Goblin Slayer

Volumen 2

Capítulo 5: Adelante Hasta la Muerte

Parte 3

 

 

— ¡Gas!

Nadie estaba seguro de quién lo dijo primero.

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— ¡GROB! ¡GORRB!!

— ¡GROOROB! ¡GORRRB!!

El trinar del canario se mezcló con la risa chirriante de los goblins al otro lado de la puerta.

Una neblina blanca había empezado a filtrarse en la habitación a través de varios agujeros habían en las paredes. Los aventureros se amontonaron en el centro de la cámara funeraria como si estuvieran rodeados. Estaban en una situación desesperada.

—Ahora estamos en problemas. Nos acabarán a todos de un plumazo.

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—No todo gas es mortal… Pero estoy seguro de que no es nada bueno para nosotros, en cualquier caso.


El sacerdote lagarto chasqueó la lengua, y el chamán enano gruñó y limpió el sudor de su frente. Sus ojos habían caído sobre el horrible esqueleto con la piel de la mujer.

Mirando por toda la habitación desesperadamente, esperando encontrar una ruta de escape, la elfa dio un grito.

— ¡No es bueno! ¡No hay otra salida!

— ¿Qué… vamos a hacer, Goblin Slayer…?

La sacerdotisa todavía no había recibido el milagro Cura, que podía neutralizar el veneno, e incluso sus efectos sólo durarían poco tiempo. Cuando desaparezca, ese sería el final. Sin saber por cuánto tiempo seguiría llegando el gas, lo único que podía hacer era comprarles un poco de tiempo.

La sacerdotisa miró implorando a Goblin Slayer, sus ojos brillaban con lágrimas.

No respondió nada.

— ¿Goblin Slayer…?

—…..

Estaba hurgando silenciosamente su bolso.

Mientras la sacerdotisa observaba, sacó una cosa negra y se la dio.

—Envuelve esto en un paño de mano, y póntelo sobre la boca y la nariz.

— ¿Esto es… carbón?

—Te protegerá un poco del gas venenoso. Si tienes hierbas medicinales, ponlas también en la tela. Rápido, si no quieres morir.

— ¡Sí!

La sacerdotisa tomó rápidamente el carbón vegetal y se sentó en su lugar para escarbar en sus propios ítems. Cuando había sacado seis paños limpios, encontró un brazo escamoso que se extendía a su lado.

—Déjame ayudarte. Los vapores tóxicos no me afectan mucho.

— ¡G…gracias!

Los dos rápidamente comenzaron a envolver carbón y hierbas en cada uno de los paños, haciendo simples máscaras de gas. La sacerdotisa continuó preparando paños para sus compañeros mientras el sacerdote lagarto envolvía uno alrededor de la cara de la sacerdotisa.

— ¡Goblin Slayer!

—Gracias.

— ¡Toma, llévate esto también…!

Dos máscaras de gas, una hecha con un paño más grande. Parecía adivinar lo que ella tenía en mente; inmediatamente envolvió el gran paño alrededor de la jaula del canario. Entonces, colocó su propia máscara a través de la visera de su casco y empezó a escarbar en su bolso otra vez. Estaba lleno de objetos que ninguno de los otros podía identificar.

—Dioses. Tienes de todo menos el lavabo de la cocina, ¿no? Dijo el chamán enano mientras luchaba por meter su barba en la tela que le había dado la sacerdotisa.

—Sólo lo mínimo. Contestó Goblin Slayer, agarrando dos bolsas del desorden de objetos. —Quería traer máscaras como las que usan los médicos para tratar la peste negra, pero son muy voluminosas.

—Entonces, ¿qué tienes en mente Corta barbas? El enano parecía sonreír con gallardía bajo su máscara.

Goblin Slayer le tiró una de las bolsas. El chamán enano se apresuró a atraparlo, y luego lo miró con sorpresa por su inesperada pesadez.

— ¿Qué tenemos aquí?

—Cal viva y tierra volcánica. Goblin Slayer era tan desapasionado como siempre. —Mézclalas y tapa los agujeros.

El chamán enano de repente se golpeó las rodillas. Incluso con la máscara, su sonrisa era evidente.

— ¡Concreto!

—No se secará muy rápido. Dijo Goblin Slayer, pero asintió, y el chamán enano se golpeó el pecho.

— ¿Qué te preocupa, Corta barbas? Tengo el hechizo.

En ese momento, la elfa robó la bolsa de la mano del chamán enano.

—Oye, orejas largas, ¿qué estás haciendo?

Sobre su máscara de gas, sus ojos se entrecerraron, y sus orejas se movieron.

—Sellaré los agujeros, enano. ¡Tú lanzas el hechizo!

— ¡Bien dicho! Su respuesta rápida fue como un mazo golpeando el acero caliente.

Él y la elfa empezaron a correr por la habitación. La elfa esparcía el concreto dondequiera que encontrase un agujero, y el chamán enano extendía su mano.

—Tic tac hace el reloj, sus agujas nunca se detienen. Péndulo, balanceo, ¡tiempo es la cosa!

Terminó con un gran grito y una ráfaga de aliento, y el compuesto de barro se endureció en un abrir y cerrar de ojos.

El sacerdote lagarto giró sus ojos al verlo.

—Mm. Tus artimañas son muchas, maestro hechicero.

Movía su mandíbula de arriba a abajo. Estaba cubierto con un paño, que no era lo suficientemente largo; había sido complementado con una venda. Su voz estaba apagada, pero por lo demás sonaba normal; en todo caso, parecía bastante tranquilo. Para un hombre de lagarto que había crecido en las selvas del sur, el campo de batalla era como un segundo hogar.

— Entonces, ¿tienes un siguiente paso en mente,  Goblin Slayer?

—Moveremos uno de los ataúdes frente a la puerta como una barricada. Dijo Goblin Slayer uniformemente. No sonaba diferente de lo habitual; no parecía nada emocionado. —Cuando el gas se vaya, entrarán.

— ¡Oh, yo, yo ayudaré!

La sacerdotisa se apresuró en guardar sus cosas y se puso de pie.

Goblin Slayer asintió con la cabeza en respuesta, y el sacerdote lagarto fue a un ataúd al azar.

La sacerdotisa se puso de su lado. ¿Podrían realmente moverlo? No tenían elección.

—Cuando estés lista. Dijo Goblin Slayer.

—Juntos, entonces. Detrás de ellos, el sacerdote lagarto puso sus brazos contra la piedra.

—Uno… Dos…

— ¡Hrr!

— ¡Hnnn!

Junto con el guerrero y el sacerdote, la sacerdotisa empujó con todas las fuerzas de su esbelto cuerpo. Sus delgados brazos y su flexible carne no eran casi nada comparados con sus compañeros. Aun así, empujó contra el ataúd con todas sus fuerzas, haciendo sudar su rostro.

— ¡Hn! ¡Hrrnnn!

En algún momento, ella dejó de temblar.

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Pronto, oyó un agudo crujido, y el ataúd empezó a moverse lentamente.

Dejó arañazos blancos en el suelo mientras lo empujaban hacia adelante, y finalmente lo empujaron contra la puerta con un golpe.

El sacerdote lagarto le dio dos o tres empujones más antes de asentir satisfecho.

—Esto funcionará bien.

— ¡Terminamos también!

La elfa regresó saltando hacia el sacerdote lagarto

El chamán enano se movía tambaleándose, limpiándose el sudor de la frente.

—Mis hechizos también, desafortunadamente.

—Coge un arma entonces. Goblin Slayer sacó una daga de su vaina.

Tomó la jaula del pájaro, donde el canario finalmente se había asentado, y la puso en medio de la habitación. Luego revisó el estado de su escudo y bolsa y se preparó para luchar en cualquier momento.

—Oh ho. No tendrán munición por aquí. Dijo el chamán enano, sacando su honda. Recogió un montón de guijarros del suelo y los metió en su bolsillo. La elfa tomó su arco, revisándolo y asegurándose de que la cuerda estuviera estirada.

— ¿Debería invocar a un guerrero diente de dragón?

— ¿Qué tal Protección?

—Por favor.

Con la respuesta de Goblin Slayer, los dos miembros del clero comenzaron sus respectivas oraciones a sus protectores.

—Oh cuernos y garras de nuestro padre, Iguanodon, que tus cuatro miembros, se convierten en dos patas para caminar sobre la tierra.

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—Oh Madre Tierra que rebosas de piedad, por el poder de la tierra, da seguridad a los débiles.

Por la gran gracia del antepasado del sacerdote lagarto, el temible naga, la garra que había arrojado al suelo se convirtió en un soldado mientras miraban.

Y la compasiva Madre Tierra les concedió a todos ellos, incluyendo a este guerrero recién hecho, el milagro de Protección. Había oído el grito de la sacerdotisa mientras se aferraba a su bastón.

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Ahora a salvo detrás de una barrera invisible, la elfa puso ágilmente una flecha en su arco y apuntó a la puerta. Sus largas orejas se movían de un lado a otro, delatando su nerviosismo.

—Está todo tranquilo afuera.

—Se han dado cuenta.  Goblin Slayer, hundido en una profunda postura, se deslizó hacia la puerta.

—Con esos agujeros bloqueados, el gas venenoso habrá comenzado a desbordarse hacia ellos. Puede que ya hayamos matado a varios.

Era una buena suposición. El inquietante retumbar de tambores de batalla resonó desde lo profundo de la tierra. Luego, pasos de una enorme multitud de algo que se les acerca. Unos roces de metal que deben haber significado armaduras.

Los goblins ya estaban cerca.

La puerta, atrincherada por el ataúd, comenzó a temblar; entonces se oyó un sonido sordo de algo que estaba siendo golpeado contra ella. El primer golpe no produjo ningún efecto, pero luego hubo un segundo y un tercero. La puerta comenzó a crujir bajo los impactos.

Al final, una parte de la puerta se abrió paso con un gran crujido, y un ojo amarillo obsceno miró hacia adentro.

— ¡Cuidado! Incluso mientras gritaba, la elfa dejó volar su flecha.

— ¡¿GRRB?!

La flecha con la punta de brote se deslizó por la puerta y atravesó al goblin a través del ojo. La criatura cayó hacia atrás con un chillido que desgarraba los oídos, pero sus compañeros rápidamente llenaron el vacío.

—No sé cuántos son, pero hay algo raro ahí fuera. Gritó la elfa.

Los goblins, por supuesto, no se iban a quedar parados para que les dispararan.

Tan pronto como se dieron cuenta de que los aventureros de la habitación se estaban defendiendo, las flechas comenzaron a volar a través de la abertura.

— ¡Oh Madre Tierra que rebosas de piedad por el poder de la tierra concede seguridad a los débiles!

La Madre Tierra protegió a su humilde discípula y compañeros tan ferozmente como cualquier madre lo haría con su hijo. La protección les había salvado de una lluvia de flechas antes; disparos esporádicos no iban a pasar.

Mientras la muchacha se aferrara a su bastón y orara, las flechas nunca les alcanzarían.

—Ya vienen… Ya vienen… ¡Una multitud de ellos! El chamán enano murmuró frunciendo el ceño. Sus manos se movieron con una velocidad cegadora, suministrando piedras a su honda tan rápido como podía tirarlas.

Flechas y piedras, gemidos y gritos, todo mezclado en el aire. Pero la puerta no duró mucho tiempo. La puerta de ébano pudo haber sido más antigua que la memoria misma, pero incluso no podría soportar para siempre las rudimentarias armas y la fuerza bruta. A pesar del reforzamiento con ataúd de piedra, finalmente dio un gran crujido final.

— ¡GORORB!!

— ¡GROOROB!!

Los goblins inundaron la habitación en medio de una lluvia de astillas de madera. Aunque los implementos estaban hechos rudimentariamente, llevaban espadas, lanzas y arcos. Llevaban incluso armaduras de cuero y cotas de malla.

—Están bien equipados.

Goblin Slayer notó a una criatura excepcionalmente grande que parecía estar dirigiéndolos.

—Un hob… No.

Con un suave gruñido y un destello de su brazo derecho, lanzó su daga hacia la criatura.

Golpeó certeramente, perforando el punto vital de un hombro expuesto, pero la herida claramente no fue fatal.

A los goblins se les llama a menudo “pequeños demonios”, pero no había nada pequeño en este caso. Su piel verde oscuro tenía músculos, tantos que parecía apto para estallar por ellos. Sostenía una porra. La fea sonrisa en su cara era ciertamente la de un goblin, pero…

— ¡GORAORARO!!

—Entonces. Un campeón goblin.

El campeón había vacilado un poco cuando la daga le golpeó, pero ahora la sacó y sonrió con una amplia sonrisa.

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Sin dudarlo un momento, Goblin Slayer desenvainó su inusual espada.

—Voy a  ir.

— ¡Por supuesto! Déjame añadir una espada al grupo.

El aullante sacerdote lagarto desenvainó su espada colmillo, y luego a su guerrero diente de dragón, saltó a la pelea.

Las espadas resonaron, y chillaron, y gritaron. La pequeña cámara funeraria pronto se empapó en el hedor de la sangre. Los goblins entraron en el campo de batalla en oleadas. Córtalos, y más sólo vendrían. Tenían que cortar la cabeza.

Espada y escudo firmemente en mano, Goblin Slayer se preparó audazmente para avanzar.

— ¡U… um!

Una voz vino por detrás de él.

Era la sacerdotisa, aun agarrando su bastón en el pecho.

Ella le miró, escudada por las hondas y flechas del chamán enano y de la elfa.

Abrió la boca para decir algo, pero no salió nada.

Goblin Slayer no miró hacia atrás.

En vez de eso, entró directamente en la pelea, y pronto ella ya no pudo verlo.

Se movía constantemente para que no se le pudiera coger por detrás, apuntando su espada a las gargantas de los goblins. Empujó su espada hacia atrás y desvió otra. Lo que no podía cortar, lo golpeaba con su escudo y evitaba a tropezar.

No estaba solo. El guerrero diente de dragón luchaba junto a él, una criatura se deslizó con una daga, pero le dio una patada al monstruo y lo envió volando. Sus garras aplastaron la mandíbula del goblin.

Goblin Slayer giró y lanzó su espada a una criatura armada con una lanza. Recogió un garrote a sus pies.

— ¡¿ORARAGA?!

—Cinco.

Si se veía obligado a cruzar espadas con cada monstruo de la habitación, probablemente acabaría siendo carne picada. No había manera de saber cuántos goblins había en esta horda y tratar con todos ellos directamente lo dejaría exhausto.

Bueno, entonces no trataría directamente con ellos. Goblin Slayer estaba dispuesto a usar cualquier táctica.

— ¡Dales con todo lo que tengas! Dijo.

— ¡Con mucho gusto! Gritó el sacerdote lagarto. — ¡Ahhhh! ¡Mira mis obras, mi antepasado!

Con su cola, barrió a un enemigo que se acercaba por detrás, y luego agarró una que tenía delante y le dio vueltas antes de arrojarlo contra una pared.

— ¡¿GORARA?!

— ¡¿GROOROBB?!

Garras, colmillos y cola. El cuerpo entero del sacerdote lagarto era un arma, su lucha era tan brutal como un torbellino.

Sus enemigos eran una legión. Sus cuatro miembros azotaban sin cesar, buscando algo que golpear. El guerrero diente de dragón ayudó a abrir una brecha en la línea enemiga, y Goblin Slayer saltó a través de ella.

— ¡Cielos, hay tantos!

— ¡Por eso se llama horda! ¡Sigue disparando!

La elfa y el enano lanzaban sus proyectiles contra cualquier oponente que los tres combatientes del enfrentamiento cuerpo a cuerpo hubieran pasado por alto.

— ¿Cómo lo llevas, muchacha?

—Lo estoy… manejando.

El milagro que la sacerdotisa había pedido a la Madre Tierra todavía estaba en efecto, y los aventureros se estaban bastante bien contra los goblins que entraban por la puerta.

Pero no podía durar para siempre. Goblin Slayer lo sabía mejor que nadie.

Cruzó el campo de batalla, aplastando el cráneo de un goblin con el garrote en su mano derecha. Usó su escudo para dar un golpe a un monstruo que le atacó con una espada larga, y luego destrozó a la criatura con su garrote.

Luego lanzó el garrote, acabando con un tercer monstruo, antes de coger la espada larga del que acababa de matar.

—Diecisiete…

Finalmente se detuvo, cubriéndose con su escudo, y corrió a lo largo de la pared tras la protección del ataúd de piedra. Se dirigía directamente hacia el campeón goblin, que estaba protegido por varios de sus subordinados.

El campeón era un coloso menor, con armadura de color plomo opaco, balanceando una porra y gritando. Tenía que ser al menos tan fuerte como tres goblins y podría incluso haber vencido a dos personas.

Un campeón goblin era en muchos sentidos similar a un hobgoblin. Hob era originalmente una palabra antigua que significaba vagabundo, gigante, jefe o demonio. Los vastos músculos de esta criatura justificaban plenamente todos esos nombres, una herencia de sus antepasados. Había entrenado ese cuerpo moviéndose de nido en nido, conociendo a un aventurero tras otro en batalla. Era como un aventurero con abundante talento natural que había ganado una gran cantidad de puntos de experiencia, el equivalente goblin de un rango platino.

Eso, en resumen, era un campeón goblin.

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Una de esas criaturas aunque inexperto se había enfrentado al guerrero pesado y al caballero femenino en la granja. Lo más probable es que esta criatura era un guerrero experimentado.

—Al final, sin embargo, los goblins son goblins.

Esto no quiso decir que Goblin Slayer subestimara a la criatura. Nunca subestimó a ningún goblin.

—…..

— ¡ORGOORORB!!

El campeón gritó algo intimidante a sus temblorosos secuaces para animarles a mayores hazañas de valor.

Goblin Slayer, que exitosamente había logrado deslizarse por detrás de la criatura, ajustó ligeramente su agarre a su espada.

Una vieja historia sostenía que cierto rhea había destrozado cabeza del rey goblin con un solo golpe de su garrote. Goblin Slayer no tenía ni idea de si la leyenda era cierta, pero eso no le impedía intentar algo similar.

Específicamente, matando a la criatura de un golpe.

Intentó apuñalarlo por la espalda, atravesando su vulnerable cerebro.

Preparó su hoja para atacar.

— ¡¿OROAGA?!

Sintió la respuesta de la carne, vio el géiser de la sangre…

— ¡Hrm!

Pero Goblin Slayer gruñó repentinamente.

Había perforado algo ciertamente. Pero era un goblin diferente, uno que había sido lanzado hacia él.

— ¡GORAGAGA!!

El campeón había usado a uno de sus aliados como escudo.

No es que esto fuera sorprendente. Goblin Slayer lo encontró perfectamente normal. No hay nada tan egoísta en este mundo como un goblin.

Todo lo que querían era ganar. Si eso significaba sacrificar a sus compañeros o a su horda, incluso a su raza entera, que así sea. Este era un punto crucial de diferencia entre el pensamiento de los goblins y el de aquellos que tenían palabras. Esta tendencia, combinada con la ira totalmente injustificada que sentían cuando sus compañeros eran asesinados, los hacía bastante desagradables.

— ¡GOROROROB!

Había perforado el goblin a través del estómago, entre los pedazos de la armadura de la criatura, y la bestia gritando algo mientras la sangre brotaba de la herida.

—Feh…

Goblin Slayer inmediatamente sacó su espada y se preparó para el siguiente ataque. Los inmundos ojos amarillos del campeón vieron al aventurero que había querido tenderle una emboscada. Quizás reconoció al hombre que le había tirado la daga antes, porque una fea sonrisa se le había extendido por la cara.

— ¡GROOOOORB!!

Sus poderosos brazos levantaron su porra desde abajo en un gran movimiento.

— ¡¿Hrggh?!

Metal, carne y hueso retorcidos; hubo un horrible sonido.

Ingravidez, impacto, nada. Un calor que se elevaba de sus entrañas. Dolor.

En un instante, Goblin Slayer se hizo cargo de la situación. El escudo que instintivamente había puesto para protegerse había sido enviado a volar.

Y él mismo se había golpeado contra uno de los ataúdes que bordeaban la habitación. La piedra se rompió con una gran grieta, polvo volando por todas partes. La linterna se cayó de su cadera y se rompió, liberando sus llamas.

— ¡Goblin Slayer! Le gritó la sacerdotisa desde donde ella vigilaba la batalla en la fila de atrás.

— ¡Orcbolg! ¡¿Te encuentras bien?!

La arquera elfa y el chamán enano ambos lo miraron, al grito de la sacerdotisa.

Pero no hubo respuesta.

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— ¡No! ¿Goblin Slayer…gob…?

Sus piernas temblaban debajo de ella, como si estuviese en un barco balanceándose.

Él estaba bien. Tenía que estarlo. Incluso había regresado del golpe de ese ogro. Él diría: No haremos nada tonto o estúpido. Como siempre lo hacía.

Pero sólo yacía allí en la nube de polvo, como un muñeco desechado. Con un sonido, sangre espesa salió de la visera del casco metálico.

No había duda alguna; había sido un golpe crítico.

— ¡N…!!

Su bastón tembló débilmente mientras se deslizaba de su agarre y cayó al suelo. Se puso las manos temblorosas en la cara. Sus delicados rasgos se retorcieron.

— ¡Arrrgh! ¡Goblin Slayer! ¡Goblin Slayer!

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— ¡GORB! ¡GRROB!

— ¡GROROB!

El llanto de la chica resonó por toda la habitación. Los goblins se reían espantosamente; ese era uno de sus sonidos favoritos.

La vanguardia fue herida. El espíritu de la usuaria mágica estaba roto. La odiada Protección también desaparecería. El grupo había perdido a su líder, eso era lo que importaba. Los goblins, por supuesto, no dejarían pasar este momento. Así es como habían enterrado a muchos aventureros antes.

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