como la bandera de un ejército sobre una fortaleza conquistada.

— ¿Haciendo la colada? Eres una persona trabajadora.

La elfa arquera giró hacia la voz detrás de ella aspirando con orgullo.

En general, los elfos podían saber quién venía sin mirar. Pero incluso ellos podrían sorprenderse a veces. Hay excepciones para cada regla.

—Oh, la recepcionista. ¿Qué pasa?

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—Tengo el día libre, así que estoy paseando.

La recepcionista llevaba ropa casual. Fue un poco chocante, porque la elfa arquera estaba tan acostumbrada a verla con su uniforme, pero por supuesto, incluso la recepcionista tenía otros trajes. Como todo el mundo.

Llevaba un vestido ligero de verano. No tenía mangas, mostrando la hermosa línea de sus brazos desde sus hombros hasta sus uñas bien recortadas. Encajaba perfectamente en ella y probablemente dejaría pasar una brisa refrescante. Su cuerpo bien formado era presumiblemente el resultado del esfuerzo que hacía todos los días. Podría fácilmente ser llamado ideal.

—Te hace parecer una sílfide, de alguna manera.

La recepcionista sonrió, complacida por esto. —Lo traigo puesto porque se supone que es la última moda en la Capital.

Así que eso era. La elfa arquera asintió. Ciertamente parecía un buen conjunto para simplemente pasear. La moda humana, sin embargo, cambió a un ritmo tan frenético que le encontró difícil seguirle el ritmo…

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Me pregunto cómo se les ocurren tantas cosas en un solo año.

Una cosa era cierta: el mundo humano nunca se volvía aburrido.

— ¿Pero por qué estás en el Gremio?

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Era su día libre. La recepcionista apartó los ojos repentinamente ante la pregunta inocente de la elfa arquera. Su mirada se movió de un lugar a otro.

—…Sólo porque sí. Pensé en asegurarme de que nuestros aventureros habían vuelto sanos a casa.

— ¡Huh! La elfa arquera rio, no pensando especialmente sobre esa respuesta. — ¡Eso sí que es dedicación!

—Bueno, ya sabes… La recepcionista dijo evasivamente. — ¿Cómo va tu lavado?

—Admira, los frutos de mi trabajo. La elfa arquera resaltó orgullosamente su pequeño pecho. — ¿Qué te parece?

No era como si hubiera usado una habilidad especial. Sólo era la colada. No es algo de lo que presumir, pero la recepcionista sonrió de todos modos.

—Te has acostumbrado bastante a hacerlo, ¿no? Comentó.

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—Supongo que sí. Puedo manejar esto muy fácilmente. Replicó la elfa arquera.

—Oh… ¿No hay ropa interior?

— ¿…?

La recepcionista se paró con sus trenzas balanceándose mientras inclinaba la cabeza con curiosidad. La elfa arquera respondió con facilidad —No tengo ninguna.

—Oh, ¿quieres decir que este es ya tu segundo lavado?

—No. Contestó ella con un rotundo movimiento de su cabeza. ¿Por qué no lo entendió? —No tengo ninguna.

—…Creí que habíamos escogido algunas juntas hace un tiempo.

—Como que lo enterré…

—…

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La recepcionista estaba presionando su frente y mirando al suelo lo suficiente como para que la elfa arquera sospechara un poco. Y cuando la recepcionista alzó la vista de nuevo…

—Vamos a comprar un poco, entonces. Sí, hagámoslo. Estaba esa sonrisa falsa.

— ¿Eh? Pero… Sinceramente, son una especie de dolor…

—Vamos.

Y para un aventurero rechazar una oferta de un empleado del Gremio simplemente no era posible.

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