Sword Art Online

Volumen 13: Alicization Dividing

Capítulo 11: El Secreto de la Chamber of Elders

Parte 2

 

 

—Eugeo. Eugeo… ¿Qué sucede? ¿Tuviste una pesadilla?

Una luz anaranjada se encendió dentro de la lámpara con un tenue sonido.

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De pie en el vestíbulo, Eugeo tenía la mitad inferior de su cara hundida en la almohada. Sus dos brazos envueltos alrededor y se asomó a la habitación a través de la entrecerrada puerta como si se estuviera escondiendo.

Había dos sencillas camas de madera en una habitación que definitivamente no podía ser llamada espaciosa. La de la derecha estaba vacía, con una colcha recién lavada extendida encima, y una única y esbelta silueta estaba sobre la cama izquierda, mirando a Eugeo con su torso en alto. Su cara no podía ser vista a causa de la luz de la lámpara que sostenía en su mano derecha. De su pijama blanco y puro, un vestido algo abierto, con un escote bastante bajo, se asomaba su piel desnuda, que parecía aún más pálida que su ropa. Su largo cabello fluía en la cama de manera similar a la seda.

Aquellos brillantes labios, apenas visibles a la luz anaranjada, revelaban una sonrisa gentil.

—Hace frío aquí, ¿no? Ven, acércate, Eugeo.

Aquella colcha parecía repleta de una  cálida y viscosa oscuridad, haciendo  notar  más el torrente de frío que entraba por el pasillo. Su pie atravesó la puerta antes que se diera cuenta, y se acercó a la cama con pasos inciertos.

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La lámpara se atenuó extrañamente cuando él se acercó, ocultando el rostro de la mujer tendida sobre el mueble con una oscuridad progresiva. Pero los pensamientos de Eugeo estaban simplemente llenos con el deseo de acurrucarse dentro de esa cálida oscuridad y movió su pie con avidez. Sus pasos se volvían más amplios y su punto de vista se hacía progresivamente menor, pero él no sentía que esto fuera extraño.

 

Finalmente llegó a la cama, que era absurdamente alta, y tiró la almohada a la que se había aferrado, mientras intentaba subirse a ella.

En ese momento, un paño suave revoloteó sobre él y sumió su visión en la oscuridad. Sin embargo, urgido en sus deseos, trepó y trepó dentro de aquella penumbra.

Sus dedos extendidos hicieron contacto con una cálida y suave piel.

La abrazó aturdido y hundió su cara en aquella piel, la cual se retorció gentilmente, como si lo estuviera envolviendo.

Conducido por esa sensación apasionante de satisfacción y por una añoranza varias veces más fuerte, se aferró con fervor. Sintiendo un brazo sigiloso abrazando su espalda y otro más acariciando su cabeza, Eugeo preguntó con una voz menuda:

—¿Madre? ¿Eres tú, madre?

La respuesta vino instantáneamente.

—Sí, soy tu madre, Eugeo.

—Madre… Mi madre…

Murmuró, sumergiéndose cada vez más profundamente dentro de la cálida y húmeda oscuridad. Una duda flotó como una burbuja, desde la esquina de la ciénaga que era su prácticamente adormecida mente, y reventó.

¿Mi madre fue alguna vez tan esbelta y suave? ¿Por qué aquellas manos, que deberían haber estado trabajando los campos día tras día, no tenían ningún rasguño en ellas? Y… ¿Mi padre, quien debería haber estado durmiendo en la cama de la derecha, había ido a algún lado? ¿Dónde estaban mis hermanos quienes siempre lograban dormirse cada vez que trataba de conseguir que mi madre me mimara?

—¿Realmente eres tú, madre?

 

—Sí, Eugeo. Soy tu verdadera madre.

—Pero… ¿Dónde está papá? ¿Dónde están mis hermanos?

—Je, Je. Qué chico tan extraño. Todos han muerto por ti, ¿no?

Súbitamente, sus dedos se sintieron húmedos y pegajosos.

Eugeo extendió sus manos, levantándolas delante de sus ojos.

A pesar de la falta de iluminación, él pudo ver claramente la sangre de color rojo profundo goteando pegajosamente de sus diez dedos.

—¡AHHHH!

Eugeo saltó con ese grito.

Estaba enfrascado en fregar sus pegajosas manos contra su camisa. Sólo después de limpiarlas incontables veces mientras gritaba, se dio cuenta que la humedad en sus manos no era sangre, sino simplemente sudor.

Había sido un sueño.

Incluso luego de llegar a esa conclusión, le tomó un tiempo antes de refrenar su corazón, que latía como una alarma, y el sudor frío que se filtraba fuera de sí mismo. El persistente recuerdo de esa pesadilla ridículamente terrorífica se aferró a él nuevamente, y no mostraba signos de ceder.

«Papá, mamá… Yo ni siquiera había pensado mucho en ellos desde que dejé la aldea.»

Rezongando esto en su corazón, Eugeo cerró sus ojos fuertemente y mantuvo su respiración calmada.

Cuando él era un pequeño chico en Rulid, su madre trabajaba en los campos, atendía a las ovejas, e inclusive hacía trabajos domésticos. Además de eso, apenas lo abrazaba tiernamente. Habían dormido en camas diferentes incluso antes que él llegara a la madurez y no tenía recuerdos de haber estado insatisfecho por eso.

«Así que, ¿por qué vi semejante sueño, después de todo?»

Sacudió su cabeza y detuvo el rumbo de sus pensamientos. Los sueños eran un capricho de la diosa de la luna, Lunaria. Esa pesadilla seguramente no tenía ningún significado.

Luego que su respiración se hubiese calmado un poco, le surgió la duda sobre su ubicación actual. Lentamente levantó sus párpados mientras continuaba agachado.

Lo primero que entró en su visión fue una alfombra roja carmesí asombrosamente densa y tejida con un intrincado patrón. No podía estimar el precio de la alfombra, si esta fue comprada en una tienda textil en el quinto distrito de North Centoria. Se extendía más y más en su visión sin importar cuánto trataba de encontrar su final.

Sólo después de mirar justo en frente suyo vio finalmente la lejana pared. Incluso si era una pared, no estaba hecha de madera o de piedra, sino de pilares dorados en forma de espadas gigantes puestas en intervalos regulares, con paneles de cristal insertados en medio de ellas. Algo como eso podría ser considerado más como una línea de ventanales que como una pared, pero una habitación donde fuera usado libremente este valioso cristal, no podía ser encontrada ni siquiera en los castillos de los cuatro emperadores, ¿o sí?

Numerosas nubes, teñidas de azul por la luz de la luna, estaban flotando más allá de los muros completamente hechos de cristal. Esta habitación era aparentemente más grande incluso que las nubes. Vio la luna llena blanca y azulada flotando en un rincón del cielo nocturno cuando condujo su mirada más hacia arriba. Una asombrosa multitud de estrellas parpadeaban en silencio alrededor de ella.

La luz que caía del cielo rebosante de estrellas era demasiado brillante; le tomó un tiempo antes de darse cuenta que era media noche. De acuerdo a la altura de la luna, deberían ser poco más de las doce. Al parecer, la fecha había cambiado mientras dormía y era el día veinticinco del quinto mes.

Finalmente, Eugeo miró hacia arriba. El techo dibujó un círculo perfecto muy arriba suyo, y no pudo detectar ningunas escaleras para ir a la siguiente planta. Aquello podría significar que esa habitación era el piso más alto de la Catedral Central.

El amplio techo representaba vívidamente una espléndida obra de arte. Caballeros resplandeciendo con la luz, monstruos siendo expulsados y una cordillera dividiendo la tierra… Parecía ilustrar la historia de la creación. Cada lugar incluso tenía cristales clavados ahí, brillando como estrellas.

Pero, por alguna razón, la presencia que definitivamente debería haber sido fundamental para el tema de la pintura, Stacia —la diosa de la creación—, no estaba en el medio, donde debería haber estado. Tal lugar había sido pintado de blanco puro, lo que sería como un vacío, dominando la pintura.

Eugeo frunció el ceño por un momento antes de volverse. Levantando su torso de su postura de arrastrarse a cuatro patas, su espalda entró en contacto con algo y él miró hacia atrás dando un sobresalto.

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—¿¡ … !?

Apenas pudo articular palabra, con su cuerpo todavía torcido. Justo detrás de él se encontraba una cama ridículamente enorme: de forma circular como la habitación, parecía medir cerca de diez mel. Cuatro postes dorados apoyados en el dosel, del mismo color, y delgadas cortinas violetas colgaban fuera de éste, plegándose una sobre otra. Una  sábana  puramente blanca parecida a la seda del imperio oriental, cubría la cama, y brillaba débilmente con la luz estelar que entraba a raudales por los ventanales.

Y… una única silueta acostada en medio de la cama. No podía ver más que contornos difusos, obstruido por la tela translúcida colgando del dosel.

Eugeo contuvo su respiración y su cuerpo se sacudió. No podía creer que no se había dado cuenta de la presencia de otra persona, estando tan cerca por esos pocos minutos. No antes incluso de considerarlo, al parecer él había estado profundamente dormido por horas, apoyado en esta cama…

Cuando sus pensamientos llegaron a ese punto, finalmente recordó la última escena restante en sus recuerdos rotos.

 

Claro. Yo estaba luchando con el héroe de esa vieja leyenda… con el Knight Commander, Bercouli.

Atrapé al Knight Commander en el hielo generado con el «Armament Full Control Art» de la Blue Rose Sword. Entonces ese pequeño hombre vistiendo esas ropas de bufón apareció antes que nuestras Vidas se acabaran… El que dijo esas cosas extrañas, parece que se llamaba Chief Elder Chudelkin. Luego pisoteó las rosas de hielo con sus zapatos cuando se acercó… y después de eso…

Parecía ser que sus recuerdos terminaban allí. Aquél bufón quizás lo había traído aquí, pero él no sabía el por qué. Instintivamente palpó por su cintura, pero la Blue Rose Sword había desaparecido en algún lugar.

Aguantando la sensación de impotencia que le asaltó en ese momento, Eugeo enfocó sus ojos en la silueta sobre la cama. ¿Era  un enemigo o un  aliado? No, esto era inequívocamente la Catedral Central, y probablemente el piso más alto de esta, cualquier persona en un lugar así no podía ser un aliado.

Pensó que era mejor escapar de la habitación con pasos sigilosos, pero le ganó su deseo de conocer la identidad de la silueta durmiente. Sin embargo, sin importar cuán alto se estirase, no podía ver la cara oculta tras las translúcidas cortinas colgadas sobre el centro de la cama.

Respirando sin hacer ruido, suavemente puso su rodilla derecha en la cama.

Hundiéndose profundamente dentro de la sábana blanca como si fuese nieve, Eugeo extendió sus brazos en pánico. Aquellas manos también terminaron hundiéndose en el suave tejido.

La aterradora pesadilla de antes volvió a Eugeo vívidamente cuando se sintió tragado por la cama y su espalda tembló involuntariamente antes que levantara calmadamente su pierna izquierda sobre la cama. Estando ahora en cuatro patas lentamente se dirigió hacia el centro de la misma.

Arrastrándose con cautela a través del mueble increíblemente grande, no podía sino imaginar cuántos materiales de alta calidad habían sido metidos bajo aquellas sábanas.

A él le tomó un año y medio producir un único futon después de haber reunido día tras día las plumas que se le caían al pato del jardín trasero de su familia en la Aldea Rulid.

 

Deteniéndose frente a las delgadas cortinas colgando del dosel, enfocó su atención en su oído. Aunque muy débilmente, pudo escuchar el sonido regular de una respiración. Parecía que alguien al otro lado continuaba dormido.

Tímidamente, extendió su mano derecha. Metiendo el dedo tras la delgada cortina, suavemente la levantó.

 

En el momento en el que el rayo albiazul alcanzó el medio de la cama, Eugeo abrió ambos ojos.

Solo una mujer yacía allí.

Vestida con ropas ligeras de un tono violeta pálido —del mismo color exacto de la «Stacia Window»—y con rebordes de hilo de plata, tenía sus pálidas y delgadas manos cruzadas sobre su cuerpo. Sus brazos y dedos eran delgados como los de una muñeca, pero los dos montículos que apoyaban la débil tela de inmediato por encima de ellos, eran abundantes y apartó la vista con pánico. Sus pechos, asomándose sin reservas de su escote abierto, también brillaron de color blanco.

Al final, Eugeo miró el rostro durmiente de la mujer.

Una sensación como si su alma fuese succionada descendió sobre él en ese momento y todo lo demás abandonó su visión.

¿Cómo podía eso ser tan perfecto? Pensó que estaba más allá de los límites humanos. La Integrity Knight Alice, con quien luchó en el octogésimo piso, también tenía un buen aspecto sin defectos, pero su belleza aún permanecía dentro del dominio de los humanos. Eso era natural; Alice era humana, después de todo.

Sin embargo, su existencia estaba durmiendo a un simple mel de distancia—

¿Podría el mejor tallador en la ciudad crear tal obra de arte después de una vida entera de esfuerzo? Eugeo no podía encontrar las palabras para describir siquiera una mera parte de su belleza. Incluso si tratara de compara sus labios con las flores, una flor con curvas tan preciosas no se podía encontrar en ningún lugar del Human World.

 

Tanto aquellas cejas que enmarcaban sus párpados cerrados como su pelo largo que fluía sobre las sábanas parecían como si hubieran sido fundidos en plata pura. Desprendían un brillo frío, que reflejaba el azul de la penumbra y el blanco d la luz de la luna.

Antes de que lo supiera, la racionalidad de Eugeo había sido robada, como una mosca cautivada por la miel dulce.

Sólo el deseo de tocar esas manos, ese cabello, esas mejillas, llenaban su cabeza vacía.

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Cuando se acercó lánguidamente sobre sud rodillas, una fragancia que el jamás había olido antes flotó suavemente en el aire.

Los dedos de su mano derecha extendida la alcanzarían dentro de poco… llegarían a esa piel suave en un momento…

—No debes, Eugeo.

— ¡Corre!

Escuchó a alguien gritar desde algún lugar muy lejano.

Pequeños fuegos artificiales estallaron en el centro de su mente y barrieron parte de la espesa niebla que envolvía a su conciencia. Eugeo abrió sus ojos e instintivamente apartó su mano derecha.

Aquella voz…dónde la he escuchado antes…

Mientras se preguntaba así en un aturdimiento, su capacidad para pensar volvió lentamente a él.

¿Qué… me sucedió…? ¿Qué estaba haciendo aquí…?

Bajó la mirada hacia la mujer delante de sus ojos para confirmar la situación en la que se encontraba y lo que parecía una viscosa y profunda somnolencia se deslizó en su mente una vez más. Al apartar sus ojos en pánico, sacudió con fuerza su cabeza en oposición.

Piensa. Piensa.

—Debo conocer a esta persona. Alguien que está durmiendo sola en una lujosa cama en el piso más alto de la Catedral Central. En otras palabras, quien mantiene la máxima autoridad en la Axiom Church—sin mencionar que es quien rige sobre todas las cosas en el Human World…

En otras palabras, Highest Minister, Administrator.

Eugeo repitió el nombre que finalmente recordó incontables veces en su mente.

La instigadora detrás del secuestro de Alice, el robo de sus recuerdos, y su transformación en una Integrity Knight. La usuaria más poderosa de Sacred Arts a la que ni siquiera la sabia Cardinal, poseedora de un poder inconmensurable poder, podía enfrentar. La principal enemiga de Kirito y Eugeo.

Y Administrator estaba durmiendo delante de sus ojos.

— ¿Puedo ganar… ahora mismo…?

Movió su mano izquierda temblorosa hacia su cintura sin pensarlo, pero la Blue Rose Sword no estaba allí. Fue robada ya sea por el jefe mayor, Chudelkin, o quizás permanecía aún  bajo el hielo que cubre todo ese gran baño. Incluso si la oponente estaba dormida, sin un arma, no podía…

No.

El aún tenía una. Una espada que era pequeña pero más poderosa que ciertas herramientas sagradas en cierto sentido.

Eugeo movió su mano izquierda desde su cintura hasta su pecho y presionó con suavidad en la tela de su camisa. La sensación diferente de una dura cruz se reveló a la palma de su mano. La carta ganadora definitiva otorgada por Cardinal.

 

Si esta daga era clavada en el cuerpo de Administrator, debería ser incinerada a muerte en un instante por la técnica ofensiva que Cardinal enviaría, rodeando el espacio.

—Gh…

 

Pero Eugeo dejó escapar un angustiado suspiro mientras sujetaba la daga a través de la tela.

Esta daga debería haber sido usada en la Integrity Knight Alice. Obviamente, no para quemarla hasta la muerte, sino que para hacerla dormir por medio de las técnicas de Cardinal y restaurar sus recuerdos, y devolverla a la Alice del pasado. Si eso no se podía hacer, la derrota de Administrator no tendría ningún sentido para Eugeo. Podría ser posible regresar a Alice a su antiguo yo sin tener que usar la daga si Highest Minister era eliminada, pero no tenía ninguna garantía de lo haría.

Embargado por la duda que carecía de una respuesta, Eugeo escuchó la misteriosa voz una vez más mientras se mordía los labios, y lo notó.

—Eugeo…corre…

Pero antes de que esa voz que parecía tan distante pudiese abrirse paso hasta su conciencia—

Las cejas de plata de la mujer durmiente se sacudieron con suavidad.

Aquellos párpados blancos se levantaron lenta, lentamente mientras Eugeo miraba con asombro en blanco. Su visión estaba congelada en el lugar, por no mencionar su mano izquierda, que aún sostenía la daga. Su capacidad para pensar, una vez recuperada, se dispersó una vez más y se desvaneció en la nada.

La mujer cerró levemente los párpados que tuvo abiertos por un momento, luego parpadeó con suavidad varias veces, como si quisiera suscitar una acción en Eugeo. Y a la tercera vez, los párpados finalmente se abrieron por completo.

—Ah…

 

Ese suspiro escapó de la boca de Eugeo sin que él se percatara.

Los ojos ahora expuestos eran de color plata pura, un color que nunca antes había notado en los ojos de algún humano. Esos irises parecidos a espejos estaban teñidos débilmente con el brillo de los siete colores prismáticos, ondeantes como si fuesen la superficie del agua. Un resplandor divino que podría hacer que cualquier joya poco común en este mundo pareciese opaca en comparación.

Frente a los ojos de Eugeo, que se quedó congelado como una estatua mientras seguía de rodillas sobre la cama, la mujer ya despierta se balanceaba erguida con movimientos etéreos. Al levantarse como si fuese empujada por una fuerza invisible con ambos brazos todavía bajo sus pechos, su largo y plateado cabello también revoloteó con suavidad pese a la falta de viento y fluyó ordenadamente por su espalda en su conjunto.

La mujer (o chica) que parecía ser más joven con sus ojos ahora abiertos levantó su mano derecha hacia su boca, como si no prestara atención a Eugeo y dejó escapar un pequeño bostezo.

Sus piernas que estaban estiradas giraron juntas hacia la derecha. El resto de su esbelto cuerpo se tambaleó y su mano izquierda tocó las sábanas para sostenerse.

La chica giró su cara hacia la izquierda finalmente, mirando directo a Eugeo mientras mantenía esa fascinante postura.

Sus ojos de color plata pura, estaban bordeados por el resplandor de un arcoíris. Difícilmente podía pensar que pertenecen a un humano, debido a la ausencia de pupilas que se hallen en el interior. Eran insoportablemente hermosos, pero impedían todo acceso más profundo en su corazón ya que reflejaban toda la luz como un espejo.

Al contemplar su propia expresión estupefacta proyectada en aquellos dos pequeños espejos, los labios brillantes de color gris perla de la chica hicieron un ligero movimiento. Su voz, dulce como la miel y pura como el cristal, con una pizca de seducción, sonó.

—Que chico tan deplorable.

Le tomó algo de tiempo para él comprender lo que fue dicho. Sin embargo, sin llegar a ser consciente de la languidez de sus pensamientos, Eugeo respondió aturdido.

 

— ¿Eh…? ¿Deplorable…?

—Sí. Muy deplorable.

Arrojando los corazones de cualquiera que escuchara en el caos, estaba llena por igual tanto por una pureza inmaculada como por el tono de una femme fatale [22].

Sus labios brillantes y de color gris perla mostraron una leve sonrisa mientras fluía su melosa voz.

—Eres muy parecido a una flor de maceta marchita. No importa cuán lejos en el suelo extiendas tus raíces, no importa qué tan alto lleguen tus hojas en el viento, no puedes entrar en contacto ni con una sola gota de agua.

—…Una flor… de maceta…

Eugeo frunció el ceño e intentó comprender el significado detrás de aquellas misteriosas palabras. Su mente todavía estaba envuelta en una bruma, pero los ojos de la chica convocaron un dolor punzante en alguna parte dentro de su corazón.

—Entiendes. Exactamente cuán sediento estés, cuánta hambre tendrás.

— ¿…Por qué lo…?

Su boca se movió sin que lo notara y preguntó con una voz seca y ronca.

La chica miró a Eugeo con sus ojos reflectantes y respondió con la sonrisa aún en su rostro.

—Amor.

¿Ella dijo… amor?

Eso es como… decir que… no sé lo que es el amor…

 

—En efecto. Eres un chico deplorable que nunca ha tenido la experiencia de ser amado. Eso no podía ser verdad.

Mi madre… me amaba. Cada vez que tenía una pesadilla y no podía dormir… ella me abrazaba y me cantaba canciones de cuna.

— ¿Ese amor realmente te pertenece a ti solo? No fue así, ¿cierto? En realidad fue lo que sobró después de que tus hermanos tomaran su parte, ¿no era eso…?

Ella está mintiendo. Mi madre… me amaba, sólo a mí…

—Tú querías que ella te amara solo a ti. Pero no lo hizo. Eso fue el motivo por el cual los odiabas. Aquellos que se llevaron el amor de tu madre, como tu padre. Y tus hermanos.

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Mentiras. Yo no odio a mi padre o a mis hermanos.

—¿De verdad ahora…? Después de todo, ¿no los has rebanado?

—¿Quién…?

—Quien te había amado a ti y sólo a ti la primera vez; esa chica pelirroja… Cortaste al hombre que trató de llevársela a la fuerza y mancillarla. Porque tú lo odiabas. Porque había robado lo que te había pertenecido únicamente a ti.

—No… ese no fue el motivo por el que apunté mi espada hacia Humbert.

—Pero no fue la panacea para tu sed. Nadie podría amarte. Te han dejado a un lado, ya no eres necesario.

—No… no. No… he sido puesto a un lado o…

 

Eso es verdad… ella está equivocada. Tengo a Alice.

En el momento en que recordó ese nombre, la bruma viscosa que envolvía su conciencia se sentía como si se hubiera disipado un poco y Eugeo cerró sus ojos con fuerza. No sería bueno que lo arrastrara esta corriente, tenía que empezar a moverse ahora; la sensación de peligro que llenaba su mente le susurraba eso.

Sin embargo, antes de que pudiera moverse de verdad, una vez más la voz seductora se deslizó en su mente desde sus oídos.

— ¿Me pregunto si eso es realmente cierto…? ¿Esa niña de verdad te quiso a ti y sólo a ti…?

Esa reverberación escondió la débil risa bajo su compasión.

—Lo has olvidado. Dejaré que los recuerdes. Tus verdaderos recuerdos, enterrados en lo profundo dentro de las profundidades de tu corazón.

La visión de Eugeo dio tumbos en ese momento.

La cama lujosamente blanda desapareció y él cayó en la oscuridad, en un agujero profundo sin fin.

El aroma del césped verde y fresco le aguijoneó la nariz de repente.

Una luz verde filtrada a través de los árboles destelló en una esquina de su visión mientras que el gorjeo de las aves pequeñas acallaba el sonido de los pasos sobre la maleza.

Eugeo estaba caminando en lo profundo del bosque cuando se dio cuenta de su situación.

Su línea de visión era tremendamente baja y sus pasos eran cortos. Cuando dio un vistazo hacia abajo, sus piernas que se extendían hacia afuera de sus pantalones cortos hechos de fibras, eran las de un niño delgado y débil. Pero la sensación de malestar se desvaneció inmediatamente, y una irritación y soledad aplastantes llenaban su pecho en ese lugar.

 

Por alguna razón, no había visto a Alice en absoluto desde que empezó el día.

Al terminar su trabajo de la mañana, cuidando a las vacas y deshierbando el jardín de vegetales, Eugeo corrió tan rápido como pudo hacia el punto habitual de reunión (debajo de un viejo árbol a las afueras de la aldea). Sin embargo, Alice no llegó sin importar cuánto tiempo esperó. Además, tampoco lo hizo su otro amigo de infancia, aquel chico de cabello negro.

Después de esperarlos a ambos hasta que ascendió el sol hasta el lugar más alto en el cielo, Eugeo se fue tambaleante a la casa de Alice mientras sentía una emoción indescriptible. Debe de haber sido descubierta después de jugar alguna broma y la deben haber dejado sin salir a jugar. Eso era lo que había pensado, pero su madre que lo saludó allí lo dijo de una forma con la cabeza inclinada en confusión.

—Eso es extraño, hoy salió bastante temprano. Kiri-bou vino por ella, así que estaba segura de que habría estado también contigo, Eu-bou.

Tras murmurar su agradecimiento y dejar la residencia del jefe de la aldea, Eugeo sintió que su malestar se convertía en impaciencia y buscó alrededor de la aldea. Sin embargo, aunque era un hecho que la plaza central estaba ocupada por el hijo del jefe de la guardia, Jink y sus asistentes, no podía encontrar a Kirito y a Alice en ninguna otra área de juegos o escondite.

Solo se le venía a la mente otro lugar. Una porción de césped redonda que recientemente habían encontrado en lo profundo del bosque del este al que los otros niños no habían llegado.  Era un lugar secreto para los tres, llamado el «fairy ring» por los adultos y lleno de diversas flores y de bayas dulces.

Eugeo corrió hacia allá desesperadamente, a medio camino al borde de las lágrimas. Su cuerpo puesto en marcha por su soledad, sus dudas, y un sentimiento más, uno que no sabía nombrar.

Después de correr a través del sinuoso y pequeño camino, y llegar a la tierra secreta y vacía rodeada de árboles viejos notablemente gruesos, una luz deslumbrante y dorada  se balanceó entre los troncos de los árboles en su camino y los pies de Eugeo dieron un tirón para detenerse.

Eso era sin lugar a dudas el resplandor del conocido cabello dorado de Alice. Instintivamente silenció su respiración por alguna razón y aguzó sus oídos. Fragmentos de susurros, intercambiados silenciosamente, llegaron a él en el viento.

¿Por qué… por qué?

Sin nada más que aquellas palabras fijas a ser repetidas en su mente, Eugeo se acercó al terreno baldío con suaves pisadas. Con su intensa melancolía amenazando con aplastarle, se ocultó detrás de un tronco cubierto de musgo y echó un vistazo al lugar secreto inundado con la luz de Solus.

Alice estaba sentada en el centro de las flores multicolores que habían florecido dándole la espalda a él. No podía ver su cara, pero no había manera de que pudiera confundir su cabello liso y dorado que fluí, su vestido azul oscuro, y su delantal blanco.

Y a su lado estaba una cabeza cubierta de pelo negro alborotado. Su único mejor amigo, Kirito.

Sus puños cerrados estaban empapados de sudor húmedo y frío.

El viento inconstante llevó la voz de Kirito a oídos de Eugeo mientras permanecía de pie.

—Oye… regresemos ya. Alguien puede darse cuenta.

Y respondiéndole estaba la voz de Alice.

—Todavía está bien. Solo un poco… un poco, ¿de acuerdo?

No.

No quiero escuchar nada más.

Pero las piernas de Eugeo se rehusaron a moverse, como si las raíces del árbol se hubiesen entrelazado alrededor de ellas.

En su vista que no podía apartar, el rostro de Alice se acercó suavemente a Kirito.

 

Captó una pizca de su silencioso susurro.

La pareja, acurrucándose juntos en el medio de las flores en pleno florecimiento, bajo la brillante luz solar; parecía una pintura.

No.

Mentiras. Todas esas son mentiras.

Eugeo gritó en la oscuridad. Pero sin importar cuánto intentara negarlo, su convicción de que esta escena fue arrastrada desde las profundidades de sus propios recuerdos brotó y fluyó hasta su pecho como agua fría.

—Lo ves… ¿no?

—Sniff.

El susurro con un matiz de risa borró la escena del bosque.

De regreso a la gigantesca cama en la habitación de Highest Minister en el piso superior de la Catedral Central, ese resplandor dorado que quemó los ojos de Eugeo permanecía aún cuando tenía sus ojos cerrados. Junto con las voces susurrantes de Alice y Kirito, resonando en el interior de sus oídos.

Su voz de la razón, que dijo que debería haber encontrado sólo a Kirito en ese bosque hace dos años, mucho después de que Alice hubiese sido llevada a la iglesia, no pudo extinguir las oscuras emociones que llenaban su pecho. La chica con el cabello plateado cerca de Eugeo se volteó hacia él con una expresión llena de compasión mientras el abría sus ojos y dejaba escapar una respiración entrecortada.

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—Ahora lo comprendes ¿no…? Incluso ese amor de niños no te pertenecía solo a ti. No… ¿En primer lugar alguno de ellos estuvo allí para ti?

La dulce voz zalameramente se deslizó en Eugeo, removiendo violentamente sus pensamientos cada vez. El hambre y la desolación ilimitadas claramente aumentaron en su interior. Tenía la sensación de grietas extendiéndose con rapidez sobre su corazón, descascarándose y cayéndose.

—Pero yo soy diferente, Eugeo.

Su voz más seductora hasta ese momento se filtró en sus oídos, como la fragancia que flota desde una fruta llena de copioso néctar.

—Te amaré. Te daré todo mi amor, a ti y sólo a ti.

En la visión de Eugeo al abrir sus ojos medio nebulosos en un aturdimiento, estaba la chica, Administrator, la highest minister de la Axiom Church, con su cabello plateado brillante y sus ojos resplandecientes, mostrando una sonrisa cautivadora.

Al mover sus piernas que tenía hundidas en las suaves sábanas, enderezó la parte superior de su cuerpo.

Levantando sus manos lentamente, parecía juguetear con la cinta que mantenía sus pechos en su lugar en su ropa de dormir de seda lila.

Las flexibles puntas de sus dedos agarraron los extremos de la cinta hecha con hilo de plata y la sacó lentamente con suavidad.

Con más de la mitad de su amplio escote ahora expuesto, la blanca piel agraciada tembló mientras lo seducía.

—Ahora, ven, Eugeo.

Ese susurro se parecía tanto como a la voz de su madre que él había oído en medio de ese sueño, como a la voz de Alice que había llegado a sus oídos en esa ilusión.

Con su conciencia obstruida, Eugeo observó la delgada tela púrpura agitándose abajo como pétalos de flores alrededor de su cintura terriblemente esbelta.

 

Ella era realmente una flor, una grande y diabólica que tentaba y capturaba insectos y aves pequeñas con su ardiente aroma y su néctar que gotea.

Aunque una parte de Eugeo seguía sintiendo de esa manera, el encanto de esa flor, rezumando su corazón blanco puro cautelosamente persistente en medio de sus pétalos violeta, era demasiado intenso y los pensamientos de Eugeo, se rompieron en pedazos desde la ilusión anterior, fueron arrastrados completamente hacia el fluido viscoso.

Nunca antes habías sido amado; por eso fue que podías sentirte verdaderamente satisfecho con lo que tienes.

Administrator había dicho eso. Y Eugeo poco a poco había empezado a reconocer un aspecto de aquello como un hecho.

Eugeo mismo podría decir con franqueza que amaba a sus padres, hermanos y amigos en su infancia. El mirar a su madre estando complacida por la flor que él arrancó y el ver a su padre y hermanos comer con entusiasmo el pescado que el capturó lo hacían feliz. Incluso recogería hierbas en el bosque y enviárselas a Jink y a su círculo, desagradables como eran, si escuchara que pescaron un resfriado.

¿Pero qué han hecho ellos por ti? ¿Exactamente que han hecho ellos por ti en agradecimiento por tu cariño?

Correcto… no podía pensar en ninguna.

Frente a sus ojos, la sonrisa de Administrator rápidamente se dibujó una vez más y regresó a él una escena de su pasado.

Fue el año en que cumplió los diez, en la primavera… el día en que le fue asignada su «sacred task» [23] junto con una multitud de niños, por el jefe de la aldea. La sacred art, «Gigas Cedar’s Woodcutter» [24], pronunciado por Gasupht, el jefe de la aldea, mientras miraba hacia abajo al nervioso Eugeo, desde la plataforma, lo que fue contra sus expectativas.

Pero aún así, hubo gritos de envidia aquí y allá entre algunos de los niños. El ser leñador era una sacred task honorable transmitida desde que la aldea Rulid fue fundada y aunque no era una espada, aún sería presentad con un hacha real. Incluso el propio Eugeo no se había sentido disconforme sobre ello en aquel entonces.

Tras agarrar el pergamino envuelto con un lazo rojo, que era la prueba de su nombramiento, con fuerza, Eugeo había corrido de regreso a su casa en las afueras del pueblo y le anunció a su familia la sacred task con algo de orgullo.

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Seguido de un breve silencio, la primera reacción vino del más pequeño de sus hermanos. De manera cortante chasqueó la lengua y maldijo, diciendo que el pensó que sería su último día a cargo de la limpieza del excremento de las vacas. El mayor le dijo a su padre que eso llevaría al caos los planes de la plantación para el año y su padre, también, le preguntó con un gruñido a Eugeo cuando terminaría su trabajo y si podría ayudar en los campos después. Como si tuviese miedo al mal humor de los hombres, su madre fue a la cocina sin decir una palabra.

Eugeo se sintió constantemente avergonzado en su hogar durante los siguientes ocho años. Y a pesar de eso, los salarios de Eugeo como leñador eran controlados por su padre y antes de que se percatara, el número de cabras se había multiplicado y las herramientas de la granja fueron cambiadas por otras nuevas. A pesar de cómo, Jink, que fue nombrado aprendiz de guardia, gastaba todo su sueldo en él mismo y comía pan blanco relleno de carne para el almuerzo, y presumía sus botas tachonadas y una espada que guardaba en una brillante vaina. A pesar de cómo, Eugeo tenía que caminar sobre sus zapatos desgastados y con un saco de yute lleno nada más que de las sobras de pan duro en la espalda ante la presencia de Jink.

—¿Ves? ¿Alguno de quienes amaste ha hecho alguna cosa por ti, aunque sea una vez? Al contrario, ellos se complacieron en tu miseria e incluso se burlaron de ti, ¿no es verdad?

Sí… eso era exactamente.

Jink le había dicho esto a Eugeo tras cerca de dos años después de ese verano de su undécimo cumpleaños, cuando Alice fue raptada por el integrity knight. Le dijo “Ya no queda ninguna mujer que se preocupe por ti, ahora que la hija del jefe de la aldea se marchó”.

Los ojos de Jink le dijeron entonces que se lo merecía. El hecho de que Eugeo perdiera el privilegio de ser el más cercano a la niña más linda de la villa y a un genio en las Sacred Arts, le produjo alegría.

 

Al final, ninguna persona en Rulid le retribuyó los sentimientos a Eugeo. Pese a que había ganado el derecho de obtener algo equivalente a lo que el había dado, que le habían robado sin razón alguna.

—Entonces, ¿no podrías simplemente regresarles esa desesperación y esa frustración? Lo deseas, ¿no? Se sentiría tan bien… imagina convertirte en un Integrity Knight y hacer un regreso triunfal a tu aldea natal en lo alto de un dragón volador plateado. Imagina a todos los que se han burlado de ti arrastrándose en el suelo y a ti aplastando sus cabezas con tus relucientes botas. Con eso, finalmente recuperarías todo lo que te han robado hasta ahora. Y eso no es todo…

La bella joven de cabello plateado, lenta y suavemente dejó caer sus dos brazos que soportaban sus pechos, como si lo atrajera. Aquellos dos montículos rebotaron como frutas maduras una vez que perdieron su soporte.

Highest minister extendió sus brazos directo hacia Eugeo y le susurró mientras mostraba una sonrisa fascinante.

—Puedes disfrutar de ser amado por primera vez tanto como desees. Una real sensación de satisfacción adormecedora de la cabeza a los pies. Soy diferente de aquellos que se han apartado de ti, sin darte nada a cambio. Si pudieras darme tu amor, tendrás mucho a cambio. Te permitiré experimentar el placer incomparable, más allá de lo que puedas imaginar ahora, si tan sólo pudieras concederme tu más profundo amor.

Aún cuando la última gota de gota de la capacidad de Eugeo para pensar estaba a punto de ser arrastrada a esa flor diabólica. Pero aún así, quedaba un fragmento de razón en las profundidades de su corazón que ponía una resistencia silenciosa.

—¿Qué es exactamente… el amor?

—¿No es nada más que algo a lo que se le puede asignar un valor… como el dinero…?

¡No lo es, Eugeo-senpai!

Su vista se volvió hacia la voz que escuchó y vio a una chica pelirroja, vestida con un uniforme gris, tendiéndole la mano en la oscuridad al otro lado.

 

Pero antes de que la mano de Eugeo pudiese estirarse, las gruesas y negras cortinas descendieron sobre la chica pelirroja y se desvaneció, dejando solo la sombra del dolor en sus ojos.

Y esta vez, la voz de alguien más vino desde la dirección opuesta.

No lo es, Eugeo. Definitivamente el amor no es sólo algo para compensar.

Dándose vuelta, encontró una zona ajardinada separando a la oscuridad y a una chica de cabello dorado que portaba un vestido azul parada sobre ella. Los ojos azules de la muchacha brillaban deslumbrantemente como si fueran la única salida de este pantano sin fondo y Eugeo incitó a sus agotadas piernas en un intento de arrastrarse hacia ella.

Sin embargo, las negras cortinas cayeron con un ruido sordo una vez más y el verde campo fue borrado. Eugeo quedó confundido con la partida de la luz y permaneció agachado donde estaba. Apenas podía soportar su abrasadora sed. Al recordar la continua, injusta opresión, explotación, y robo de lo que le debería haber pertenecido desde su niñez, su angustia y su disgusto se transformaron en una concentrada salmuera, quemando su garganta.

Finalmente, comenzó a moverse constantemente hacia adelante con su cabeza inclinada.

Hacia el fluido de néctar emitiendo una fragancia de empalagosa dulzura.

Abriéndose paso entre las sábanas de seda, las puntas de sus dedos se extendieron adelante y entraron en contacto con una refrescantemente fría piel. Cuando levantó su rostro, la chica de pelo plateado con una similitud con una diosa mostró una sonrisa transcendental mientras tocó su mano.

Con su mano derecha gentilmente halada hacia adelante, se lanzó sin resistencia. El cuerpo desvestido recibió a Eugeo y lo envolvió en una hipnotizante suavidad.

Una voz susurró en su oído con dulces respiraciones.

—Lo deseas, ¿no es así, Eugeo? ¿Olvidar todo tu dolor, satisfacerte con todo lo que tengo que ofrecer? Pero no, no aún. Ya he dicho esto, primero, tendrás que darme tu amor. Ahora, repite después de mí. Confía sólo en mí y ofrece todo lo que tienes. Bueno… primero, comienza un Sacred Art.

Todo de lo que Eugeo era consciente ahora, eran las capas de dulce suavidad envolviendo alrededor suyo.

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Él débilmente escuchó su propia boca moverse, fluyendo una roca voz.

—System… call.

Sword Art Online Volumen 13 Capítulo 11 Parte 2 Novela Ligera

 

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—Sí… continúa… «remove core protection».

La voz de la Highest Minister suavemente se agitó, transmitiendo una cierta emoción por primera vez.

Eugeo entonó la primera palabra del desconocido Art en un murmuro.

—Remove…

Confiando su cuerpo en el comando que le ha sido dado, su existencia se sintió cada vez más ligera y tenue. El hambre y la sed que habían atormentado a Eugeo por un largo, largo tiempo se desvanecieron en el dulce néctar. Al mismo tiempo, una preciosa emoción que había estado llevando siempre en el centro de su corazón se desmoronó, perdió su forma y desapareció.

¿Es esto realmente para lo mejor…? La pregunta que se hizo a sí mismo en su reducido pecho encendió una humilde flama, pero la siguiente palabra fluyó de su boca antes de que encontrara la respuesta.

—Core…

Bueno, realmente no deseo experimentar más tristeza, más pena.

El amor en este mundo nunca podría asegurarse. Incluso si… Incluso si Alice fuese a recuperar sus memorias, ¿qué pasa si ella no tuviera ojos para Eugeo? ¿Qué pasa si Alice terminara llena de miedo y odio hacia él, quien había ofendido el Taboo Index cortando a Humbert y poniendo su espada en contra de muchos caballeros en oposición a la Axiom Church…?

Si las cosas pudieran terminar de esa manera, sería mejor detenerse justo aquí.

Eugeo vagamente entendió que su viaje durante estos dos años sería detenido completamente en el momento que entonara la tercera palabra. Sin embargo, podría olvidar su doloroso pasado sombrío haciendo eso — podría sumergirse en el amor otorgado por la chica de pelo plateado; ese razonamiento desde luego contribuyó con su elección también.

— Sí… ahora, ven a mí, Eugeo, entra en mí.

Un susurro, lleno con una incomparable dulzura, fluyó en su oído.

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—Bienvenido a mi eterno extasis…

Una sola lágrima se derramo mientras Eugeo murmuró esa última palabra.

 

 


[22]  Mujer fatal: mujer a menudo malvada que utiliza sus encantos para cautivar a los hombres.
[23]  «Tarea Sagrada»
[24]  «Talador del Gigas Cedar»

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